por Lisandro Martinez*
Las frases: “No fueron 30.000 los desaparecidos” y “Durante los ‘70 hubo una guerra en la que las fuerzas del estado cometieron excesos”, es el discurso de la dictadura que justificó un genocidio y que luego emplearon los responsables de esos crímenes para organizar al empresariado. Esta maledicencia en boca del presidente de LLA, Javier Milei, en octubre pasado, sin que la justicia lo llamara a retractarse por proponer otro genocidio avasallando la verdad histórica, es un potente llamado de atención.
En 2024 Milei volvió a mentir negando oficialmente la cifra de 30.000 desaparecidos durante la última dictadura militar argentina (1976-1983), tras difundir un video sin rigurosidad histórica ni argumentos que lo sostengan en redes sociales, donde afirmó que el número de 30.000 es “inventado” (Infobae.com.ar 24/3/2024). Sin aportar prueba alguna de sus dichos o peor aún respaldado por bolazos esgrimidos por los mismos responsables del genocidio más cobarde del que se tenga memoria, que quieren hacer pasar por enfrentamientos bélicos siendo ejecuciones sumarias sin juicio o asesinatos en la mesa de torturas. Hay que advertirle a Milei que la historia basa sus investigaciones en: 1. Hechos científicos comprobables. 2. En el análisis de hechos tomando fuentes como documentos escritos, imágenes, relatos orales o restos materiales, como los que ha investigado el Equipo Argentino de Antropología Forense. Milei cuyo chispero está acotado por el ridículo de creer en libros religiosos que no tienen ningún soporte histórico cierto y lo hacen sin ninguna seriedad para negar la historia de masacres, asesinatos y campos de concentración funcionando en Palestina y que funcionaron hace más de 51 años en Argentina sin que la mayoría de los torturadores sufrieran castigo alguno.
"Los propios militares dijeron que en 1978 habían matado a 22.000 personas y eso fue 5 años antes de huir la dictadura".
Desde la APDH de Argentina estimaron que el número de las 30.000 víctimas se basó "en la existencia
comprobada de más de 700 campos de concentración, tortura y exterminio, diseminados por todo elpaís y las estimaciones son sobre el número de prisioneros que hubo en ellos". También hay copias de "la inmensa cantidad de hábeas corpus presentados y el número de integrantes de las estructuras militares/genocidas de la represión ilegal, que superaron 150.000 hombres. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) es una organización científica, no gubernamental y sin fines de lucro, fundada en 1984 para investigar los casos de personas desaparecidas durante la última dictadura e identificar los restos de muchas de las víctimas del genocidio a través de métodos científicos.Que el presidente pueda rechazar por su ignorancia del pasado debido a su procedencia de clase y sus pocos estudios no lo autoriza a desmentir las pruebas aportadas por la presencia de cientos de campos de concentración en toda Argentina.
Dentro de la guarnición militar de Campo de Mayo funcionaron al menos 4 centros clandestinos de detención durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983) y antes de ésta: “El Campito” –también nombrado como “Los Tordos”, el Destacamento de Inteligencia 201 conocido como “Las Casitas” o “La Casita”, la Prisión Militar de Encausados y el Hospital Militar Campo de Mayo, etc. En Lanús (48 km2) desaparecieron 400 personas y hubo 7 centros clandestinos. Esto rubrica que la cifra de 30.000 es más que ajustada hacia abajo por el inmenso operativo de terror montado en Argentina.
De los "8.753" desaparecidos que contrabandeó Milei durante el debate, no está él en condiciones de presentarlos con nombres y apellido, porque no provienen de un riguroso análisis y control de lo que sucedió en ese lustro de masacre genocida en Argentina. Las Abuelas de Plaza de Mayo, rechazaron la manipulación y la "vergonzosa mentira permanente" de negacionistas como Milei. Milei “sin ficha limpia” volvió a negar la existencia de 30.000 detenidos desaparecidos y sostuvo que ese número no puede ser considerado parte de un consenso de la democracia porque, a su criterio, "mentir es grave" y "una aberración". Esto lo afirma quien oculta la verdad del proceso político que está conduciendo en favor de transferir riquezas y posibilidades para que las grandes multinacionales a las que él responde, le permitan al presidente enriquecerse personalmente, como está sucediendo a través de sus testaferros tipo el senador viajero Edgardo Kueider o el bagayero Cristian Ritondo (otro sin ficha limpia), a quien Milei sin ruborizarse salió a defender a pesar de sus más de 20 propiedades no declaradas en EEUU (www.clarin.com 19/12/ 2024).
Los crímenes de la dictadura no proscriben
El peso de este enorme botín personal es el que hace que Milei niegue que hayan sido 30.000 los detenidos-desaparecidos y llame "excesos" a los crímenes y delitos de lesa humanidad cometidos por el régimen militar y que las grandes patronales de Argentina saluden que el régimen político les garantice un salvo conducto histórico que los libere de la responsabilidad de haber entregado al matadero a activistas, delegados y Comisiones Internas (CI) durante la dictadura militar para enriquecerse con sus emprendimientos. Que Milei niegue los "delitos aberrantes" cometidos por la última dictadura militar, lo pinta de cabo a rabo y lo incorpora a la tropilla de los más que fanáticos de los métodos genocidas.
La dictadura militar significó un retroceso cultural y humano
El proyecto de disciplinamiento y reorganización de la sociedad durante la dictadura no se limitó a la persecución, represión y desaparición de las CI y cuerpos de delegados, sino que el estado terrorista produjo censura y persecución a intelectuales, escritores, artistas, poetas, educadores, periodistas, etc. El accionar represivo abarcó la desaparición de personas, el robo de bienes artísticos y la apropiación de niños. La cultura era para los milicos un campo de batalla. Ramón Camps lo explicó a la revista La Semana: “La lucha que se llevó a cabo contra la subversión en la Argentina no termina solamente en el campo militar. Esta lucha tiene varios campos y tiene por finalidad conquistar al hombre. Todos los sectores de la población deben apoyar esa conquista del hombre, su mente y su corazón”. La dictadura fue una brutalización de alcance nacional: control, censura, represión y producción “cultural”. De un lado estaban los campos de concentración, las prisiones, las torturas y los grupos de tareas. Hubo una compleja infraestructura de control cultural y educativo -acompañada por un gran presupuesto provisto por las grandes empresas que sostenían el emprendimiento- lo cual implicaba equipos de censura, análisis de inteligencia, abogados, intelectuales y académicos, decretos e infraestructuras complementarias e inseparables. La censura y el control cultural estaban centralizados en el Ministerio del Interior. Allí funcionaba la Dirección General de Publicaciones (DGP), organismo con poder de policía, para controlar el cumplimiento a través de la PFA pudiendo solicitar la colaboración de las FA en todo el territorio nacional. Allí intrigaban contra el pueblo trabajador: la SIDE, los Estados Mayores de las tres fuerzas armadas, el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Ministerio del Interior que gestionaba los Centros Clandestinos de detención o campos de concentración, además de mantener un contacto permanente con el Ministerio de Educación. Ese intercambio con Educación se producía directamente con una dependencia llamada Asesor de gabinete o Recursos Humanos, a cargo de un oficial superior del Ejército educado en la doctrina de los boinas verdes. En ese ámbito funcionaba la delegación del servicio de inteligencia del ejército. Destruir la cultura en la última dictadura era hacer inteligencia en la red escolar: se quemaban libros en el Regimiento de Infantería Aerotransportada XIV del Comando del III Cuerpo de Ejército, los libros habían sido saqueados de librerías, bibliotecas y colecciones particulares y 80.000 libros robados por la Policía de Santa Fe. Las 24 toneladas del Centro Editor de América Latina en junio de 1980 fueron prendidas fuego en un baldío en Sarandí. Entre otros, había libros de los revolucionarios León Trotsky, Ernesto Guevara, Carlos Marx, Fidel Castro, Mao Tsé Tung, también Juan D. Perón, Enrique Medina, Blas Matamorro, Griselda Gambaro. De Eudeba los milicos piromaniacos, avalados por el empresariado, se llevaron 90 mil volúmenes que jamás aparecieron (Base de datos ¿Qué ocurrió con la cultura y la educación…” infd.edu.ar https://ifd12-nqn.infd.edu.ar › sitio upload).
Milei como Villaruel, dos fascistas, pretenden volver al régimen genocida; ése es el esquema que han elegido. El número de 30.000 desaparecidos y el genocidio cultural cometido desnudan la tarea por la que están trabajando los proto genocidas.
¡Vivan 30.000 compañeros siempre presentes! Abajo el fascismo.
(*) De Política Obrera