por Lisandro Martinez*
“Si yo fuera Maradona saldría en Mundovisión pa' gritarles a la FIFA que ellos son el gran ladrón” (Manu Chao).
El desembarco de Milei en la Selección
Lionel Scaloni (DT) y el dibu Martínez (arquero) del equipo nacional del fútbol argentino se declararon partidarios de la política de Milei, sin decir una palabra sobre el hambre y la opresión social que esa política descarga sobre desocupados y jubilados quienes perciben $272.000 cuando la canasta para el anciano está valuada en $912.584 (www.clarin.com.ar 25/92024).
En un primer examen el seleccionado de Milei perdió con Paraguay 2 a 1. Ante esta anomalía personas que militan o posan como militantes de la izquierda me han señalado que esas declaraciones son sólo “opiniones personales” de estos deportistas. Todo lo contrario, el posicionamiento de estos deportistas es que ya elucubran como dan el gran salto para ser explotadores económicos del fútbol y de sus propios compañeros de profesión vía las SAD u otras arteras combinaciones con las apuestas legales e ilegales en el fútbol. Se están conformando como grupo con el Kun Agüero y otros que buscan sacar aceite de las piedras en nombre de la libertad de comercio. Para actuar como Diego Armando hay que tener una mamá como doña Tota y un viejo como don Diego: ellos establecieron esa personalidad genuina y esos principios intransables que llevaron a Diego Maradona a ser el mejor jugador de fútbol
del mundo, líder mundial del sindicato de futbolistas internacionales y enemigo jurado de lospoderosos. El papá de Agüero utilizó otros métodos sobre su hijo. Sergio "Kun" Agüero ha estado asociado con apuestas deportivas y con el mundo de los esports (deportes electrónicos). En abril de 2024, Agüero compartió con sus seguidores sus opiniones sobre el partido entre el Manchester City y Real Madrid y apostó u$s10.000. En noviembre de 2024, Agüero anunció su acuerdo con Stake.com, una plataforma de apuestas deportivas en línea que sólo acepta criptomonedas: el fraude preferido de Milei. Maradona por el contrario se propuso actuar en nombre de millones a los que el fútbol les corre por las venas e intentó organizar la defensa de los derechos de los jugadores internacionalmente, proponiendo métodos de trabajo para evitar la superexplotación empresarial sobre los laburantes del balompié.Un cacho de historia
El fútbol internacional tuvo para los argentinos un antes y un después de las huelgas de los años ‘50. De allí salieron jugadores convertidos en enérgicos defensores y hasta delegados sindicales de sus compañeros y otros que aprovecharon la volada y se pusieron al servicio político de los poderosos como sucedió con Alfredo Di Stéfano, un adelantado a Scaloni y el dibu Martínez que hoy le chupan las medias a Milei. Di Stéfano en 1954 elaboró un acuerdo político, deportivo y económico con la dictadura de Francisco Franco, de enriquecimiento personal y pasó a ser el embajador deportivo del franquismo, incluso incorporándose a la selección española para recorrer el mundo como embajador del régimen de terror. Buenos Aires hasta más allá de los ‘50 fue el cuadrilátero de la lucha entre las dos fracciones de la guerra civil española que se dirimía en las calles, sobre todo en la Avenida de Mayo, donde republicanos y falangistas que se habían establecido en Argentina luego de la guerra civil española se enfrentaban a golpes, palos, piedrazos y algún que otro disparo cada vez que se cruzaban. Casi una década después con esos antecedentes, se gestó en Argentina la llegada del combinado español con la presencia de Di Stéfano para protagonizar un partido amistoso con un combinado argentino. El fútbol nacional se murmuraba, estaba devaluado tras su participación en el Mundial de 1958 por el “desastre de Suecia”. Aunque un año antes tuviera como delantera a Corbatta, Maschio, Angelillo, Sivori y Cruz, y Grillo como relevo. El 24/7/1960 en el estadio de River se jugó en un clima denso donde el objetivo de la popular era alentar a los jugadores a pintarle la cara a “los gallegos” y bajarle los humos a Di Stéfano quien había renegado de su argentinidad, pasando a ser el propagandista número uno del verdugo, utilizando el deporte para lavarle la sangre a la máquina asesina del franquismo que usó hasta bien entrado el siglo XX “el garrote vil”, método de tortura medieval que finalizaba con la muerte del reo por estrangulamiento. La última víctima de esa barbarie fue el militante comunista Julián Grimau, asesinado 20/4/1963. Para los falangistas que vivían en Argentina, la política de disimulo frente a los asesinatos del franquismo la ligaban a la utilización de la prestigiosa “Saeta rubia”, Di Stéfano, pero el clima general en las tribunas era de ajustar cuentas con la maquinaria franquista y denunciar a un gran jugador argentino al que por el bolsillo convirtieron en un genuflexo de una maquinaria criminal. Esa tarde, el renegado “ex argentino” Alfredo Di Stéfano jugó para los españoles siendo visitante en el país que lo parió como hombre y jugador. Los gallegos salieron al campo de juego muy cuestionados y con un murmullo permanente de desaprobación. Lo maravilloso fue la primera pelota que le dieron al “Coco” Oscar Rossi, un habilidoso que lució sus desfachatadas gambetas en Huracán y San Lorenzo y una pena que de esa mercadería hoy ya no queda; el Coco entretuvo la pelota y fue hamacándose frente a todos los gallegos que se le cruzaban o le salían al camino hasta que encontró a Di Stéfano, le hizo dos o tres amagues de cadera hasta que lo obligó a abrir las gambas y el estadio se vino abajo con la venganza consumada: el Coco le metió un caño de ida y vuelta que fue la vindicta pública del fútbol a la criolla contra un hijo equívoco. A partir de allí todos fueron oles y oles y marranos despatarrados por toda la cancha por una lección inolvidable del potrero destrozando el pizarrón. En Goles, revista deportiva semanal de aquel momento, el periodista deportivo Enzo Ardigó resumió el triunfo con el título de: “Argentina ganó jugando ‘su’ fútbol”. Ese fútbol era el de la inventiva, la sorpresa, sin tácticas estructuradas que muchos técnicos impusieron después, para afear aunque sea un poco al ballet de la destreza y la pelota al pie que al final siempre pone –aunque no lo quiera- en ridículo al rival.
A la Argentina la representaron Antonio Roma, Rubén Marino Navarro y Miguel Ángel Vidal, Carmelo Simeone, Juan Héctor Guidi y Federico Sacchi; Norberto Constante Boggio, Oscar Pablo Rossi, Norberto Menéndez (75’ Walter Jiménez), José Francisco Sanfilippo (70’ Ernesto Grillo) y Raúl Oscar Belén. Quien los orientaba era Victorio Spinetto. Una clase magistral fue ver a “la Saeta” corriendo de aquí para allá sin encontrar nunca la pelota siendo la principal víctima del toque en varios “locos” que le hicieran protagonizar los argentinos. Los gallegos se llevaron una oferta de liquidación que no pudieron despreciar: sólo dos goles de Sanfilippo.
(*) De Política Obrera