domingo, 27 de octubre de 2024

De Lanús a La Boca y a la Isla Maciel

por Omar Dalponte

  Una mañana gris. El viento más que fresco y amenaza de lluvia. No importó. El sol estuvo en nosotros. La fuerza de la amistad, las ganas de compartir un rato, aprender un poco y disfrutar de la vida pudieron más. Y allá fuimos  las mujeres y varones del taller de Historia de Lanús de la Unla. Y allá estuvimos. Junto al mítico Riachuelo, frente a la Vuelta de Rocha. En La Boca. A la que entre tantas cosas se le cantó al callejón, al tano Genaro con su acordeón y su canzoneta gris de ausencia. Cerca de Suárez y Necochea, esquina que el poeta eligió para esperar a Balmaceda y Pancho Alsina, quienes una noche "allá en Portones lo salvaron de la muerte" vaya uno a saber en qué trifulca. Riachuelo, el que alguna vez fue retratado como un "Turbio fondeadero donde van a recalar, barcos que en el muelle para siempre han de quedar, sombras que se alargan en la noche del dolor... náufragos del mundo que han perdido el corazón... Puentes y cordajes donde el viento viene a aullar, barcos carboneros que jamás han de zarpar...torvo cementerio de las naves que al morir, sueñan, sin embargo, que hacia el mar han de partir". 

   La Boca y su eterno encanto, ese cacho de barrio sur de la gran ciudad, con algunos frentes de edificios viejos que se mantienen en pie, y que desde el silencio, con voces que  llegan del pasado nos recuerdan lugares que, en tiempos de atrevida juventud, fueron puertos de ilusiones y sitios de

aprendizaje  entre "nubes de humo", perfumes de mujer y compases de tangos. La Boca de los cafetines, que Homero Expósito con las pinturas mágicas de su prosa dejó para siempre  representados en estas bellas palabras: "Por los viejos cafetines siempre rondan los recuerdos y un compás de tango de antes va a poner color al dolor del emigrante. Allí florece el vino,la aldea del recuerdo y el humo del tabaco. Por los viejos cafetines siempre rondan los recuerdos de un país y de un amor". La legendaria  Pedro de Mendoza ya no es la calle del Cardif, el Stella Maris y el Avión. El asfalto desalojó al empedrado y las persianas bajas de galpones nostálgicos se me hacen telones de hierro que ocultan luces de un pasado  que se me vino de pronto y desapareció como desaparece la luz de un fósforo. Recuerdos... que si los tratás bien, al final son como caricias que vienen de lejos. Las voces de las pibas de Acumar nos regalaron relatos de tiempos nuevos donde la actual geografía nos presenta una postal diferente. Pero también contaron cosas de otros tiempos, y cómo esas cosas fueron cambiando. Y pasamos al otro lado del río, previa parada en el viejo transbordador, a visitar la Isla Maciel, barrio de Dock Sud, en Avellaneda, que debe su nombre a Cosme Maciel, un santafesino que antaño tuvo, según dicen, un astillero en este lugar. Da la sensación de que allí el tiempo se detuvo. Isla Maciel. Del Palmareñito en la década de 1960. Y mucho antes, principios del siglo XX, sitio donde funcionó el célebre prostíbulo El Farol Colorado. Algunas historias hablan de la conocida madama, nombrada como "La Princesa Matilde", una mujer brava que además de manejar a sus pupilas se encargaba incluso de abonar los jornales de los equipos de médicos higienistas, vacunadores y desinfectadores, que seguramente prestaban atención a las chicas del lugar. Este lupanar sirvió de inspiración a Enrique Cadicamo que lo describió así: "Hubo hace muchos años en la Isla Maciel un turbio atracadero de la gente nochera; ahí bajaba del bote la runfla calavera a colocar su línea y a tirar su espinel. Se llamaba ese puerto El Farol Colorado y en su atmósfera insana, en su lodo y su intriga, floreció la taquera de la lata en la liga, de camisa de seda y de seno tatuado.Al entrar se dejaba todo en el guardarropa: revólveres, taleros y los cabos de plata; la encargada del mismo, una gorda mulata estibaba sus grasas en la proa y la popa. En el salón sonaba la pianola ruidosa, el cine pornográfico caldeaba aquel ambiente y cuando el intervalo, los vasos de aguardiente continuaban aquella velada indecorosa. Cuando en alguna pieza se oía la jarana de la mujer que a veces no se mostraba activa, una frase en polaco, de la regente iba como un chirlo en la nalga de la mina haragana. El pecado, la riña, el vicio, la bebida, el rencor, el delito, la lujuria, el recelo, eran las flores negras que brotaban del suelo de esa isla del diablo y de la mala vida." Salute.