por Omar Dalponte*
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Felizmente, atendiendo a un pedido de la Comisión Permanente de Homenaje a don Guillermo Gaebeler, las autoridades municipales a cuyo frente se desempeña el señor intendente Dr. Julián Álvarez, dispusieron e hicieron efectiva la reparación del monumento a Domingo F. Sarmiento y del busto de don Guillermo Gaebeler, fundador de nuestra Villa General Paz de Lanús Este. Ambos se hallaban en un lamentable estado de deterioro y hoy, muy bien arreglados por personal municipal, lucen, como corresponde, en la principal plaza de nuestra localidad. Cuidar los monumentos, esculturas, bustos, murales, cuadros y cualquier otra obra que recuerde personajes y sucesos importantes de nuestro Distrito es preservar el patrimonio cultural de Lanús. Asimismo, cuidar todo lo que signifique pruebas de lo acontecido en cada una de nuestras provincias y de lo realizado por cada uno de los protagonistas que cumplieron roles importantes a lo largo de la historia, es atesorar un valioso capital informativo que nos permitirá conocer como y con quienes se fue haciendo nuestro país. Al conservar,. traducido en obras, momentos y figuras de nuestro pasado, con sus luces y sus sombras, es ayudar a mantener viva la memoria y a demostrar quienes fueron y que hicieron cada uno de los actores en su época. Preservar el conjunto de bienes materiales e inmateriales acumulados a lo largo del tiempo, que se consideran valiosos para las personas o la sociedad, es también colaborar para que las mentiras, difundidas generalmente por quienes persiguen fines inconfesables, no se impongan sobre las verdades históricas. Es posible que algunas de las figuras o hechos representados artísticamente sean o no de nuestro agrado. Pero eso no es importante. Lo significativo es conocer a
quienes transitaron por la vida en otros tiempos, así como las cosas ocurridas que, en definitiva, deben servir para que sepamos de donde venimos, que circunstancias heredamos, y cuales fueron nuestros predecesores. También, la conservación de imágenes y de literatura de épocas pasadas nos permite reconocer aciertos, criticar errores y aprender de ambos.Todo deja enseñanzas. Lo bueno y lo malo.
En la historia de todos los lugares del mundo existen los Caines y los Abeles y nosotros no somos la excepción. Aquí tuvimos y tenemos a nuestros héroes y villanos, en plazas, calles y salones, en los templos, en los estadios deportivos, en bares y hasta en tugurios recónditos de nuestra geografía podemos apreciar o despreciar la existencia de santos y demonios; observar los del pasado y ver los del presente.
Nuestros ayeres están llenos de blancos y negros. Tampoco escasean los grises donde convivieron en raro maridaje los cuervos y los colibríes. Así es la cosa. En la vida no hay solo mieles. También existen el acibar y otros jugos amargos. Los amores y odios nacieron en el principio de la humanidad y aún tienen plena vigencia sin detener su marcha en paralelo.
Ningun país del mundo, históricamente, ha demostrado capacidad para garantizar calidad de vida óptima, permanente, para su gente. Infinidad de guerras, dos de ellas mundiales en un mismo siglo, crueles, deshumanizadas, cómo son todas las guerras, y miles de genocidios que se dieron y dan en los cuatro puntos cardinales de la Tierra, demuestran que el drama humano de la desigualdad y la injusticia persiste y parece, lamentablemente, que no tendrá fin.
El pasado es inmodificable. Y las acciones, buenas y malas, realizadas por los protagonistas principales de tiempos anteriores tampoco pueden ser cambiadas.
Todo es historia. Y todos los espacios históricos seguirán ocupados por quienes alguna vez vivieron sus presentes.
No olvidar, no negar, nutrirse de lo bueno, despreciar lo despreciable, bregar por la seriedad y el uso de la verdad en el relato del pasado, conservar nuestro patrimonio histórico con el debido cuidado, seguramente contribuirá a qué desde este difícil presente podamos edificar el futuro que merecemos. En esto estamos. En esto seguiremos.
(*) Ex director del Museo Municipal Piñeiro