por Omar Dalponte*
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En política, Patricia Bullrich es la imagen más clara de la mentira y uno de los más contundentes ejemplos de la antidemocracia. En tiempos en que la política, en Argentina, tuvo mayor jerarquía, hubiese podido pretender, únicamente, ser candidata a internada en un manicomio.
Montonera de utilería. Ahora, ante el paso implacable de los años transita el territorio de los delirios con destino incierto. Es, sin dudas, el paradigma de la desvergüenza y la locura instalado en el escenario de la política nuestra de cada día. Por eso es disparatado que figuras de relevancia, seguramente sin la información adecuada, realicen afirmaciones que, ni por lejos, se ajustan a la muy mediocre y absurda realidad de esta mujer incapaz de desarrollar una sola idea con claridad y coherencia Decir que Bullrich perteneció a Montoneros es falso, y un insulto a una organización que, con sus aciertos y errores, en un tiempo de resistencia popular enfrentó dictaduras que asolaban a la Argentina en las décadas de 1960, 1970 y parte de 1980. Quienes le atribuyen haber formado parte de la organización guerrillera Montoneros deberían revisar algunos datos que tal vez, por ser muy jóvenes o de mediana edad, ignoran o simplemente no se han detenido a examinar. Patricia Bullrich nació en 1956, o sea en el año siguiente a la caída del peronismo. De manera que fue una niña muy pequeña durante todo el período de la primera y gloriosa Resistencia Peronista. Así que, allí, nada que ver.
En el año 1970 la organización Montoneros hace su aparición pública cuando procedió al muy merecido secuestro y posterior ajusticiamiento del general asesino Pedro Eugenio Aramburu, responsable de haber masacrado, torturado y encarcelado a cientos de
peronistas. Bullrich tenía entonces apenas 14 años. En 1979 y 1980, años previos a la desaparición en escena de Montoneros, tiempo en que ocurrió la denominada contraofensiva de esta organización, la hoy dirigente ultramacrista contaba apenas 23 o 24 años. No hay constancias serias de que haya tenido participación alguna en tal o cual operación militar. Puede ser que, por ahí, estén dando vueltas algunas fotografías junto a determinados dirigentes de la Juventud Peronista. Pero eso no acredita nada significativo. Bullrich, a quien algunos desprevenidos que hablan porque el aire es gratis intentan presentarla como una “niña terrible” de los años 70, en el mejor de los casos, en aquellos tiempos agitados, no pasó de ser una “perejil” cualquiera con afán de figurar y dueña de algún recurso económico rascado de los monederos de una familia de bien. La suya. En la peor de sus actuaciones bien pudo haber cumplido, como se ha leído en algún comentario, con el rol indigno de ser delatora al servicio de los represores. En uno de los momentos que contra los verdaderos combatientes el accionar de la dictadura y sus secuaces se desarrollaba con extrema ferocidad -1977- Patricia Bullrich partió a hacer turismo disfrazada de exiliada política. Primero en Brasil y posteriormente, en España. Ya recuperada la democracia por las luchas populares, volvió a nuestro país para subirse de nuevo al carro del peronismo. Durante el período de su huida "por las dudas", no produjo ninguna señal que demostrara su pertenencia a Montoneros ni a ninguna organización revolucionaria. Si, hay sospechas de que su cuñado, el oscuro Rodolfo Galimberti, habría estado vinculado a la CIA y compartido algunas andanzas con Patricia mientras fungía de alcahuete. De regreso de su gira turística, a partir de de 1983, es cuando la señora Bullrich logra adquirir en la Argentina alguna notoriedad en sectores del peronismo. Poco más adelante, en 1984, Bullrich empezó a perfilarse dentro de Intransigencia y Movilización, una corriente fundada por el senador catamarqueño Vicente Leónidas Saadi.Después, allá por 1987, revoloteó en el sector cafierista y en 1993, fue elegida diputada por la Capital Federal, en la lista que encabezó Erman González, por el Partido Justicialista, secundado por Miguel Ángel Toma, apoyando las políticas del gobierno de Carlos Menem. Su actuación política posterior, en tiempos de De la Rúa, Domingo Cavallo y luego durante el macrismo, fue totalmente despreciable. Desde rebajar jubilaciones hasta cargar en su mochila presuntas responsabilidades por muertes como la de Santiago Maldonado, según acusaciones publicadas en distintos medios, todo la hace aparecer como un ser que no merece participación en la vida democrática de nuestro país.
Sinceramente, sorprende y duele ver cómo aún, a pesar de sus antecedentes, participa con algún apoyo en el actual proceso electoral. Esperamos sepa el pueblo, a través del voto, apartar del camino a tan oscuro y mediocre personaje. Que la relaten como quieran. Pero las cosas son como son y parafraseando al gran Discépolo se nos ocurre cerrar con aquella conocida frase: “Mordisquito, a mi no me la vas a contar!”. También, nos parece bien concluir esta nota con un respetuoso recuerdo a quienes, entre muchas otras y otros, en la lucha por la liberación nacional de la Patria fueron combatientes de verdad: María del Carmen Clemente, Adriana lesgart, Cristina Barrionuevo, Norma Arrostito. Fernando Abal Medina, Gustavo Ramus, Ignacio Vélez, Emilio Maza, Héctor Araujo, José Sabino Navarro, Carlos Hobert, Raúl Yager, Roberto Perdía, Fernando Vaca Narvaja y Mario Firmenich.
(*) De Iniciativa Socialista