por Omar Dalponte
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El proceso de crecimiento y bienestar de nuestro país y los beneficios otorgados con toda justicia a los sectores populares de la Argentina durante los gobiernos ejercidos por Néstor Kirchner y Cristina Fernández en el período comprendido entre los años 2003 y 2015 fue posible dentro de una realidad nacional y latinoamericana favorable que nos invitaba a imaginar un futuro de progreso sostenido y de felicidad para nuestros pueblos. Nunca, antes en nuestra historia, los lazos de fraternidad con los países hermanos, a nivel de gobiernos y de pueblos, habían sido tan fuertes como los que pudimos estrechar en el curso de aquellos doce años. No hay, creemos, antecedentes de unidad y solidaridad tan sólidas entre los presidentes de la Patria Grande como las alcanzadas en aquellos tiempos por Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Lula da Silva y Dilma Rousseff con Rafél Correa, Evo Morales, Michelle Bachelet, José Mugica, Tabaré Vazquez, Fernando Lugo, Hugo Chavez, Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Fidel y Raúl Castro. Aún está fresco el recuerdo del triunfo contra el ALCA en 2006 y la magnífica acción de paz por gestión de Néstor Kirchner, quien en 2007 se internó en la selva colombiana logrando la liberación de rehenes retenidos por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) También está vivo en el recuerdo el hecho protagonizado por este ex presidente argentino en el año 2010 cuando evitó la guerra entre Colombia y Venezuela, naciones hermanas con dos de los ejércitos más desarrollados de América del Sur. Todavía, entre otras cosas, está muy presente el episodio no menor de la actitud solidaria de la Argentina hacia Honduras ocurrido en 2009 y la solidaridad de todos los presidentes democráticos con el pueblo hondureño. En aquella oportunidad la presidenta argentina - Cristina Fernández - decidió retirar el reconocimiento diplomático a la embajadora de Honduras en nuestro país, Carmen Eleonora Ortez Williams "por el apoyo público que la diplomática dio al golpe de estado que el 28 de junio de aquel año derrocó en su país al presidente constitucional Manuel Zelaya y puso en su reemplazo a Roberto Micheletti".
Nunca olvidarán los pueblos Latinoamericanos la disposición y el poder de convocatoria de la
presidenta Cristina Fernández cuando por el quiebre del régimen democrático de Honduras, reunió a varios presidentes en un frente común por la libertad y la democracia. Estos hechos puntuales, inéditos en nuestra América, fueron -entre otros cercanos- grandes eslabones en la cadena de fuerte amistad labrada en doce años de ganancia honorable para todos y todas en nuestro continente. Esta amistad a nivel de pueblos, no de gobiernos, seguramente no se ha debilitado y debemos preservarla como un bien muy preciado pues es necesario trasladarla al futuro para que las nuevas generaciones la sostengan en el tiempo y hagan realidad concreta el eterno sueño de la patria grande. No es tarea fácil. No transitamos un camino recto y despejado sino que en él hallamos y hallaremos miles de escollos que las oligarquías locales, los poderosos grupos económicos y financieros, el imperialismo yanqui y las grandes corporaciones que reinan en gran parte del mundo colocan y colocarán por delante. Las potencias coloniales tratan y tratarán por todos los medios de impedir la real unidad e integración latinoamericana y caribeña porque las inmensas riquezas existentes en nuestra América son un bocado que históricamente han pretendido robarnos e infinidad de veces lo han logrado. Para ello necesitan gobiernos sirvientes y pueblos sometidos. No es casualidad la existencia de los Macri en Argentina, los Bolsonaro en Brasil, las Dina Boluarte en Perú, Jeanine Añez en Bolivia, Lenin Moreno en Ecuador y Luis Lacalle Pou en Uruguay.Ante el afán de los países dominantes por arrebatarnos los recursos naturales -el agua, el petróleo y los alimentos, preferentemente- habremos de prepararnos para una lucha muy difícil y los mejores senderos a seguir son los que conducen a la unidad y la integración de nuestros pueblos. En este tiempo del pasado cercano han ocurrido situaciones favorables y adversas. Ahora mismo los platos de la balanza pueden volcarse para uno u otro lado y en este momento de definiciones es útil revisar algunas cosas.
Los fallecimientos de Néstor Kirchner y del comandante Hugo Chavez fueron dos golpes muy dolorosos. Honduras y Paraguay, por sendos golpes de estado (2009 y 2008 respectivamente) han sido desviados del camino que el hondureño Manuel Zelaya (con sus limitaciones) y el paraguayo Fernando Lugo emprendieron en su momento. Venezuela es un objetivo que el imperialismo quiere destruir o apoderarse contando con la complicidad de sus aliados locales. Perú está en llamas, Argentina, si los principales referentes de lo nacional y popular no se sitúan a la altura de las circunstancias, corre el riesgo de caer nuevamente en las sucias manos del neoliberalismo.
Pero a pesar de todo, si orientamos nuestras miradas hacia lo positivo podremos ver en el escenario latinoamericano y caribeño realidades valiosas. Cuba, con su presencia rectora, sigue siendo un faro. La recuperación del gobierno de Chile habiendo superado electoralmente a la derecha, ha sido un acontencimiento realmente importante. Pasado el esperanzador momento de Sanchez Cerén en El Salvador, durante el cual se vivió un tiempo de buenos diálogos y acuerdos desde América Central hacia el Sur, el pueblo salvadoreño optó por Nayib Bukele que, por lo menos hasta ahora, ejecuta políticas que le permiten mantener una imagen positiva frente a la sociedad. La elección de Lacalle Pou en 2020 como presidente de Uruguay no ha sido una buena noticia para la actual etapa y los procesos que se avecinan en la política rioplatense. ¿Triunfará el Frente Amplio uruguayo en las próximas elecciones?. Esperemos que el pueblo oriental sepa encauzar su situación y llevar a su glorioso país hacia mejores destinos, dejando atrás este instante de retroceso para Uruguay que, gobernado por la derecha, está alejado actualmente de la posibilidad de integrarse fraternalmente con Argentina y Brasil para construir progreso en nuestra región. Pensamos que López Obrador en México, Gustavo Petro en Colombia y Luis Arce en Bolivia son esclarecidas personalidades políticas con quienes es posible acordar acciones que vayan iniciando el camino hacia la concreción de los Estados Unidos de Nuestra América. Recientemente López Obrador manifestó públicamente que por considerar espurio al gobierno de Dina Boluarte en el Perú se niega a entregarle la presidencia de la Alianza del Pacífico. Todo un gesto en favor de la democracia. En nuestro país los ataques contra Cristina Fernández cuando fue presidenta de la República y luego de haber concluido su mandato han sido y siguen siendo feroces. Salió ilesa de un cobarde atentado contra su vida salvándose por milagro y es víctima de una despiadada persecución cuyo fin es proscribirla y sacarla definitivamente del escenario político. Nuestros enemigos son sin dudas poderosos. Pero no nos faltan motivos para ser optimistas porque el pueblo, nuestro pueblo, a lo largo de la historia, en situaciones límites, ha dado más de una prueba que sabe y puede colocar las cosas en su debido lugar. En nuestro país transitamos un año electoral, y si bien la derecha, en sus distintas variantes, ha logrado obtener un respaldo en votos importante no es menos cierto que el Frente de Todos cuyo eje es el Peronismo, es una fuerza política potente con protagonismo principal asegurado en cualquier elección. El Peronismo puede y debe triunfar en los comicios de este año 2023 porque no sólo se juega el futuro de la Argentina sino también la posibilidad de avanzar en la integración y unidad de Nuestra América.
Explicar respecto a las condiciones favorables que tenemos a nuestro alcance para trabajar por la unidad de los pueblos de nuestra América sería repetir, seguramente no con tanta autoridad y sabiduría, argumentos expuestos por grandes personajes de nuestro pasado y del presente.
José Martí y Manuel Ugarte propusieron y militaron esa unidad magistralmente y con coraje. También Juan Perón en distintas oportunidades. Asimismo el maestro Norberto Galasso en infinidad de trabajos de lectura obligada para quienes nos sentimos comprometidos con la causa de la Patria Grande.
El licenciado Carlos Javier Avondoglio, en su magnífico trabajo La Unidad Latinoamericana en el Pensamiento Político del Siglo XX nos dice: "Primero fueron las armas, con San Martín, Bolívar y Artigas. Luego las letras, con Manuel Ugarte y la generación del ‘900 Por último, y hasta la actualidad, la política, con Juan D. Perón como principal arquitecto. He ahí el itinerario básico de la lucha por la unidad latinoamericana: armas, letras y política". Y agrega: "Hacia 1924, Juan Carlos Mariátegui (1894-1930) podía aseverar que los pueblos de la América española se mueven, en una misma dirección. La solidaridad de sus destinos históricos no es una ilusión de la literatura americanista. Estos pueblos, realmente, no sólo son hermanos en la retórica sino también en la historia”. Tal cual. Y si bien no somos todos iguales porque cada pueblo tiene su propia idiosincrasia, somos muy parecidos. El lenguaje común es el factor importantísimo que nos permite comunicarnos fácilmente. Tengamos en cuenta que desde la Antártida Argentina hasta México con excepción de Brasil, Belice, Guyana , Haití , Surinam y algún otro país, la inmensa mayoría hablamos el mismo idioma. Entre los países de América Central, El Caribe y América del Sur las similitudes nos hermanan y las diferencias nos enriquecen.
En la lucha por la unidad de Nuestra América habrá avances y retrocesos. Pero hay muchas posibilidades de triunfo porque los pueblos es muy posible que, alguna vez, comprendan que poseen la fuerza de las mayorías y pueden ser capaces, tal como pronosticó el gran Salvador Allende, "mucho más temprano que tarde, de abrir las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor». En esta lucha es fundamental dar pelea en el territorio de la Cultura y muy especialmente en defensa de nuestro idioma, que, en tanto uno de nuestros bienes principales, el imperialismo pretende colonizar.
La defensa de nuestro idioma es sinónimo de defensa de la soberanía nacional. El idioma hace a la identidad de los pueblos, a sus tradiciones, a sus costumbres. Aceptar su deformación por cualquier circunstancia es adoptar una actitud pasiva y negativa ante la penetración cultural que los países más poderosos practican o intentan practicar respecto a los más débiles. Plantarse frente a esa penetración, una de las formas de colonización de más alta peligrosidad, es parapetar a la Patria contra las pretensiones de quienes utilizando miles de artilugios están decididos a someternos. Nuestra lucha en defensa del idioma es una pelea que debemos dar aquí y ahora. Que esta causa no sea solamente una causa de los argentinos. Que sea también una causa de toda Nuestra América.
(*) De Iniciativa Socialista