miércoles, 1 de febrero de 2023

Patotas, estado, e impunidad judicial


por Lisandro Martínez*

La acción de una patota es cobarde porque siempre actúan en mayoría. Atacan a a indefensos, se entrenan para ejercer la más brutal violencia y lastiman a individuos desprevenidos y por sorpresa. La patota opera en manada y con un plan pre establecido. 

Por lo tanto el ataque ladino del 20 de octubre de 2010 en Barracas y la provocación dentro del boliche Le Brique son un calco y los métodos para con las víctimas similares. En las dos ocasiones participaron desde el estado la Policía Federal y la Bonaerense. En Barracas dejando la zona liberada a propósito para que ingresara la patota convocada por el sindicato de la Unión Ferroviaria con el guiño del gobierno para que tiraran a discreción –se dispararon 5 armas de distinto calibre-. En el boliche Le Brique la zona liberada al retirarse la escasa policía fue aprovechada por la patota al grito: “Es ahora”, para llevar a cabo una acción ejemplificadora que honrara a “los demoledores” como les gustaba ser identificados. 

Quien a estas alturas reclame: ¿Dónde estuvo el plan que llevó a la muerte a patadas de Fernando? quiere ocultar el método ascendente de la patota que estuvo varios fines de semana practicando ataques en boliches de Zárate y de las zonas cercanas. 

La práctica semanal de asaltos al prójimo indefenso que debía culminar cobrándose una vida fue largamente ejercitada en varias oportunidades, por lo tanto el reclamo de uno de los asesinos de: "Me lo voy a llevar como trofeo a este negro de m...", fue la exteriorización del: “Es Ahora”. 

El asesinato de Fernando fue planificado en todos los anteriores actos patoteriles en que se

embarcaron quienes ahora conocemos como “los rugbiers de Zárate” y que tuvieron una
intensa práctica inhumana para arrebatar una vida, una experiencia fuerte que sin duda buscaron. Fernando estaba tomando su helado cuando dos podridos le pegaron golpes en la cabeza desde atrás que lo derribaron. Esa práctica de ponerlo de rodillas frente al jefe de la patota Máximo Thomsen, uno de los ejecutores de la ceremonia mortal, estuvo ejercitada en las grescas preparatorias de esta patota. 

La barra brava de Defensa y Justicia (donde ejercitó públicamente el tiro con pistola Cristian Favale en infinidad de trifulcas), lo hizo bajo el amparo de la policía que acompañaba sus desplazamientos. El Payaso Sánchez, otro de los tiradores identificados en el juicio, concurría armado a su trabajo de ferroviario. Esto acumuló experiencias que terminaron con la vida de Mariano Ferreyra e hirieron a cuatro compañeros más.      

Tanto el asesinato de Mariano Ferreyra como el de Fernando Báez Sosa tuvieron ejecutores cuya mecánica y metodología muestran con claridad como accionan las patotas amparadas por el estado o el poder político de Zárate. 

José Pedraza de la UF contrató una patota para reprimir a los tercerizados que reclamaban igualdad ante la ley, lo que terminó con la vida de un joven militante. 

En el asesinato de Fernando la patota conocida como “los rugbiers de Zárate” no necesitaron en Villa Gessel ser contratados por un tercero para repetir su accionar como ya lo habían hecho en su localidad de pertenencia reiteradas veces. Así lo relató Francisco Mateo Santoro frente a los jueces en la 9ª jornada de testigos en el debate que se lleva adelante en el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 1, en el juicio en la ciudad de Dolores: "Son personas que su diversión a la noche era salir a buscar pelea. Les divertía pelear. Ellos provocaban con empujones, con un toque en la cabeza o un vaso derramado. Te ponían a prueba para ver tu reacción. Te quedabas callado todo bien y si reaccionabas ya sabemos el resultado" (https://www.a24.com/ 12/1/2023).

Entre el 9 y el 13/1/2023, el móvil de Crónica TV fue amenazado en la peatonal de Zárate para que se fuera de allí porque “lo iban a pasar mal”. Un entrevistado dijo: “La culpa de la impunidad existente y la zona liberada para los estropicios de ‘los rugbiers’ la tiene la gente que tiene plata y poder”. Inmediatamente un sujeto desde la vereda de enfrente le hizo una seña de corte de cuello para que no hablara. En una marcha en Zárate a favor de la condena a perpetua, varios vecinos se manifestaron en el mismo sentido.

La patota en Villa Gesell

Algunos funcionarios del aparato judicial señalan que no está probado el acuerdo para cometer el asesinato pero durante el juicio quedó claro que el plan se fue perfeccionando mediante todas las peleas que provocó la patota “los rugbiers de Zárate”. 

La manera con que la patota atacó indica que este esquema/plan estaba largamente aceitado, algo que corroboró el joven Pablo Ventura, acusado falsamente del hecho, quien declaró bajo juramento que había visto a los imputados desplegados y maniobrando con las mismas estrategias en Zárate. Es decir, eran jóvenes acostumbrados a desenvolver un plan para matar sin llegar a hacerlo hasta que el bastonero Ayrton Viollaz alzó la voz gritando: “¡Es ahora!”, avisando que con la zona liberada de policías en Villa Gesel y ya fuera del local Le Brique, el jefe Máximo Thomsen debía proceder a la ejecución de la víctima.

Quienes conocen el entramado político y de poder de Zárate consideran que es un símil de la vieja serie Peyton Place, donde frustraciones, estafas y violencia, se ocultan bajo la tranquila apariencia pueblerina, cuya clase mandante no está dispuesta a reconocer la irregular conducta de sus miembros. Por lo tanto eso obligó a rescatar a la patota que asesinó a Fernando. Una iniciativa harto peligrosa porque puede estallar por los aires “la caldera del diablo”. 

En los medios de comunicación se escucha el canto de las sirenas asegurando que en la patota de los rugbiers "ya están todos condenados". El sistema jurídico argentino ha hecho historia otorgando la impunidad más desfachatada en favor de la dictadura militar genocida. Nadie en sus cabales puede asegurar que, a pesar de una sentencia condenatoria, en un lapso de pocos años la patota de asesinos de Fernando no esté libre de culpa y cargo. 

Hugo Tomei el abogado que tomó la defensa de todos los inculpados es conocido en la zona como “el saca presos”. Es el abogado del poder que defendió junto a Horacio Henricot al intendente Osvaldo Caffaro, en una causa por malversación de fondos.

El juicio por el asesinato de Mariano sentó jurisprudencia: No hace falta apretar el gatillo para ser condenado a perpetua como partícipe necesario de una muerte. Perpetua a la patota asesina de Fernando.

  (*) Del Partido Obrero Tendencia