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jueves, 3 de noviembre de 2022

Memorias granates. 2004: Cabrero y Zubeldía, nace una dupla para la historia


por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

Durante el receso de verano de 2005 se barajaron dos alternativas para poner al frente del plantel. Por un lado, se dialogó con Pipo Gorosito y por el otro se tentó al Tata Martino. Independientemente de las carreras futuras de uno y otro entrenador, Néstor Gorosito fue el elegido por descarte, ya que Martino no quiso venir. Los únicos dos refuerzos permitidos fueron el arquero Joaquín Irigoytía, que no llegó a debutar, y el hermano del Rengo Díaz, el “Loco” Román Díaz, que con su gambeta y su comportamiento justificaba el apodo. En el Clausura 2005 Lanús ganó 7, empató 7 y perdió 5 partidos y, luego de varios torneos de pobres campañas, se ubicó un escalón arriba de la mitad de la tabla. El desastre llegó después, cuando se abrió el libro de pases y el insoportable entrenador que pasaba la mayor parte del día tomando sol hizo contratar a Nahuel Fioretto, Catriel Orcellet, el veterano Claudio Marini, el paraguayo Ángel Ortíz, Diego Ceballos y Ariel Carreño, de quien pronto se supo que tenía un parentesco con el DT. La paciencia con Gorosito se acabó mucho antes de lo pensado y la ira de los hinchas se extendió a los dirigentes que lo habían contratado. Pipo fue separado del cargo luego de una dura derrota ante River en el Monumental, aunque la relación estaba prácticamente rota desde la fecha anterior, luego de perder en Arias y Guidi ante Argentino de Rosario. En sus declaraciones posteriores a esa derrota, Gorosito trató de boludos a un niño y a su padre que lo habrían insultado desde la platea.

Mientras tanto, Ramón Cabrero estaba abocado a la tarea de terminar de formar a esos

extraordinarios proyectos de crack que había encontrado en la cantera del club. Después de
pensarlo bien y consultarlo con sus pares, Nicolás Russo lo volvió a llamar. Los dirigentes, que también tenían la mirada puesta en los jóvenes, ya habían advertido el buen trabajo de Ramón, sobre todo el excelente trato que tenía con todos esos pibes. Russo estaba convencido que lo mejor era un técnico como él, con pasado en el club, reconocido y con buenos pergaminos, sin demasiadas exigencias económicas y con un cierto respaldo del público. Ramón reunía todos esos requisitos y podía brindarles a los dirigentes el aire y el tiempo apropiado para replantearse los pasos a seguir. La idea de confiarle el primer equipo estaba en la cabeza de quienes manejaban el fútbol del club, la salida precipitada de Gorosito sólo adelantó los tiempos. En el mejor de los casos, una buena racha convertiría el interinato de Cabrero en un proyecto a largo plazo. “Agarrá por estos seis partidos y al finalizar el torneo nos volvemos a juntar para evaluar la situación. La intención es que dirijas la primera y que puedas poner a los pibes” dice Russo que le dijo a Ramón, y que los dirigentes fueron quienes designaron a Luis Zubeldía como ayudante de campo, con lo que Cabrero estuvo de acuerdo. Paradojas del fútbol, se iba quien se había transformado en el entrenador más odiado por la hinchada granate, la que aún sin saberlo, iba a recibir en su reemplazo a quien se convertiría en muy poco tiempo en uno de los máximos ídolos de la historia del club.

En las entrevistas con Cabrero grabadas en 2011 se advierte una mirada distinta del entrenador sobre su designación: “Tal vez fue un manotazo de ahogado, pero yo lo sentí como una oportunidad, porque sabía que esos pibes iban a andar. Pedí que me pusieran de ayudante a Zubeldía, que dirigía a la Séptima, y juntos le pusimos el pecho a la situación. Me senté a almorzar con él y le dije: ‘sinceramente, este equipo no puede sacar más de 24 ó 25 puntos porque no juega bien. Si nosotros ponemos a Archubi, a Pelletieri, a Valeri, a Leto, ¿vamos a sumar mucho menos que eso? Además, vamos a tener bastante más respaldo que si utilizamos a Carreño, Ceballos y otros muchachos que no eran queridos por la gente. Con el diario del lunes, fue un gran acierto, pero en ese momento no sabíamos qué podía pasar. Teníamos que salir campeones de un torneo de seis fechas”.

Cabrero encontró un plantel conformado por varios jugadores que no se adecuaban a sus intenciones. Eran, para los hinchas, parte de la herencia de Gorosito. Y para él, por entonces entrenador interino, poco menos que una piedra en el zapato. Por eso, como es su costumbre, Ramón enfrentó al grupo y le trasladó su intención. En esos tres días que restaban para el compromiso frente a Newell’s en La Fortaleza, Cabrero trató de corregir ciertos errores conceptuales, aunque dada la proximidad del partido prefirió no echar mano sobre la formación. Sí revisó videos del conjunto que dirigía Nery Pumpido y decidió el ingreso de Sebastián Coria en reemplazo de Ariel Carreño, uno de los más resistidos. Y respetó, lógicamente, la titularidad de los canteranos Leandro Gioda, Mauricio Romero, Agustín Pelletieri, Marcos Aguirre y Rodrigo Archubi. El Flaco, ese exquisito volante zurdo categoría ’85, era una de sus principales debilidades. Tenía muy buenas referencias de él y había comprobado sus cualidades apenas lo vio entrenarse.

Ramón inició su tercer ciclo como director técnico de Lanús el domingo 13 de noviembre de 2005. Alzó la vista y vio caras conocidas que lo recibían con aplausos del otro lado del banco de suplentes, aunque los ánimos continuaban caldeados con el equipo. Intentó no volver locos a los jugadores, trató de protegerlos. Así fue que, tras irse al descanso en desventaja, mandó a la cancha a Cristian Fabbiani y antes de cumplirse el cuarto de hora del segundo tiempo, hizo ingresar a Diego Valeri en lugar de Marini. El Cabezón, de 33 años, con el equipo abajo en el marcador cruzó el terreno de juego a paso de tortuga e insultando al aire, tomó una botella de agua y se la arrojó a los plateistas. Luego escucharía el sermón de Ramón, que a la semana siguiente le indicó la puerta de salida. Carreño, Nahuel Fioretto y Diego Ceballos dejarían la institución al final del torneo. Ramón ya tenía las riendas del equipo y la aprobación del público Granate.

En la foto: Ramón Cabrero y Luis Zubeldía, el comienzo de una dupla para la historia