por Omar Dalponte*
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A este episodio podríamos llamarlo concreción de una crónica anunciada… por algunos. Se veía venir . Algunos brutos pidieron la pena de muerte, otros, como el viejo sirviente miserable López Murphy, desafiaron con eso de “ellos o nosotros”. Las y los portadores de las cacerolas de teflón reclamaron la colocación de guillotinas. Algunas y algunos más exaltados aún recomendaban un tiro en la nuca para Cristina. Como frutilla del postre un fiscal del partido judicial solicitó cárcel para la vicepresidenta.
Entonces pasó lo que seguramente pasaría. Gran parte del pueblo se movilizó y concentró en respaldo y defensa de la mujer que, desde hace años ocupa el centro de la política nacional y lidera a un importante sector del peronismo y de lo que denominamos el campo popular. En medio de ese clamor popular, habiendo estado presente en lo que se transformó en el escenario principal ocupado pacífica y buenamente por la militancia, controlando mi propio entusiasmo escribí y difundí algunas líneas mediante las cuales expresé mi sospecha respecto a que algo malo podía ocurrir. En mi breve nota escrita el 28 de agosto dije: “Sin exageraciones ni ánimo alarmista me permito compartir mis temores. En territorio enemigo gobernado por la derecha macrista, sitiada por la policía, en la soledad de su casa, en medio de un barrio que la odia temo por la integridad física de Cristina Fernández. Creo que sería tranquilizador que el gobierno de la provincia de Buenos Aires, dé protección a la compañera
vicepresidenta asignándole una vivienda en nuestro territorio bonaerense, en algún lugar cercano a la CABA.Dejarla a Cristina en un medio adverso es dejar desprotegida a la principal dirigente del movimiento nacional y una de las personalidades políticas más importantes de nuestra América. Espero que desde los gobiernos nacional y provincial sepan estar a la altura de las circunstancias”
Al escribir estas líneas y formular esta propuesta consideré que traer a la compañera Cristina a nuestra provincia, nos permitiría darle mayor protección y al mismo tiempo preservar la seguridad de las multitudes que concurrirían a acompañarla diariamente como se viene haciendo, con mayor riesgo, en el barrio antiperonista de Recoleta. No tuve ni tengo dudas al pensar que la compañera estaría más segura en territorio bonaerense gobernado por un compañero leal como es Axel Kicillof ,que en la zona de Juncal y Uruguay de la capital federal, una verdadera ratonera propicia para cualquier agresión contra la concentración de gente que, en paz y con alegría, sólo pretendió y pretende arrimarle cariño y lealtad a su líder y conductora. ¿Que hubiese ocurrido si desde algún balcón, en lugar de arrojar agua o cubitos de hielo como alguien hizo hubieran tirado ácido o disparado con un arma? Lo que digo no es una enormidad. Ya nos pasó el 17 de octubre de 1945 con Darwin Passaponti, muerto de un balazo disparado desde la terraza del edificio donde funcionaba un diario opositor en Avenida de Mayo, durante la desconcentración de los asistentes al acto realizado en aquella gloriosa jornada.
Lo que me pareció y me parece lamentable es que figuras del más alto nivel de nuestro gobierno, durante estas jornadas de movilización espontánea de mucho pueblo, hayan estado ausentes, alejados de un escenario en que se insultó y apaleó a Máximo Kirchner, diputado nacional, donde se apresó a un diputado provincial, y donde la policía reprimió con gases , garrotazos, agua helada, filmó a los manifestantes al mejor estilo de la gestapo y donde finalmente casi le vuelan la cabeza a la mujer más importante de la política Argentina. Cualquier hombre o mujer de verdad, más allá de lo que pudiera hacer como funcionario, tendría que haber estado personalmente en el lugar donde se reprimió, lastimó gente y se sitió a la vicepresidenta. Pero esto ya fue. Ahora hay que ver que es lo que se debe hacer en adelante. El tipo que atentó contra Cristina debe seguir preso y recibir la condena que merece. Que no vengan a decirnos que es un enfermo o un loco suelto. Estas cosas no se hacen en soledad. Considero que este acto criminal tiene vinculación con quienes de una forma u otra vienen conspirando contra el gobierno, maltratando a Cristina, atentando contra la paz social, la consolidación de formas de gobierno constitucionales y la posibilidad de alcanzar , algún día, un estado de democracia real en nuestro país. Este sujeto que produjo un episodio que conmovió a gran parte de los argentinos, habrá de confesar quienes son sus mandantes. Es necesario desenvolver el ovillo de la intriga. Porque aquí, además del hecho en sí mismo se advierten cosas por demás extrañas. Quienes conocemos algo respecto a las armas de fuego, hasta ahora tenemos muchas más preguntas que respuestas. Lo que ha ocurrido es un acto de extrema gravedad. Que no trate nadie de vendernos humo.
(*) De Iniciativa Socialista