por Marcelo Calvente
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Eran casi las 16:00 del domingo 9 de agosto de 1992 cuando el equipo visitante -integrado por Ojeda; el Pato Rubén Gómez, Meske, Schurrer y la Urraca González; Walter Lemma, Araujo, Amodeo y Héctor Enrique; Marcelo Espina y Miguel Ángel Gambier- saltó al terreno de juego del estadio de Racing y fue recibido por una ovación inolvidable. 15.000 hinchas de Lanús reventaban la popular visitante, mientras el público local observaba con respeto el retorno del club al que más de siete años antes, el 20 de diciembre de 1984, en cancha de Atlanta, habían despojado descaradamente de la final por el segundo ascenso a Primera gracias a los oficios del árbitro Emilio Misic, actuando por cuenta y orden del titular de la AFA. A tono con el accionar institucional del Racing Club de aquellos tiempos, siempre al borde del delito, antes del comienzo del partido se descubrió que en las propias boleterías del estadio se habían vendido miles de entradas generales falsificadas, todas correspondientes al sector visitante. Mientras sus dirigentes estaban hundiendo a Racing, Lanús volvía de las cenizas de la mejor manera, con el orgullo por la incansable tarea de salvataje llevada a cabo por los socios del club. El 3 de enero de ese año había asumido una nueva comisión directiva integrada por dirigentes jóvenes: Pichi Solito, Daniel Máscolo, Hugo Ramos, Jorge Canossa, Jorge Ferretti, Oscar Ferrero y Nicolás Russo, quienes reemplazaron a la conducción del Dr. Carlos González luego de su tercer mandato, todo en el marco de unidad política que se venía imponiendo en el club después del estropicio de fines de los años 70.
En la memoria de los Granates que tuvieron la suerte de estar presentes aquel domingo en el Cilindro de Avellaneda, el recuerdo de la vuelta definitiva del club Lanús a la máxima
categoría se mantiene inalterable. Después de tantos padecimientos, de un retorno frustrado que terminó en descenso inmediato, y de una gran campaña para obtener el ascenso como indiscutido campeón del Nacional B 1991/92, el Grana volvía al lugar que le correspondía por derecho propio, y en el debut visitaba a un grande por entonces bastante venido a menos, con un equipo mediocre que tenía como figura principal a Rubén Paz ya veterano, en su segundo paso por el club, con la Tota Fabri, José Basualdo, Claudio García y el Lagarto Fleitas como figuras, dirigidos por Chiche Sosa, la Academia de esos años transitaba las competencias lejos de la vanguardia tanto como de clasificar a la Copa Libertadores.Esa tarde se hacía realidad uno de los sueños imposibles de Néstor Díaz Pérez: se grabó el primer programa de TV por cable “Lanús 2000”, a cargo de los periodistas granates Fernando Babor en la conducción y Roberto del Percio en las imágenes, a partir del cual los socios y simpatizantes abonados al cable tenían la posibilidad de observar en diferido cada partido disputado por Lanús, además de notas y entrevistas, en tiempos en que el fútbol apenas entregaba un programa dominical, Fútbol de Primera, con imágenes de las mejores jugadas del partido más importante de la fecha y los goles del resto de los encuentros, programa que a partir de ese año era emitido por Canal 13. De manera para muchos inexplicable, por gestión de Julio Grondona, con quien había hecho las paces gracias al acuerdo para apoyar la convocatoria de acreedores de Racing, Néstor Díaz Pérez había obtenido el permiso de Torneos y Competencias para que los periodistas del ciclo puedan ingresar con cámaras a cada escenario donde jugaba Lanús y obtener imágenes exclusivas de los encuentros en tiempos que eso estaba absolutamente vedado por contrato. Debido a la demanda que tenía en la zona sur del Gran Buenos Aires, muy pronto las empresas de cable comenzaron a disputarse la exclusividad del producto ofertando altas sumas mensuales de dinero, que descontado los gastos y las remuneraciones de los periodistas, ingresaba íntegro a las arcas de la comisión de Tribuna.
El club Lanús tenía por delante nuevos objetivos: En primer término, evitar la pérdida inmediata de la categoría, cosa que había ocurrido en las tres últimas veces que el equipo había retornado a Primera. Lanús descendió cinco veces de la A a la B, y una de la B a la C. Desde la fundación del club, sólo había descendido en 1949, 1961 y 1970, la primera y la última de esas tres pérdidas de categoría fueron seguidas de ascenso inmediatos. Los tres años que había pasado en la B entre 1962 y 1964 eran la excepción, porque en 1971, 1976 y la más reciente del ciclo 1990/91, los tres últimos ascensos a la categoría máxima, la vuelta inmediata a la B había sido una constante, situación traumática que acosaba a futbolistas e hinchas por igual. El equipo de Miguel Russo, con dos buenas actuaciones tanto en el Apertura 1992 como en el subsiguiente Clausura 93, en ambos clasificando en mitad de tabla, aventó los temores y logró la ansiada consolidación en la A. La construcción definitiva y en el menor tiempo posible del estadio de cemento era el siguiente y muy ambicioso objetivo, que se estaba cumpliendo paso a paso con el respaldo cada vez más decidido de toda la comunidad de la ciudad de Lanús.
Para el retorno definitivo a Primera, los refuerzos fueron pocos y muy puntuales: Marcelo Espina, volante ofensivo surgido en Platense, a los 25 años volvía al país después de dos años en México. El Tero Fernando Di Carlo, delantero goleador surgido en Racing de Olavarría, con paso por Atlanta, Estudiantes y San Martín de Tucumán, para componer el ataque en dupla con Miguel Gambier. Rodolfo Tapita García, enganche de Rosario Central; Carlos “El Loco” Enrique, hermano menor de Héctor y también formado en Lanús, con paso por Independiente, River y la Selección; y el volante central Carlos Amodeo, de Huracán, fueron las caras nuevas de un equipo que confiaba en la base conformada por los valores del elenco que había ganado el ascenso, capitaneados por el Negro Enrique, y siempre con Miguel Ángel Russo como entrenador, en su primer torneo en la división mayor se acomodó en mitad de tabla y dejó en claro que había vuelto para quedarse.
Lanús había conocido el infierno y volvía a su sitial junto a la multitud que lo recibió en la popular del Cilindro aquel inolvidable 9 de agosto de 1992, mientras los hinchas del local miraban incrédulos la resurrección Granate. A Racing todavía lo presidía Juan Destéfano, aún faltaban seis años para el 10 de julio de 1998, para que Daniel Lalín pida la quiebra por falta de recursos para afrontar el concurso preventivo, y varios meses más para el 4 de marzo del 99, cuando la síndico Viviana Ripoll declare la histórica frase “Racing Club asociación civil ha dejado de existir”, cosa que por entonces era impensado imaginar que pudiera pasar y que hoy, y pese a todo lo que la Academia tuvo que sufrir, es sabido que no terminó sucediendo.
Desde el inicio del profesionalismo en la Argentina, con excepción de Talleres de Remedios de Escalada, que muy pronto abandonó para siempre la divisional de privilegio, ninguno de los clubes fundadores cayó tan bajo como Lanús, que debió permanecer tres años consecutivos en Primera C. Hoy, después de tanto sufrir, el Grana es el más grande de los nueve clubes de menor convocatoria que constituyeron la primera nómina de 18 entidades pioneras, el de la historia más fantástica, el de las lágrimas más sentidas y el de las hazañas más maravillosas. Aquella tarde inolvidable del 9 de agosto de 1992 Lanús volvió a primera y desde entonces no sólo se mantuvo casi sin sobresaltos, además obtuvo los seis títulos oficiales que logró hasta hoy y se dio el gusto de protagonizar la final de la Copa Libertadores 2017 ante Gremio de Porto Alegre, quien resultó ser el justo campeón.
Foto: Lanús debuta en el Torneo Apertura 1992 en cancha de Racing, acompañado por una multitud.