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miércoles, 16 de marzo de 2022

Memoria Granate. 1988: Fútbol y política


por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

En la segunda mitad de la década del 80, mientras Lanús se afianzaba en el Nacional B, la construcción del nuevo estadio cubierto contó con el apoyo de toda la ciudad y sobre todo de los dos sectores más relevantes de la política nacional, que a partir de la recuperación de la democracia en 1983 volvían a regir los destinos del país y necesitaban éste tipo de obras para obtener prestigio ante un electorado que después de varios años de terror, oscuridad y silencio buscaba nuevos líderes. El mayor respaldo a la iniciativa de los dirigentes había sido el del viceministro de Deportes de la Nación del gobierno de Raúl Alfonsín, Osvaldo Otero, quien otorgó un indispensable subsidio de $800.000 para financiar gran parte de la obra, y para la fecha de la inauguración ya había aportado el 80% del costo total. Por eso, el viceministro descontaba que a la fiesta iba a asistir el Presidente, Raúl Alfonsín, sin imaginar que dos años después del motín de los carapintadas de Semana Santa, en abril de 1987, su gobernabilidad estaría siendo seriamente cuestionada. El microestadio debía estar terminado antes de octubre de 1989, cuando estaban programadas las elecciones presidenciales. Ante la complicada situación política y económica imperante y acosado por nuevos motines militares, Alfonsín llamó a Carlos Saúl Menem con la intención de adelantar los comicios para el mes de mayo. El final anticipado del gobierno radical generó el temor de que Otero no pudiera pagar los $200.000 que debía del dinero prometido.

Siempre despierto, oteando el horizonte peronista que se asomaba luego del primer estallido

hiperinflacionario, apareció en escena Manuel Quindimil, quién le pidió a su interlocutor principal con el club, Néstor Díaz Pérez, que necesitaba que quien presidiera esa inauguración fuera el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Antonio Cafiero, que había sido electo dos años antes, en diciembre de 1987. Díaz Pérez no pudo negarse a ese pedido, porque los dirigentes granates le venían pidiendo a Manolo la cesión de la mitad del dinero que el Bingo le daba mensualmente al Municipio de Lanús, una elevada suma que iba a ser determinante para el crecimiento de la institución. El problema era con Otero, que había pagado el 75% del subsidio. Néstor temía que el ministro se ofendiera y no cumpliera con la entrega de la última cuota de $200.000 que faltaba abonar del subsidio prometido y acordado, suma que el Banco Tornquist le había adelantado al club para culminar anticipadamente con las obras, préstamo obtenido con la garantía de la casa familiar de Néstor Díaz Pérez que el club tenía que cancelar a corto plazo. Quindimil le había dicho al dirigente Granate que no se preocupara, que de alguna manera iba a conseguir ese dinero, pero pese a que creía en su palabra, a Néstor esa deuda le quitaba el sueño.

Quien finalmente iba a ser la gran figura de la fiesta inaugural, Manuel Quindimil, se dio cuenta que había puesto en un brete a su amigo y trató de ayudarlo. Le sugirió que Otero merecía un mayor reconocimiento de parte del club y que había que invitarlo a la inauguración para destacar su gestión. El desgobierno en el país llevó a adelantar para el 14 de mayo de 1989 las elecciones previstas para octubre, y debido a eso el micro estadio fue inaugurado el 30 de abril de 1989, cuando la próxima llegada de Menem al poder estaba cantada. Aquella noche inaugural, pese a su inminente fin de mandato y su calentura con las autoridades del club Lanús, Otero concurrió, y muy sorprendido y emocionado por el reconocimiento que recibió de parte del mucho público presente, destacó a los dirigentes que habían logrado conducir un salvataje histórico en la entidad. Fuera de protocolo, Manuel Quindimil, que estaba en el escenario para cerrar la lista de oradores, con su reconocida muñeca para estas cosas entró en escena para abrazar a Otero, a quien se dirigió en términos grandilocuentes, cargados de la pasión democrática que había vuelto a instaurarse en la Argentina pocos años antes: “Seamos como Balbín y Perón, que se pelearon toda la vida pero que cuando la patria los necesitó juntos, se amigaron sinceramente y para siempre. Hoy vos y yo, después de tantas diferencias, tenemos la fortuna de estar trabajando en común por el bien de una institución social como lo es el Club Atlético Lanús, y yo quiero felicitarte y darte las gracias por lo que hiciste desde la función pública tanto por la entidad como también por el deporte nacional” exageró Quindimil, un prócer de la entidad. Los dos dirigentes se mezclaron en un abrazo sincero e inolvidable. Otero, conmocionado, luego se abrazó también con el presidente Néstor Díaz Pérez, quien tomaba la palabra luego de él, y le manifestó al oído: “Gracias, de corazón, Néstor, te perdono por haberme fallado, sé que no fue tu culpa, fue una cuestión política que vos no podías resolver. Nunca me voy a olvidar de esta noche, ni de haber colaborado con este club, estoy orgulloso de ser tu amigo. Pero de la cuota que falta del subsidio, olvidate...”

Poco tiempo después, Manolo cumplió con su palabra. Por solicitud suya, el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Antonio Cafiero, le entregó al club un subsidio por los $200.000 que se adeudaba. Y un mes más tarde, en un asado que se llevó a cabo en el quincho de los vitalicios para volver a festejar la inauguración del microestadio, de manera sorpresiva apareció Osvaldo Otero, que al ingresar recibió otra ovación de parte de los socios presentes, que incluso le cantaron “Otero, Corazón”. El dirigente radical, que poco después tendría un controvertido ciclo como presidente de Racing, se dirigió a la concurrencia para agradecer tanto cariño y le entregó a Díaz Pérez el cheque por $200.000 que una vez le había prometido y por el que después de sentirse defraudado con justa razón, pasada la calentura, volvía al club para cumplir con su palabra. El más feliz de aquella tarde fue el presidente de Lanús, que siempre destaca la actitud de Osvaldo Otero tanto como la de Manolo Quindimil. Al fin y al cabo, en el término de un mes y algunos días, había logrado preservar su propiedad, había podido superar el entredicho y había obtenido para la institución la nada despreciable suma de $400.000. Su felicidad se iba a empañar 28 días después, el 27 de mayo de 1989, cuando Chaco For Ever le arrebató el título y el ascenso a Lanús en la última fecha del torneo.

Foto: Osvaldo Otero cuando era funcionario del gobierno de Raúl Alfonsín