por Lisandro Martínez*
Para liberarse de “la madre patria” –en 1810- y hacer una Sudamérica mercantil siguiendo los pasos de la revolución francesa hubo que clandestinizarse y organizar una sociedad secreta. Para el ala más radical de “los patriotas” el nombre de la sociedad debía ser representativo y referirse a la epopeya de araucanos, mapuches, ranqueles, calchaquíes, charrúas, querandís, etcétera, que combatieron a los gallegos “calzonudos”. Los aborígenes lucharon entre1536 y 1886 enfrentando a los enfermos de oro y luego a los futuros estancieros que querían expropiarles la pampa, expulsando a sus habitantes originarios, exterminándolos o humillándolos con la servidumbre, así surgieron grandes fortunas e ilustres familias que explotaron, el contrabando, el ganado y también el agro.
Cientos de años contra la esclavitud
La epopeya más extensa en el mundo se desarrolló desde que el europeo pisó territorio inca devastando pueblos, saqueando, violando y evangelizando a los naturales hasta el exterminio del último cacique. El indígena fue superior a los invasores, se sobrepuso a
engaños, manipulaciones y siempre enfrentó a vándalos y embaucadores, fueron 350 años de lucha donde los originarios opusieron lanzas a fusiles. Antes de ser derrotada la epopeya antiesclavista obtuvo enormes victorias, fruto de una planificación que hacía uso del todos los accidentes del terreno, del conocimiento climático y del “centaurismo” (simbiosis indio/caballo). Los indios cayeron luego de 3 siglos y medio frente a un enemigo moralmente muy, muy inferior, pero mejor armado que los exterminó por hambre y enfermedades (sífilis y otras pestes). La resistencia india en las pampas fue más extensa que en otros escenarios americanos.La logia Lautaro decidió tomar el nombre del indio indomable y dio por sentado que esos eran los cimientos de la conciencia nacional. Así el primer gobierno revolucionario envió a Juan J. Castelli a Tiahuanaco, Bolivia, el 25/5/1811, para hablar “con los hermanos indios”. El mensaje proponía nuevas relaciones sociales, una política que aboliera la “mita” que los esclavizaba e invitándolos a ser redactores de la nueva constitución que garantizaría sus derechos (www.elhistoriador.com.ar).
El 1/9/1811 la Junta Grande emitió un decreto: “Nada se ha mirado con más horror desde el actual gobierno que el estado miserable y desgraciado de los indios. Nuestros hermanos son los primogénitos de América y los más excluidos que fueron esclavizados para satisfacer la codicia y el lujo de los opresores”. Como la iglesia católica utilizaba mano de obra esclava india, se subrayó que “en las Provincias Unidas los hombres son libres y con iguales derechos” (“Hombres en las guerras de las pampas” Álvaro Yunque Ed. Cartago 1969).
El Congreso de Tucumán escuchó el 6/9/1816 a Manuel Belgrano quien representaba a José de San Martin -cuya próxima acción era liberar a Chile- y a Martin Miguel Güemes defensor de la frontera norte para evitar la entrada de “los godos”. Belgrano explicó que el estado pretendido, luego de declarar la independencia, era una monarquía constitucional, presidida por un descendiente legítimo de los emperadores incas en este caso: Juan Bautista Tupac Amaru y que la sede gubernamental se instalaría en la mítica ciudad del Cuzco, en Perú. (www.agroclave.com.ar 8/9/2016).
La epopeya indígena y la historia malversada
Como la historia la escriben los que ganan es lógico que los amanuenses del genocidio pampeano y de la campaña del desierto impusieran nombres a calles y levantaran estatuas que generalmente honran a los aprovechadores de la explotación humana y por lo tanto estamos frente a fraudulentos, homenajeados como “científicos”, “estrategas” o “ciudadanos probos”. En 1855 el ministro de Guerra el coronel Bartolomé Mitre tuvo el peor de los encontronazos con la “indiada” en Sierra chica, los indígenas lo sometieron junto a su ejército al peor y más vergonzoso papelón. Mitre se sumó al ejército en Azul y tenía que refrendar las bravatas que escribía en su diario y fue a prácticar “su plan de acorralar al indio exterminándolo”. Mitre se había metido en camisa de once varas y mintió que respondía “por todas la colas de las vacas de la provincia” y que en adelante los indios no robarían más. El resultado fue una lección histórica: Mitre fue derrotado por el cacique mapuche Cipriano Catriel y huyó despavorido de la batalla con todo su ejército y se refugió en la pequeña altura de Sierra Chica, solitaria en la inmensidad pampeana, donde subió incluso toda su artillería. Los soldados fueron sitiados por los indígenas que no eran ni la mitad de los uniformados. Mitre y los suyos permanecieron 2 días y 2 noches soportando lluvia, frio y hambre, como el gato aterrorizado, que sube al árbol, corrido por el perro. Mientras los “salvajes” durante 48 horas se burlaron de los cristianos (“Pampas y Lanzas: fundamentos históricos económicos sociales de la nacionalidad y de la conciencia nacional argentina” Liborio Justo, Ed. Palestra 1962).
La epopeya indígena en la pampa fue una rebelión corajuda. “Durante una batalla huyeron 4 indios. En la persecución 1 fue muerto y 3 que eran chasquis con información apresados, a los 3 se los aterrorizó. Se interrogó a 2 que dijeron “no sé” y se los fusiló. El último dijo “no sé, pero tiren, soy un hombre y sé morir” (“Viaje de un naturalista alrededor del mundo” Charles Darwin 1839).
Sin poder derrotarlos el poder decidió corromper a los caciques dándoles jinetas de oficiales del ejército argentino. Solo la llegada del Remington y el genocidio planificado “pacificó la Pampa” y habilitó el saqueo de tierras.
Los nombres de calles encubren en general fechorías. Está Yrigoyen que autorizó 2 veces fusilar obreros en la Patagonia. Un presidente que el 10/10/1947 mandó ametrallar a mil tobas y wichis de las familias pilagás. El perito Moreno, un supremacista que esclavizó a indios vivos en el Museo de La Plata exhibiéndolos desnudos y proclamando la superioridad europea, haciendo convivir a los derrotados con huesos, cráneos y pedazos de sus parientes en las vitrinas.
La tiendita del horror atendida por cínicos
A 11 años del asesinato de Mariano Ferreyra, en el gobierno de CFK. Ahora y sin denunciar el crimen de estado, el ministro Jorge Ferraresi que comparte gabinete con “Hannibal” Fernández, “homenajea” al asesinado en Barracas (foto) recordando que Ferreyra tiene una calle y un jardín de infantes en Avellaneda. Del balazo en el estómago no dicen nada.
(*) Del Partido Obrero Tendencia