"Fue un milagro que no hayan habido muertes -relata Ledesma- y que a los aledaños no les haya pasado nada, pero sí hay que lamentar una perrita encontrada muerta. Se podían sentir en las paredes de esa misma manzana los 1.100 ° de calor que levantó el incendio según dijeron los bomberos”. Señala que la gente está cansada de reclamar “porque estas fábricas son un peligro para la sociedad, en una barrio catalogado como residencial”. Y apunta que algunas son verdaderas bombas a punto de explotar como lo fue Lubral y están las graseras que llenan el aire de mal olor, y las calles y cañerías de mugre.