-Hablando de colores… -dijo Abby al comenzar el noticuento que iba a contar ese día a su ávido auditorio: Vicky y Apo– ¿Sabían ustedes que existe relación entre los colores y la música?- Como casi siempre, se produjo un silencio que Abby dejó a propósito que se prolongara. – ¿A qué color se parece el silencio?- Más silencio.
–¡A ver… una ayudita! El silencio es ausencia de sonido, ¿Cómo se llamaba la ausencia de color? Ahí sí, a Vicky que nunca se le escapa nada, respondió: -¡Negro! –Bien, ¿Y en la oscuridad qué color aparece en el foquito cuándo prendemos la luz? - ¡Blanco! - ¿Y si después de prender la luz al ratito tocamos el foquito, qué nos pasa en los deditos? - ¡Nos quemamos!
-¡Bravo!, exclamó eufórica Abby y se animó a proseguir el diálogo: – ¿Y si salís corriendo al patio, el cielo de qué color es? - ¡Azul! Contestó sin dudar Vicky.
-Ahora les pregunto chicos: Si empezamos con el negro que se parece al silencio, le
sigue el blanco, el rojo, el azul y así con los colores del arco iris ¿se podrá hacer lo mismo con los sonidos?- En esa pregunta Apo, al que ya habíamos dicho que le gustaba la música, se lució: -¡Es lo que hago cuando toco una canción!Y se armó la clase. Abby les dijo lo interesante que era saber contar los números y cantar las notas musicales. Que los números eran ocho y las notas musicales incluyendo el silencio eran ocho también. Que empezando con el silencio la notas se llamaban do, re, mi, fa, sol, la, si. Y que todas las canciones contenían combinaciones de esas notas. Incluso les comentó que algunos chicos tenían facilidad para dibujar y pintar y otros tenían facilidad para tocar o componer canciones. – ¡Cómo le pasa a Apo!- dijo Abby. Y se reinició otro pequeño diálogo esta vez entre ella y Vicky, quién continuó: - A mí me gusta jugar al básquet.
-¡Y lo haces muy bien!, vos tenés facilidad para los deportes- respondió Abby, provocando en la aludida, una carita entre orgullo y aceptación.
Según había leído el Abu Leo, que presenciaba la conversación entre sus nietos pensaba para sí: “Todas estas cosas que se hacen de chicos, aunque después de grandes en el proceso de aprendizaje estudien y adquieran otros conocimientos, quedan en el subconsciente para siempre. Esta vez fue uno de los perritos, quién alertó con su ladrido que ya era hora de ir a tomar la leche.
Leonardo Saphir saphir@yahoo.com.ar