por Marcelo Calvente
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Durante el torneo de Primera B del año 1978 Lanús expuso las debilidades de un equipo que padecía todos los males. Los futbolistas no cobraban, por entonces los escasos pesos que entraban al club eran destinados a llevar a cabo las obras prometidas para la construcción del Polideportivo, condición a cumplir con el gobierno de facto para conservar las tierras otorgadas, obras que con mucho esfuerzo se fueron realizando. El campeonato de primera B de ese año tuvo 40 días de receso por el Mundial jugado en la Argentina. Contó con 18
participantes y Ferro fue el campeón con mucha comodidad y ascendió a Primera. Al llegar la última fecha diez de los 18 competidores podían perder la categoría, entre ellos El Porvenir y Lanús, que debían enfrentarse en cancha del primero. Advertidos los dirigentes de ambas entidades que con el empate se salvaban los dos, se produjo una reunión secreta para acordar la igualdad, un pacto de caballeros que llevaron a cabo dando la palabra y sin dinero de por medio. Cuentan testigos presenciales que durante la reunión, y así lo consigna Néstor Daniel Bova en la página 250 del libro “96 años…”, un dirigente de Lanús tuvo una apreciación que según se dice molestó mucho a los de El Porve: “Que el partido salga 1 a 1, pero el primer gol lo hacemos nosotros, porque somos el club más importante”.El día señalado para la jornada final fue el sábado 28 de octubre, que amaneció con lluvia. Debido al mal estado de varios de los campos de juego, algunos partidos pudieron disputarse y otros no. Esa tarde se jugó en las canchas de Tigre, Arsenal, Almagro, Sarmiento de Junín y Defensores de Belgrano, mientras que fueron suspendidos los cuatro encuentros restantes debido al mal estado de los terrenos. Pero las lluvias persistieron y tres de esos cotejos recién pudieron llevarse a cabo el 18 de noviembre. Ese día Los Andes superó al descendido San Telmo en el Eduardo Gallardón de Lomas de Zamora, y dos de los más comprometidos, Flandria y Villa Dálmine, empataron contra Almirante Brown y Deportivo Italiano respectivamente, ambos en condición de visitantes. El campo de juego de El Porvenir seguía inundado, por lo que el partido que faltaba para completar la fecha y definir los descensos se postergó tres días más, hasta el 21 de noviembre de 1978. Hay quienes dicen que en una entrevista radial concedida en esos días, el presidente de Lanús tuvo palabras poco gentiles para con el mal estado de la cancha de El Porvenir que resultaron ofensivas para la conducción de la entidad de Gerli. Los socios de El Porve, no enterados del acuerdo secreto, se crisparon en contra de un rival con el que tenían, a su entender, una cuenta pendiente.
Se referían a la última fecha del campeonato de 1976, el que el Grana había obtenido de manera brillante. Lanús había vencido a El Porvenir en Arias y Guidi, y esa derrota mandó al club vecino a dirimir el descenso contra Dock Sud, partido que El Porve ganó y así mantuvo la categoría, aunque sus hinchas se quedaron con la sangre en el ojo. Pretendían que Lanús, como ya estaba clasificado al reducido, no hiciera fuerza para vencerlos. Supuestamente dolido por aquel comentario ofensivo acerca de la grandeza de unos y otros, pero en realidad presionado por los socios que recordaban que en la última fecha del torneo de 1976 Lanús no había aflojado y lo había mandado a definir la permanencia ante Dock Sud, el presidente de El Porve, el oficial de Marina Manuel Jaime Arós, dio el aviso fatal: “Con los empates de Dálmine y Flandria nosotros ya estamos salvados, así que el acuerdo no corre. Vamos a salir a ganar”. Lanús, que seguía necesitando el empate, trató por todos los medios que respetaran lo pactado, pero no hubo caso. La presión de los hinchas del club vecino que tendría su premio. En un cotejo con mucho nervio, tanto de afuera como de adentro del campo de juego, Lanús lograba el objetivo con empate parcial sin goles. Pero en aquel entonces, el Diablo nunca dejaba de meter la cola: los 40’ del complemento, el local, con diez hombres, se puso en ventaja con gol de Enrique Massei y mandó a su vecino a definir contra Villa Dálmine en el Viejo Gasómetro, partido que se jugó cuatro días después y que culminó con justa victoria de los de Campana por 2 a 0, con dos goles de Miguel Benítez anotados a los 24’ y a los 76’, y con Lanús descendiendo a la divisional C por única vez en su existencia. Y aunque parezca mentira tanta malaria, el verdadero drama recién comenzaba. Lanús estaba condenado de antemano. Un familiar de Horacio Attadía contó que aquella tarde en el Gasómetro, cuando el volante Granate baja del micro apurado rumbo al vestuario y pasa delante de la terna arbitral del partido, encabezada por Renato Marsiglia, éste o uno de sus colaboradores le dice “No corras tanto, que el año que viene vas a jugar en la C…”
Aquel increíble suceso está grabado en la memoria de los granates más veteranos, y visto desde un presente que entonces no podíamos imaginar, resulta por demás significativo. “Y que querés, si después de Leiras en Lanús jugaba cualquiera…” se suele escuchar. Y de ninguna manera fue así. Lanús no tenía un peso partido a la mitad, cheques sin fondos de ignota existencia aterrizaban todos los días en las oficinas del club y muchos futbolistas no querían venir por temor a no cobrar nunca. Pero el primer equipo Granate que se fue a la C ante Villa Dálmine formó con Perassi en el arco, que llegaba para foguearse luego de jugar cuatro partidos en la primera de Boca; en la defensa, reemplazando a Luna y Giachello estaban los pibes Acuña y Llanos, ambos con experiencia en primera, igual que el capitán Javier Barrera y el lateral izquierdo Ángel Beneju, que completaban la zaga; el medio campo lo conformaban Ramón Enrique, un crack con enorme futuro que pronto una lesión iba a malograr, Moralejo y Attadia -ambos llevarían a cabo muy buenas carreras en Primera- lo mismo que los tres delanteros: Claudio Nigretti, Manolo Vázquez y ni hablar de Gabriel Calderón, que apenas meses después, en agosto 1979, se consagraría Campeón Mundial Juvenil Sub 20 en Japón, jugando como titular junto a Diego Maradona y Ramón Díaz. Calderón llegaría a jugar dos mundiales con la Selección Argentina mayor: España 82 e Italia 90, donde fue Sub Campeón del Mundo. Ese equipo Granate no debía perder la categoría. Tenía experiencia y un enorme futuro. Pero tuvo mucha mala suerte, y sobre todo, sufrió muy malos arbitrajes. En un torneo atípico en el que más de la mitad de los participantes llegaron a la última fecha con posibilidades de descender, fue el club Lanús el que se fue a la C. Lógica pura: le estaba haciendo juicio a la AFA.
A mediados de 1979, cuando los propietarios de Sasetru advirtieron que era inminente la liquidación del conglomerado de empresas a manos de Martínez de Hoz y Reynal, el mismo contador que alguna vez había pronosticado que inevitablemente la entidad Granate pasaría a manos de Sasetru, llamó al club con una propuesta desesperada: ofreció la entrega de los treinta documentos que se adeudaban y que estaban en poder de la firma, a cambio de una suma equivalente a cuatro de ellos. Los dirigentes de Lanús no estaban al tanto de la persecución que la firma acreedora estaba sufriendo por parte del gobierno militar, pero juntaron ese dinero en un par de días y celebraron el acuerdo que le permitió darle una gran noticia al grupo de socios que habían garantizado la renegociación: que la deuda estaba saldada y que por lo tanto, las propiedades con las que valientemente habían respaldado el acuerdo estaban liberadas y definitivamente a salvo.