por Marcelo Calvente
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Después del golpe al corazón que significó la derrota ante San Telmo en cancha de Huracán, donde el Candombero le arrebató a Lanús el tan ansiado ascenso de 1975, al inicio de la temporada de 1976 se hizo cargo del equipo el Narigón Osvaldo Panzutto, un ex delantero surgido en San Lorenzo que había triunfado en Colombia, quien incorporó muy pocos jugadores: el mejor resultó Juan Carlos Nani, bahiense de Puerto Comercial, que tras dos breves pasos sin mucho éxito por Boca y Argentinos llegó para reemplazar a Manolo Silva. Además hubo recambio de arqueros: Se fueron Dávalos y Riolfo, y llegaron San Miguel, de Platense, y Crosta, de Sarmiento de Junín. Y también llegó al club
el consagrado Ángel Clemente Rojas. Lo mejor de su carrera lo había entregado entre 1963 y 1972 jugando para Boca, donde ganó 5 campeonatos y se consagró como el máximo ídolo de la parcialidad Xeneize. Su figura se fue diluyendo antes de lo pensado. En el 72 pasó por el Deportivo Municipal de Perú donde no brilló. Volvió a Boca en el 73 y tampoco rindió. Con la vuelta del peronismo al poder, apadrinado por el caudillo Herminio Iglesias, firmó para Racing donde jugó 17 partidos e hizo un gol, pero tampoco conformó. El propio Rojitas le contó al autor de este artículo en 2017 que antes de cumplir los 30 años había perdido las ganas de jugar. En el 75 firmó para Nueva Chicago, club dirigido por Paulino Niembro, peronista y de la UOM, y a principios de 1976 firmó para Lanús, donde presidía otro peronista destacado, Lorenzo D’Angelo. El clima político del país estaba a punto de estallar. El golpe de Estado ocurriría
entre dos victorias Granates, después de vencer de local a Dock Sud el 20 de marzo por 3 a 2 y antes de superar a Morón en el oeste por idéntico marcador siete días después, ya iniciada la feroz cacería.
“Consumado el golpe del 24 de marzo de 1976, el marino -Carlos Alberto Lacoste- se convirtió en un sujeto omnipresente dentro del fútbol argentino. Y, sobre todo, después de que asesinaron al general Omar Actis, designado para encabezar el EAM ’78. Este militar, quien había sido jugador de la tercera de River en la década del ’40, resultó asesinado a balazos el 19 de agosto del ’76, el mismo día en que se aprestaba a dar su primera conferencia de prensa como el hombre clave del Mundial. El episodio ocurrido en Wilde se le atribuyó a la guerrilla, pero las numerosas pruebas que se recogieron allí llevaban otra marca, más relacionadas con el ancla de los uniformes que lucían las patotas armadas por Massera. Lacoste no perdió el tiempo. Ni siquiera concurrió al velatorio de Actis, a quien secundaba en el EAM ’78. Desde ese momento comenzó a manejar a su antojo la organización del Mundial” dice Gustavo Veiga en su ya famosa nota del diario Página 12 del 27 de junio de 2004 “La cara siniestra del fútbol” acerca del almirante que gastó 700 millones de dólares para hacer un Mundial que estaba presupuestado en 60.
El 24 de marzo de 1976 la Junta Militar desplazó a María Estela Martínez de Perón. La AFA, como casi todas las dependencias oficiales que entonces se disputaban los bandos enfrentados del peronismo, estaba en poder de la UOM y era un nido de matones y guardaespaldas armados hasta los dientes. Cuatro días después del golpe, Lacoste fue con los suyos y la tomó a punta de pistola. Lorenzo D’Angelo, muy cercano a Lorenzo Miguel, Paulino Niembro y David Bracutto, fue detenido e investigado de arriba abajo y encontraron que estaba sumido en la pobreza más absoluta. A diferencia de sus pares, que se habían enriquecido y fueron detenidos, Lorenzo no tenía dinero ni propiedades. Todo lo que había conseguido durante su mandato había sido para el club Lanús y todo estaba en regla y perfectamente documentado. Ni siquiera tenía casa propia. Por eso lo dejaron en libertad, aunque con la expresa prohibición de ocupar cargos públicos. La garra inclemente de la Junta Militar alcanzó al club Lanús: al ser obligado a renunciar Lorenzo D’Angelo, el directivo de Sasetru, Francisco Leiras, hombre sin ligazón alguna con la institución, asumió la presidencia de la entidad. Leiras había acompañado a D’Angelo en el cargo de vicepresidente primero -y también como mecenas, a través de los créditos que el Banco Internacional, perteneciente al Grupo Sasetru, le extendía al club- con el fin de desplegar una carrera política en el peronismo de la Provincia de Buenos Aires, intención que la asonada militar también terminaría abortando.
El fútbol de ascenso se siguió jugando como si nada hubiese sucedido, aunque Rojitas estuvo fuera de competencia hasta la anteúltima fecha de la primera rueda, la 18ª, disputada el 12 de junio, en la que Lanús recibió a otro de los candidatos al ascenso: Los Andes, que tenía una excelente delantera conformada por el Pato Aimetta, el ex Granate y temible cabeceador Rubén Rojas, el Nene Juan Carlos Díaz, uno de los máximos ídolos del Milrayitas, y el ex Lanús y Banfield Daniel Cantero, relator partidario del Taladro recientemente fallecido. Ángel Rojas nuevamente fue sustituido por Melindrez, y la visita logró el empate a poco del final. En la fecha siguiente, El Porvenir recibió a Lanús con la vuelta a la titularidad de Víctor Hugo Del Río y una delantera integrada por Epifano, Nani y Rojitas como once mentiroso. Como Lanús quedó en desventaja en el último minuto del primer tiempo, en el complemento le dejó su lugar a Dos Santos, pero el resultado no se modificó. La tabla final de la primera rueda la lideraron Platense y Tigre, con 26 puntos, seguidos por Villa Dálmine y Lanús, ambos con 24. Detrás se ubicaron Almagro, Los Andes y Central Córdoba, los tres con 22, que jugaron un triangular por dos lugares; los dos primeros vencieron a Central Córdoba e ingresaron al torneo reducido.
Siempre con Panzutto en el banco, el 29 de junio de 1976 Lanús debutó en el hexagonal por el primer ascenso venciendo a Los Andes en cancha de Banfield por 2 a 1. Luego empató en cero con Platense en el Gasómetro, después también en San Lorenzo aplastó a Villa Dálmine por 4 a 0 quedando como único puntero con cinco puntos, seguido por Platense con cuatro. Todo continuó igual en la anteúltima, cuando el Grana despachó a Tigre por 2 a 0 en cancha de Huracán y se mantuvo como único puntero con 7 unidades, en tanto el Calamar vencía por igual marcador a Los Andes y quedaba segundo con 6. En la fecha final, disputada el 13 de julio de 1976, sucedió lo impensado, aunque por esos años repetido: Lanús fue a cancha de San Lorenzo para vencer a Almagro, que en la fecha inicial había sido goleado por Platense por 5 a 1 y luego había cosechado cinco puntos producto de dos victorias y un empate. Era hora de dar la ansiada vuelta olímpica. El Grana venía de perder la chance de ascender en el 74 ante Estudiantes de Buenos Aires, en el 75 San Telmo le había ganado la final en cancha de Huracán, y ahora tenía el ascenso servido ante Almagro. A la misma hora, Platense enfrentaba en cancha de Vélez al humilde Villa Dálmine, que hasta ahí sólo había logrado dos puntos. Al finalizar el primer tiempo, ni el Grana podía aventajar a Almagro, ni Platense encontraba el camino para vencer al Violeta. Pese a que con ese resultado parcial en ambas canchas el que ascendía era Lanús, el nerviosismo de los futbolistas granates iba en aumento ante la férrea defensa que oponía el Tricolor.
En un clima enrarecido, y pese a que el país se había convertido en un campo de concentración, durante el entretiempo del encuentro disputado en Av. La Plata la hinchada de Lanús invadió la tribuna de Almagro y desalojó violentamente a su parcialidad. A los 12’ del complemento las radios pegadas a los oídos Granates transmiten la mala noticia ocurrida en Liniers: centro pasado de Ulrich, frentazo implacable del lateral izquierdo Juan Carlos Pilla y gol de Platense. Ahora Lanús y el Marrón estaban igualados y debían definir el ascenso en un partido final. Pero en aquellos tiempos al Grana nada le salía bien: el humilde Almagro, con el ex Granate Hugo Piazza en el arco, Daniel Belloni y Luciano Figueroa como referentes, se puso en ventaja con gol de Manuel Amado Sánchez a 9 minutos del final y ya no hubo nada que hacer. No hay dos sin tres, la gente de Lanús despide al equipo con insultos y silbatina tras perder su tercer ascenso consecutivo en 18 meses. En el banco del Tricolor estaba como arquero suplente Claudio Tamburrini, quien sería secuestrado un año después y junto a tres compañeros de cautiverio se escaparía el 24 de marzo de 1978 del centro clandestino de detención Mansión Seré para luego partir a Suecia y volver a la Argentina en 1983 para declarar en el juicio a las Juntas Militares y describir su detención ilegal, recreada en la película “Crónica de una fuga”.