sábado, 14 de agosto de 2021

Memorias Granates: El caudillo de la Cruzada


por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

Para afrontar el torneo de ascenso de 1971, con una nueva conducción electa de la Cruzada Renovadora Granate encabezada por el Dr. Carlos María Bosso, Hipólito Tinelli y Aníbal Villanueva, Lanús se desprendió de dos de sus mejores valores: Silva y Cabrero, por quienes Newell’s Old Boys pagó 20.000.000 de pesos que le dieron aire a una tesorería muy necesitada. En parte de pago llegó Alfredo Veira, un joven volante ofensivo, casi un delantero, y de Colombia volvió al país el veterano Norberto Raffo, un vecino ligado afectivamente a Lanús desde su infancia y un gran goleador consagrado en Independiente y sobre todo en Racing, donde se


coronó Campeón Intercontinental en 1967. Ambos futbolistas tendrán enorme relevancia en la campaña de 1971, convirtiendo 20 y 8 goles respectivamente, en un equipo que contaba con pocos sobrevivientes de la última versión de Los Albañiles, como Piazza, Capurro, Suárez y Carnevale, y una larga lista de valores del club que respondieron mejor de lo esperado, como Cornejo, Pont, Albasetti, Juan Carlos Rojas y el Loco Lencina, un wing izquierdo veloz que convirtió 5 goles. El arquero fue Hugo Pini, quien había llegado a préstamo de Banfield. Con esa base y con Benicio Acosta como entrenador, Lanús se consagró campeón con una muy buena campaña de 17 victorias, 7 empates y solo 4 derrotas en 28 encuentros disputados, con un poderío modesto y sin grandes figuras, terminó siendo claramente superior al resto de los competidores y logró volver a Primera al cabo de un año.

   La alegría poco duró, porque el paso de Lanús por la división mayor en 1972 fue uno de los peores de su historia. En 34 presentaciones en el Metropolitano, obtuvo sólo 3 victorias y 6 empates, con los que sumó apenas 12 puntos, la mitad que su perseguido, Ferro Carril Oeste, que con 24 unidades mantuvo la categoría sin contratiempos. En medio del torneo se produjo la venta de Osvaldo Piazza al Saint Etienne, algo que se discutió mucho porque la oferta era muy buena y permitía poner la economía al día, pero a la vez era una condena anticipada para bajar a la B. Piazza tuvo el gran gesto de donarle al club su 15% -un flamante derecho que acababan de lograr los futbolistas- y se resolvió su venta.

    En marzo de 1973, con Lanús nuevamente en Primera “B”, el país volvía a las urnas y Perón al poder. Después de 18 años de proscripción y exilio, Juan Domingo Perón finalmente pudo volver al país en noviembre de 1972, año en que Lanús tuvo una breve estadía en Primera. En un mes, el General visitó su futura casa y tejió el armado final de las listas del FREJULI que terminaría encabezando Héctor J. Cámpora, decisión que se iba a dar a conocer una vez que el líder hubiera emprendido el retorno a España. El gobierno de facto lo había mandado llamar como última alternativa para frenar el derramamiento de sangre. Y Perón, que quería volver, puso algunas condiciones premonitorias acerca de sus principales inquietudes: el pago de sus sueldos atrasados, la restitución de su grado y su uniforme, y sobre todo, la devolución del cadáver embalsamado de Evita, la pintura cumbre de un tiempo demencial. Perón no pudo ser candidato por una última chicana de Alejandro Lanusse, que en verdad lo odiaba. Vino, tuvo reuniones políticas, armó un frente opositor integrado por un variopinto listado de candidatos y en la Navidad de ese año, cuando Lanús acababa de irse al descenso, el General se dispuso a seguir los acontecimientos desde Madrid junto a la caricaturesca compañía de su esposa Isabel y el Brujo López Rega.

    Lorenzo D’Angelo, secretario adjunto de la UOCRA, candidato a Diputado Nacional por el peronismo y principal dirigente de la Cruzada Renovadora Granate, agrupación que había logrado imponer a los dos últimos presidentes, Chiappara (1967/71) y Bosso (1971/73), ya tenía en la cabeza un plan para obtener definitivamente las tierras del ferrocarril aledañas al estadio. Para intentar fortalecer esa iniciativa, D’Angelo propuso la cesión del estadio para el acto de cierre de campaña del FREJULI y la propuesta trajo duras discusiones. Entre los viejos socios del club Lanús eran mayoría los antiperonistas -entre ellos el Dr. Carlos González, quien paradójicamente iba a resultar electo Concejal por la Democracia Cristiana- que pusieron el grito en el cielo, argumentando que había que sostener la independencia de la entidad respecto de la política nacional y finalmente el acto de cierre de campaña se realizó en otro estadio. D’Angelo quería los terrenos para el club, y sabía que solo el gobierno popular podría cederlos. Con esa obsesión en la cabeza, el 24 de marzo fue electo diputado nacional por el FREJULI. También Manuel Quindimil, otro gran defensor del club, resultó electo intendente de la ciudad de Lanús por el mismo Frente.

     El club Lanús había vuelto a la B en 1973 en aquel contexto político de virulencia extrema. Ese año Banfield ascendió de punta a punta y el Grana quedó lejos, en el séptimo lugar. En septiembre de 1974 el ya Diputado Nacional Lorenzo D’Angelo fue elegido presidente del club. Con sus influencias, junto al escribano Alberto Aramouni, entonces Diputado Provincial por la Democracia Cristiana y también Granate desde la cuna, mucho trabajaron para obtener la sanción de la Ley 20.846 del Congreso de la Nación para la cesión definitiva de los terrenos aledaños al estadio Granate. Se trataba de los 41.200 metros cuadrados que la empresa de ferrocarril le había alquilado en 1928 y luego, en 1966, le había vendido al club a pagar en cuotas -dinero que en gran parte se adeudaba- más otros 65.800 metros cuadrados que Quindimil cedió de su proyectado Pulmón Verde. La suma de todos esos terrenos totalizaba nada menos que 107.000 metros cuadrados que ahora pasaban al patrimonio de la entidad de manera definitiva y gratuita. Sólo faltaba la firma de la Presidenta de la Nación, algo que lograría contra reloj y en circunstancias insólitas que vale la pena analizar en detalle.