por Marcelo Calvente
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Los Globetrotters del 56 iniciaron un lento declive que culminó con el descenso de 1961. A partir de 1957 seguían gozando de enorme prestigio en la consideración del público adversario, pero sus hinchas tenían la sangre en el ojo. El malestar era general, los simpatizantes granates reprobaban a los futbolistas y a los dirigentes por igual. Todos los integrantes del plantel, algunos más que otros, cargaron para siempre con la insidia y con la culpa, pero el costo político de la derrota del 56 lo llevó sobre sus hombros Juan Bautista Besse y a partir de
entonces ya no pudo gobernar. En medio de ese proceso de recambio en el plantel de fútbol, la nota la dio el básquetbol, un deporte que en el club se había comenzado a practicar en 1931 con participación en competencias zonales, en las que la institución obtuvo varios galardones. De origen norteamericano, fue creado como juego de invierno en la escuela de la Young Men's Christian Association de Springfield, Massachusetts, entre 1891 y 1896 por James Naismith, un profesor de Educación Física. En la Argentina tuvo una mayor popularidad a partir de la disputa del 1º Campeonato Mundial organizado por la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA). Dicha competencia se llevó a cabo en Buenos Aires entre el 22 de octubre y el 3 de noviembre de 1950, todos los partidos se disputaron en el estadio Luna Park, con la participación de 10 selecciones nacionales, 8 de una fase de clasificación, 1 invitada y el organizador. El campeón fue Argentina que derrotó en el partido final 64-50 a Estados Unidos para terminar invicto la ronda final.
Luego de aquella gran conquista, el baloncesto se convirtió en muy poco tiempo en un deporte muy popular. En el club Lanús, el despegue se logró con la contratación de tres jóvenes jugadores de gran nivel: Rubén Petralli, Augusto Martínez y Alfredo Murillas, quienes se pusieron a las órdenes de Jorge Boreau. Con ellos, y una hinchada que comenzó a seguirlos, Lanús obtuvo el título de Campeón de la Asociación de Básquet de Buenos Aires de 1958, con un plantel que además integraban Ricardo Agesta, Carlos Ávila, Antonio Decara, Jorge Giglione, Horacio Lara, Juan José Meo, Alberto Oleiro, Edgardo Oltmann, Julio Ponce Aragón, Orlando Sansostri y Horacio Sein, el Club Atlético Lanús superó en la rueda final a Boca, Pedro Echagûe, River y Sportivo Alsina, siendo derrotado únicamente por San Lorenzo. Al finalizar la competencia compartió la punta con Sportivo Alsina, al que debió volver a enfrentar el 25 de noviembre de 1958 para definir el título en el gran escenario de Buenos Aires, el Luna Park, donde el equipo Granate se consagró Campeón tras vencer 58 - 54.
Besse se mantuvo al frente del club hasta 1958, siendo blanco de todas las críticas. Cuatro años después del derrocamiento de Perón, en las elecciones del 1º de marzo de 1959 del club Lanús fue derrotado por primera vez el Círculo de Amigos. La Cruzada Renovadora Granate surgida en 1953 al amparo del gobierno peronista, obtuvo la victoria duplicando en votos al oficialismo y consagrando como presidente al ex jugador y técnico de la entidad José Norberto Volante, el menor de los hermanos, que no era peronista, pero había sido secretario de Hacienda de la Unión Vecinal Autonomista, el movimiento creado en 1941 que bregó y finalmente obtuvo -el 19 de septiembre de 1944- la autonomía de Lanús como distrito independiente de Avellaneda. En los tiempos de la proscripción absoluta, la agrupación de los peronistas celebraba con una gran marcha por la principal avenida de Lanús Este, entonces llamada José C Paz, de la estación hasta la sede ubicada en el Nº 1660, una marcha que también, de manera indirecta, fue una manifestación contra el gobierno de facto. Volante asumió en un club atravesado por las diferencias políticas y en ese marco poco propicio comenzó a planificar la financiación de las varias obras a realizar en el estadio que había prometido en su campaña, que pese a las enormes dificultades económicas, terminaría llevando a cabo.
A esa altura, José Norberto Volante era un hombre destacado de la pujante ciudad de Lanús, típico exponente de hijo de inmigrantes llegados de la alta Italia, sacrificado y emprendedor, por entonces un exitoso importador de válvulas industriales. Volante puso manos a la obra y logró equilibrar una economía institucional que reflejaba las consecuencias de aquella dura derrota del 56 que el público granate no pudo digerir, ya que el intento de la conducción saliente de frenar la inevitable caída se tradujo en malas contrataciones y ventas que aportaban más jugadores del montón -la mayoría llegados en parte de pago por las cuestionadas figuras que fueron partiendo- y poco dinero en efectivo. El club debía mucho, sobre todo a los jugadores. Volante se las rebuscó para paliar la crisis, e incluso logró realizar las obras que había prometido en su campaña. El historiador granate Néstor Daniel Bova consigna que construyó los codos para completar el estadio, también el piso de cemento alrededor de la cancha, reforzó el alambrado perimetral y se hizo cargo de una necesaria renovación del personal rentado de la entidad, medida que le costó ganarse muchos enemigos. No obstante, pese a la Libertadora y el descenso a la “B” del 61, en ese mismo año, Pepe Volante volvió a vencer en las urnas al Círculo de Amigos y resultó reelecto. Con la presencia del gobernador de la Provincia, Oscar Alende, el presidente Granate colocó la piedra fundamental e inició las obras para la construcción de la platea oficial, la primera tribuna de cemento del estadio.
En el 62 Lanús volvió a jugar en la “B”, pero esta vez su estadía no sería tan corta ni la vuelta tan sencilla como aquel retorno inmediato del 50. A la crítica situación económica y política en la que se encontraba el club se le suma que el torneo de ascenso era mucho más competitivo que diez años atrás. Durante los campeonatos de la “B” de los años 62 y 63 el Grana no pudo superar la mitad de la tabla. Era evidente que la división política no ayudaba. Los notables del distrito no soportaban la supervivencia del peronismo en el club, el poder siempre había sido de ellos y querían recuperarlo a toda costa. No existe exigencia mayor que asumir el poder en esas circunstancias de crispación política ni situación más cómoda que ejercer la oposición. A principios del 64, dolido por pintadas callejeras que pedían su alejamiento y cansado de tanto lidiar con la contra, Volante entiende que hay que poner fin a las divisiones y buscar un camino que facilite el entendimiento: convoca a Antonio Rotili para que con su enorme prestigio y su vasta experiencia encabece un gobierno de unidad, y una vez logrado el objetivo se aleja definitivamente de la política institucional. En poco tiempo quedará en claro que su gesto servirá para volver a Primera con otro equipo que llevará al fútbol del club a los primeros planos: Los Albañíles