Sucedió hace muchos años que vinieron a la Argentina inmigrantes de todas partes del mundo sea por las guerras, las persecuciones o por la búsqueda de nuevas tierras donde pudieran formar una familia, criar los hijos, darles alimentos, educación, salud, vivienda y una vida digna. Así como tantos otros, llegaron Sofía y Simón, primero a una granja colectiva y luego a Remedios de Escalada, en el partido de Lanús. Tuvieron tres nenas y un varoncito. Como eran de religión judía y creían en Dios, único y eterno, a Mauri le hicieron el “bris” y ya más de grande la “bar mitzvá”, según el rito mosaico. En esa época la localidad estaba creciendo por el impulso que le había dado el ferrocarril, cuyos talleres se instalaron allí. Como los dueños eran ingleses, ellos fueron los que iniciaron la epopeya, que continuó con nuevos pobladores de otras comunidades religiosas. Los judíos constituyeron por aquellos tiempos una gran colonia, con su “shil” (templo) y otras asociaciones comunitarias.
Muchas familias procuraban que sus hijos tuvieran un trabajo o una profesión y así Mauri, quien de chico se interesó en curar a las personas con trastornos no físicos sino de la mente. Había quedado impresionado por el papá de un amiguito que internaron en un lugar
especializado. Pasaron los años y ya entrado en la juventud se recibió de médico especialista en psiquiatría. Hasta ese momento la curación requería de tratamientos muy crueles con los pacientes por lo cual Mauricio Goldenberg introdujo nuevas terapias que mejoraron la condición de los enfermos y, con la ayuda de un estado protector, revolucionó la especialidad. Fue pionero en el trabajo en equipo, terapias grupales, el psicodrama, el uso de la farmacología y la inserción de los pacientes con sus familias. Empezó como residente en el Hospicio de las Mercedes, años más tarde conocido como el Hospital Borda, y luego en el Hospital Álvarez. Luego ganó por concurso el cargo de jefe de Psicopatología del Hospital Araoz Alfaro de Lanús, más conocido como el Policlínico Evita, gracias a la política sanitaria del gobierno del general Perón. Los que acudían lo recordaron siempre por su carácter amable y confiaban en él su atención. Mereció el reconocimiento de la comunidad donde residía, pero cuando tuvo que dejar sus tareas allí lo lamentaron mucho. Luego tuvo que irse del país al extranjero, donde su fama se acrecentó mundialmente y fue recordada por los círculos académicos más prestigiosos del mundo.Goldenberg (foto) vivió en su casa natal, cerquita del club Talleres y de la Parroquia Nuestra Señora de los Remedios. Se casó con Isabel Fernández y tuvieron una hija llamada Liliana, víctima de la dictadura militar argentina a los 26 años, hecho por el cual Mauricio se estableció en los EE.UU donde descansa hoy su vida eterna.
Leonardo Saphir saphirleonardo@gmail.com Colabora: Carolina Cortina