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lunes, 7 de junio de 2021

Memoria Granate: En 1978, Lanús en la cuerda floja

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

La pronta vuelta a la “B” fue un golpe duro al corazón del hincha de Lanús, que en 1978 ya no era el mismo. Este hincha sufrido por las derrotas y el permanente acoso de la AFA poco tenía que ver con aquel que llenó todos los estadios donde jugaban Los Globetrotters, con los que vieron los varios bailes que Manolo Silva le pegó al Racing campeón del mundo y con los que aplaudieron la doble pisada de De Mario a Rattín de 1965. Carga con igual desencanto, pero ya no tiene de aquellos la esperanza de un porvenir mejor. Ve con dolor que su club de desmorona y que sus hijos se hacen hinchas de


otros cuadros. Y aunque le cueste creerlo, con esa tristeza a cuestas lo verá descender a la “C”. Las finanzas y la tesorería del club reflejaban el daño sufrido por el despilfarro y la inoperancia. Las deudas desbordaban la nula capacidad de pago. La bancarrota sobrevolaba al club Lanús como un buitre a su presa.

  La crisis institucional de 1977 se agravó con el descenso consumado, y todo desembocó en el mes de mayo del 78 en una asamblea muy agitada, donde hubo cortes de luz y aprietes

varios. La sede era un polvorín a punto de explotar. Por un lado, los matones armados de Leiras, por el otro los socios de toda la vida, que con enorme valentía habían tomado la decisión de poner punto final al desquicio que se estaba llevando puesto al club. Un oportuno corte de luz puso freno a una batalla campal, y un allegado anónimo con muchas relaciones

que advirtió que la situación era muy grave, hizo un llamado desesperado. En tiempo record, tropas del Ejército se hicieron presentes, ocuparon la sede de la avenida 9 de Julio, desalojaron a los muchos matones armados que acompañaban a Leiras y les permitieron a los socios decidir el destino del club. Cuentan algunos dirigentes que al abrir la caja fuerte de la tesorería del club encontraron una pila de chequeras de cuentas cerradas, con cheques en blanco firmados por el presidente Leiras y su tesorero. En ese contexto, se oficializó la nueva comisión encabezada por Yoliván Biglieri en una elección llevada a cabo el 3 de septiembre de 1978 con 1.600 votantes, lo que resultó una muy mala idea, porque Biglieri había sido el revisor de cuentas de la comisión que lideraba Leiras, y era evidente, dado las deudas no contabilizadas que aparecían día a día, que las cosas no estaban nada claras.

   No muchos toman nota de que Lanús afrontó el torneo de primera “B” de 1978 en ese contexto adverso. Las figuras que había traído Silvero huían llevándose lo que encontraban a su paso. Quique Laudizzi, Daniel Ganza y Néstor Díaz Pérez iniciaron un tortuoso recorrido por los domicilios de los muchos futbolistas que habían sido contratados por Leiras y reclamaban el pago de sus haberes. Sucedían cosas raras, situaciones inimaginables. Mientras el consagrado Ramón Aguirre Suárez da por terminada una audiencia conciliatoria, y asombrado por la situación del club que los dirigentes granates le acababan de exponer, dice “señores, paguen lo adeudado como puedan, y no me deben nada más. No voy a ser yo el que le haga daño al club Lanús. Sé que están tratando de sacarlo adelante, paguen sólo lo que me deben”. Cuenta Díaz Pérez que en el momento en que abandonaban la reunión, el tucumano estaba a punto de agarrase a trompadas con sus propios abogados, que insistían vehementemente en reclamar un monto impagable.

   Y mientras cosas así ocurrían, también sucedían otras muy distintas: el consagrado Carlos Pachamé se llevó las instalaciones de un viejo galpón que estaba ubicado cerca del codo de Italia Chica, a la famélica sombra de una de las cuatro enormes torres de hierro abulonado que había comprado Leiras para instalar la iluminación, esas que nunca tuvieron ni una mínima bombita instalada. El buffet en cuestión había sido construido en 1938 en el mismo predio donde Lanús juega desde 1929 hasta hoy. Concurrían unos doscientos socios vitalicios, a razón de una veintena por día, que recordaban los goles de Arrieta o el juego de León Strembel mientras estiraban una partida de chinchón y un té o una copita sin permiso del doctor. No hace mucho tiempo, en diálogo con un ex dirigente, Pachamé se defendió diciendo que no fue un embargo, que el galpón ya estaba desarmado por Leiras y que él lo aceptó para llevarlo a su quinta. ¿Cuantos de aquellos abuelos despojados repentinamente del lugar donde pasaban el rato habrán logrado sobrevivir a su despiadado accionar?

   El quebranto económico que había precipitado el final del mandato de Francisco Leiras tuvo su correlato en 1978 con otra pésima campaña en la B. En el año en que la Selección Argentina ganaba su primera Copa del Mundo, Lanús atravesaba su peor momento político y económico. El nuevo presidente, el periodista, abogado y legislador radical Yoliván Biglieri, había sido protagonista del último duelo que se libró en el país, el 3 de noviembre de 1968 en Monte Chingolo, en la quinta de otro ex presidente Granate, Enrique Ballaratti, donde se batió con el almirante Benigno Varela, quien había declarado su lealtad al presidente Humberto Illia para poco después formar parte de la Junta Militar que lo derrocó. En su periódico “La Autonomía”, de la ciudad de Lanús, Biglieri había llamado traidor al militar, quien lo retó a duelo de sable de esgrima con empuñadura. Diez años después de aquel singular acontecimiento que terminó sin decisión debido a la presencia de muchos periodistas y a las varias heridas sufridas por ambos duelistas, Yoliván Biglieri, alcanzaba la presidencia del club Lanús. Quien se encargó de negociar la deuda con el Banco Quilmes y con el Banco Internacional de la firma Sasetru fue Néstor Díaz Pérez. En el primero de los casos, consiguió la lista de clientes de la sucursal Lanús del Banco Quilmes y fue visitando uno por uno a los que eran socios o simpatizantes del club para pedirles que le exigieran a la entidad bancaria que arregle la deuda con la institución Granate. Fue tan intenso el reclamo, que fue llamado por el presidente del Banco Quilmes, don Pedro Fiorito en persona, quien ordenó una renegociación con condiciones especiales para con el club Lanús.

   El acuerdo con el Banco Internacional parecía más difícil: el contador que estaba a cargo de la negociación por parte de la entidad bancaria solía decirle a Díaz Pérez: “Ustedes no van a poder con nosotros, somos parte de una gran empresa. Ustedes son un club chico y si no pagan lo que nos deben, tarde o temprano los vamos a hacer a desaparecer”. Los acreedores estaban interesados en quedarse con la sede social de la avenida 9 de julio, y presionaban para obtenerla a cambio de la deuda. Por esos tiempos, en todas las despensas de Lanús se lucía un afiche con la leyenda: “Sra. ama de casa, si usted quiere al club Lanús, no compre estos productos de Sasetru” con la foto y el nombre de cada uno de esos artículos elaborados por la firma que quería perjudicar al club. Por suerte el destino puso a salvo ese edificio fundamental de la historia de la entidad. Por esas vueltas que tiene la vida, cuando Sasetru comenzó a ser hostigada por la dictadura, aquel mismo contador que poco antes auguraba la entrega de la sede, ofreció una opción de pago asombrosamente conveniente: Documentar el total de la deuda en 60 pagos, que debían contar con el aval de 20 propietarios. Sin saber los motivos de la comprensiva oferta, se realizó una histórica asamblea en la que los dirigentes explicaron la nueva situación y solicitaron a quienes confiaban en el esfuerzo que estaban llevando a cabo para salvar al club que acompañen la iniciativa presentando el aval de sus propiedades, para luego concurrir con sus respectivas esposas a firmar la cesión de los bienes enajenados a la deuda, en caso de que los documentos no fueran cancelados en tiempo y forma. Estamos hablando de un hecho histórico, que muchas veces fue comentado livianamente, sin tener en cuenta la solemnidad del momento. Luego de la ponencia de uno de los dirigentes, se hizo un profundo silencio. El club estaba a punto de decidir su futuro y necesitaba de sus socios. Según recuerda Néstor Díaz Pérez, “de a uno, parsimoniosamente pero con gran decisión fueron levantando sus manos Juan Carlos Decuzzi, Roberto López, Daniel Seta, Roberto Rotili, Alfredo Del Pino, Daniel Ganza, y un señor de apellido García, de la firma Castromán”, todos verdaderos próceres de la entidad que ofrecieron sus propiedades en garantía, ellos y sus esposas firmaron la renegociación con Sasetru, y el club no les falló: los documentos fueron recuperados y las propiedades fueron desafectadas mucho antes de lo pensado.