Páginas

viernes, 18 de junio de 2021

El peronismo abjura de Perón y de próceres mestizos


por Lisandro Martínez*

Para parir un nuevo mundo al tiempo hay que entender/ Para cambiar la historia hay que comenzar/ Para vivir la gloria americana del mañana hay que luchar/ Mi toro, no va a morir… (Taki Ongoy)

Que “los mexicanos salieron de los indios, los brasileros de la selva y los argentinos de los barcos”, es un barbarismo de Roca, su campaña genocida y los tenderos criollos que deliraron que “gaitas” y “tanos” vendrían de la “high society”.

La Primera Junta incluyó a los indígenas con derechos sociales y políticos: “Son hombres libres e iguales” (Castelli, discurso de Tiahuanaco).

María Joaquina de Alvear y Sáenz de Quintanilla llevó un registro de su familia. En “Cronología de mis antepasados”, con fecha 23/1/1877, anotó: “José Francisco de San Martín era hijo del español Diego de Alvear con la joven guaraní Rosa Guarú de 17 años” (www.paraguaymipais.com 9/10/2010).

“Mario Tomás Perón (23 años), administró la estancia de los Mármol y conoció a Juana Sosa Toledo, mapuche-tehuelche, sirvienta de una estancia en Lobos. La joven de 17 años quedó

embarazada y parió a Juancito Sosa.” (Infobae 8/10/2020).

Perón reivindicó en su exilio en Caracas, 1957, su estirpe india ante un grupo de jóvenes que incluía al médico Hipólito Barreiro: “Me siento muy honrado de llevar sangre tehuelche descendiendo por vía materna de quienes poblaron Argentina siglos antes que llegaran los colonizadores”. Impactado Barreiro investigó, escribió y publicó: “Juancito Sosa, el indio que cambió la historia” (editorial Tehuelche año 2000).

¿Alberto Fernández no recuerda que los pueblos originarios resistieron a las bestias colonizadoras durante los siglos XVI y XVII y que de nuestros ancestros murieron 50 millones en batallas y por hambrunas por defender su libertad frente a invasores de lo que hoy es el continente americano?

La derrota final de los “kilmes” ante el gobernador de Tucumán, el colonialista Alonso Mercado y Villacorta, luego del levantamiento liderado por Felipe Calchaquí, lleva a “las bestias vestidas de metal” a deportar desde los Valles Calchaquies a 2.000 indígenas. Las mujeres prefirieron arrojarse al vacío con sus hijos antes de entregarse. Los sobrevivientes debieron marchar a pie 1.200 kilómetros desde Tucumán a la reducción de Santa Cruz, donde llegaron 1.000 vivos hasta lo que hoy es Quilmes.

¿Sabe Fernández que Víctor Heredia -un nac&pop de primera hora- compuso “Taki Ongoy” basada en una enorme investigación del médico, arqueólogo y antropólogo argentino Alberto González Rex y la presentó en Plaza de Mayo con el auspicio de CFK a quien también le entró por un oído y le salió por el otro? ¿Fernández sólo actuó como correveidiles de la eurocentralidad que mamó desde que dejó la venta de jubilaciones privadas para ser funcional al poder político criollo? ¿Fernández ha roto su parentesco con “cabecitas negras y la chusma” que combatió a los invasores de distintos reinos -español, inglés y francés- a flecha, boleadora y lanza? ¿Olvidó el presidente que la presencia de Catriel, Calfucurá y otros pocos cojudos con sus lanceros fueron la única oposición al genocidio de Roca y sus tropas que coleccionaban cráneos de distintas etnias que vendían a museos europeos y por lo tanto perseguían a las más destacadas familias indígenas hasta cercarlas, matarlas y descarnarlas para su venta? (Tehuelches y selk'nam - Biblioteca Nacional de Maestros www.bnm.me.gov.ar).

La historia contada por un funcionario adiestrado por Cavallo y “el turco mentiroso”, no puede ser más que un fraude.


En 1865 mi tatarabuela era parte de una familia de indígenas charrúas que se instaló en Entre Ríos. Desde adolescente fue sometida a servir en el Palacio de las Flores de Justo José de Urquiza. Los charrúas se identificaban por su procedencia familiar. Por ejemplo mis ancestros eran los Martí, cuya derivación fue “los Martínez”, las madres eran solteras (por usos y costumbres). Mi abuela ya en el siglo XX tenía sus hijos adultos bajo su apellido.   

Los que sí vinieron en barco y el peronismo aborrece instintivamente, son el activismo político revolucionario que escapó de los fusilamientos contra el primer gobierno obrero (Comuna de París, 1871). La presencia de revolucionarios internacionalistas en Argentina desmiente la fábula de “los sindicatos son de Perón”. En los países donde llegaron organizaron obreros y fundaron periódicos. Fueron “comuneros” los de la primera sección de la Internacional de Marx en Buenos Aires 1872, como el socialista Armand Moreau padre de Alicia Moreau. Otros fueron a Chile, Uruguay y Brasil, organizando los primeros sindicatos. Lo que repudia el punteraje pejotista son los perseguidos, los judíos y los famélicos que llegaron aquí huyendo de pogromos nazis, del franquismo y los campos de concentración para republicanos (socialistas, anarquistas y comunistas), montados por Francia 1937 para encerrar ideas libertarias hostigadas por Franco, quien con el medieval “Garrote vil” ajusticiaba zurdos. Con el falangismo SÍ que hizo buenas migas la Triple A que copió el método parapolicíaco “Somaten” de Franco para exterminar a la oposición argentina en 1973.  

En 1874 Avellaneda propaganizó la inmigración pero la masa que arribó de Europa meridional fueron “gaitas”, “tanos” y “turcos”, que frustraron a la intelectualidad oficialista y a dirigentes de aquella y de esta época.

Los llegados en barco que poblaron el país no fueron “los fifís” que viajaban en camarote con baño. Los nuestros venían “ajoba” en la ratonera, sin espacios ni intimidad uno pegado al otro, con boletos de tercera que pagaron juntando monedas de los que se venían y de los que se quedaban. Quienes viajaban lo hacían en las peores condiciones sólo movidos por la necesidad.

El censo 1914 dice que Baires y PBA eran habitadas por un 50% de extranjeros, pero en el interior la presencia inmigrante era muy inferior.

El mestizaje entre indígenas indómitos e inmigrantes corridos por el hambre, amasijados en la bigornia de la explotación y las necesidades obreras insatisfechas, es la génesis indomable del pueblo trabajador argentino que protagonizó sabotajes, huelgas y movilizaciones durante los 6 años del genocidio de la dictadura cívico militar, donde la burocracia sindical peronista acompañó “el proceso” delatando al obrero combativo y colaborando con su exterminio.

El racismo y discriminación del gobierno nacionalista burgués sometido eternamente a los acreedores expone con claridad la vigencia del gobierno obrero.

    (*) Del Partido Obrero Tendencia