por Marcelo Calvente
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José Luis Lodico, figura y capitán del Lanús campeón de Primera B de 1976, tuvo un diferendo con José María Silvero, quien lo separó del plantel durante el Torneo Metropolitano de Primera de 1977 luego de ser titular en ocho encuentros. Durante el resto de ese año no volvió a jugar. Con la apertura del libro de pases varios clubes se interesaron por sus servicios, pero fue Banfield el que le acercó la oferta más concreta. Tan tentadora fue la proposición que ese paso de un año por el Taladro le permitió al futbolista comprar su primera casa. “Con la tristeza de no poder concretar el sueño de jugar en Primera con Lanús, esa fue la única vez en mi carrera que opté por anteponer lo económico: los dirigentes de Banfield me compraron la casa que yo elegí, y no tengo dudas de que tomar esa decisión a los 25 años me cambió la vida. El Banfield de 1978 al que me sumé era un equipo muy desequilibrado, le ganamos de visitante a Boca, que fue subcampeón de Quilmes, a San Lorenzo, a Independiente y a Estudiantes pero perdimos muchos puntos con los rivales directos. All Boys, Chacarita y Platense zafaron en las últimas fechas, nos fuimos nosotros y Estudiantes de Caseros”.
En Banfield jugaban Osvaldo Cerqueiro, Miguel Ángel Corvo, Miguel González, Horacio Santillán, Oscar Moris, Oscar Telli, Sergio Gigli, Claudio Jara, José Lo Gatto. Ese equipo se topó con el mismo obstáculo que un año antes mandó al descenso a Lanús: Platense. En la penúltima fecha ambos se enfrentaron en cancha de Atlanta, donde el Marrón, que en 1971 había sido desalojado de su estadio de Manuela Pedraza y Cramer, hacía las veces de local. Platense lo ganaba 2 a 1,
y como Banfield debía quedar libre en la última jornada, con ese resultado quedaba muy comprometido. En el minuto final, el Taladro tuvo la chance de empatar desde los doce pasos. El habitual ejecutante, Miguel Ángel Corvo, había sido reemplazado, por lo que el “Loco” Cerqueiro tomó la responsabilidad. Si convertía ese penal, Banfield se quedaba en primera. Pero Cerqueiro falló. Lo más extraño pasó siete días después, cuando el Calamar venció en San Martín a Chacarita, que ya había zafado, en un partido que condenó al Taladro y que dejó un mar de dudas.Mientras tanto, y para sorpresa de todos, el Grana había descendido a la C. El pase de Lodico seguía siendo de Lanús y los dirigentes Granates reclamaron su presencia. La controversia era que Banfield había pagado el 70% de lo que adeudaba por su casa, y era sabido que los problemas económicos y la crisis institucional ponían en dudas que Lanús pudiera afrontar el 30% restante. El flamante presidente Juan Carlos Seguer y el dirigente Coco Garrido se comprometieron con Pino, que en 1979 retornó al club, y pasó de jugar en la división mayor a afrontar el fútbol de la Primera C, pese a las enormes distancias que mediaban entre ambas categorías. Sin embargo, gracias a que los dirigentes cumplieron su promesa, al cabo de ese año el club Lanús pagó el porcentaje restante de la vivienda del jugador. Lanús peleó el campeonato con Español, que metió un sprint final de cinco victorias al hilo y le sacó cuatro puntos, y el escolta fue Deportivo Morón. Lodico se adaptó rápidamente al cambio de categoría. En 1980 el torneo de la C tuvo tres protagonistas: el Deportivo Morón, Central Córdoba de Rosario y Lanús, cuyos futbolistas prácticamente no cobraban.
Una noche de mediados de septiembre de ese año, cuando faltaban doce fechas para el cierre del campeonato y el Grana estaba prendido en la pelea por la punta, José Luis Lodico (foto) recibió en su casa la visita de dos personas con un maletín repleto de dinero. No le pedían que vaya para atrás, simplemente que al día siguiente acuse una lesión en la práctica y debido a la misma, el sábado no integre el equipo Granate que debía recibir a Central Córdoba, que por esa fecha peleaba el ascenso a la "B" contra Lanús y el Deportivo Morón. Con eso se conformaban, sabían que sin Lodico, el Grana no tenía timón. Indignado, ante la mirada inquisitoria de su esposa Ana María, Pino los despidió sin titubear antes de que terminaran de hacerle la propuesta. Estos dos señores, un representante y un por entonces muy conocido ex jugador de Independiente, se retiraron tan sorprendidos que no lo podían creer, a punto tal que saludaron con un apretón de manos respetuoso al jugador, que en los ojos de sus visitantes vio el asombro de quienes acaban de entrevistar a un extraterrestre. Tan sorprendidos se fueron que al día siguiente llamaron al presidente de Lanús para contarle la secuencia, y felicitarlo por la clase de persona que era Pino Lodico y felicitarlo por contar con él en el plantel Granate.
Por entonces, Lanús era poco más que un club de barrio y pronto corrió la voz. Esa tarde, antes del inicio del partido, en el sector del público local no se hablaba de otra cosa que del intento de soborno que Lodico había rechazado antes de saber cuánto le ofrecían por no jugar. La cuestión es que en la primera pelota que recibe, el capitán Granate gira para arrancar desde el fondo y el balón, que venía con efecto envenenado se le adelanta y le queda justa a Cabrera, el cinco de Central Córdoba, que desde fuera del área le pegó de primera y la clavó en un ángulo de Perassi. ¡Para que! Varios hinchas que habían escuchado la historia previa empezaron a gritarle vendido, sospechando que todo había sido una maniobra para ocultar que en verdad había aceptado la oferta maliciosa. Lodico se desesperó, pensaba: "¡No puedo tener tanta mala suerte, rechacé la guita sin dudar cuando no tengo para darle de comer a mis hijos y me gritan vendido…!". Sabía que ni ser la figura servía, sólo hacer un gol lo salvaba del oprobio. Y el gol, justamente, nunca había sido lo suyo. Pero a veces la taba cae del lado de los buenos: antes del final del primer tiempo, en un córner, Pino va en busca del gol salvador, mete un remate de volea que el arquero rosarino alcanza a desviar, Claudio Nigretti la empuja en la línea y consigue el empate que salvó el honor del capitán. En el complemento Lanús lo dio vuelta con gol de Juan Antonio Crespín, José Luis Lodico festejó la victoria y respiró aliviado. Finalmente, ascendió Morón, que con Peidró, Stagliano, Colombatti, Milano y Atilio Romagnoli, había sido el mejor, sumando 64 puntos. Segundo fue Central Córdoba con 59 y Lanús ocupó el tercer lugar con 50.
El año 1981 sería el del título y el retorno a la B para el Grana. Pino tendrá la satisfacción que tanto esperaba y merecía, y luego la vida le iba a deparar un último sufrimiento: El final de manera anticipada para su enorme carrera deportiva, con 300 partidos disputados para Lanús, por una lesión en el oído mal curada. El tiempo le exigió conformarse sin poder cumplir su último sueño: Volver a ascender a Primera con el club de sus amores. Con el paso de los años, José Luis Lodico recibió el reconocimiento a su trayectoria y recuperó su puesto de entrenador de Fútbol Infantil de Lanús, que aún hoy, a los 69 años, sigue desempeñando con inmejorables resultados. Y por fin, su figura integra definitivamente el selecto grupo de los grandes ídolos de todos los tiempos del club Lanús, hoy convertido en una de las entidades más importantes del fútbol argentino.