jueves, 15 de abril de 2021

Si la historia la escriben los que ganan eso quiere decir que hay otra historia


por Lisandro Martínez*

   Mauro Viale en junio de 1997 inauguró Fenómeno real, un reality show, cuyo productor era Fabián Doman, que se había iniciado en el periodismo “como jefe de prensa de María Julia Alsogaray” (El enigma Perrota, M. Seoane-), y esa herencia genética se nota a pesar de haber pasado un cuarto de siglo. El 2/6 la producción del nuevo programa resolvió enviar al aire una filmación con actores que representaban un interrogatorio ocurrido en las mazmorras del batallón 601 cuando dos décadas atrás habían asolado el país los genocidas. La recreación estaba basada en un guión textual extraído de los archivos del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército que Juan Bautista Yofre jefe de la SIDE y el capitán (R) Héctor Pedro Vergez, un conocido torturador, habían afanado y pedían u$s500.000 para entregarlos.

   La emisión del programa Fenómenos del 2/6/97 resultó un reality show muy criticado por su contenido amarillista y cuyos objetivos eran intimidar al telespectador al que trataban de decirle que “la bestia” todavía estaba al acecho por un lado y por el otro estaba destinado a vilipendiar públicamente a Perrota por ‘buchón’. Pero Perrota, fue el único que durante enero/febrero de 1976 denunció la existencia “de listas de opositores y activistas obreros” que serían los objetivos a exterminar por la junta militar utilizando el método de hacer desaparecer en el aire a la oposición.


El show de la picana, la tortura y la desaparición

“Mauro Viale para su programa Fenómeno real, dio un golpe, más bajo de lo habitual por

cierto. Fue todo lo real y sensacionalista que el conductor puede lograr, como si se tratara de un zapping de dudoso gusto, donde coexistieron la emisión del supuesto ‘primer documento de la represión’ con una dramatización de la tortura y muerte del periodista Rafael Perrota, bajo la mirada horrorizada de sus dos hijos”. (La Nación 4/6/1997).

  Tuve la ocasión junto con otros activistas y delegados obreros de escuchar a Perrota

informar que Videla, Agosti y Masera se iban a diferenciar de Pinochet que hacía ya tres años que fusilaba y torturaba a la vista de quien quisiera verlo y tenía como escenario central de esa carnicería al Estadio Nacional de Chile. La futura dictadura argentina no quería sufrir una “mala prensa internacional” y por lo tanto iba a adoptar la política de los paracaidistas franceses en Argelia, cuya modalidad fue secuestrar a sus víctimas en horas de la madrugada, llevarlos a la sala de torturas y luego hacerlos desaparecer.

  Conocimos al doctor “Cacho” Perrota dentro del Jockey Club, reducto de la alta burguesía y la oligarquía. En ese momento, 500 trabajadores del lugar luchaban a brazo partido por el aumento salarial y por imponer un convenio colectivo laboral de avanzada. El enfrentamiento con la patronal cavernícola era durísimo. Cacho invitó a la comisión interna a la redacción del Cronista Comercial, para hacer un reportaje en su diario.

   Cacho venía de una familia ultra católica y de rancia alcurnia, pero había sido ganado por ideas progresistas. Era amigo de Héctor “El Negro” Demarchi, delegado general del Cronista y militante del PRT. Rápidamente nos hicimos camaradas, a pesar de las diferencias políticas que nos separaban; Cacho no consideraba, como nosotros, una cuestión de primer orden la construcción de un partido obrero. Él como muchos en esa época creía que el foquismo divorciado del control de los trabajadores podía ser un buen estímulo “desde afuera de la clase obrera” para acelerar el proceso, dándole cierto crédito a las organizaciones armadas para que protagonizaran ese salto.

  Perrota se hizo socialista “de viejo”. Él mismo había elegido un peligroso doble papel a jugar: Por un lado, era el dueño del prestigioso El Cronista Comercial y estaba, por lo tanto, relacionado con lo más granado de los “hijo e’ putas”, y por el otro, militaba dentro del aparato de inteligencia del ERP. Metodológicamente estábamos en la antípodas sobre qué lugar debía ocupar la clase obrera, no obstante nos entendimos en acuerdos y diferencias. En la sede de El Cronista funcionaba la multitudinaria Coordinadora de Capital de gremios, CI y delegados combativos que desde junio de1975 se movilizaba. A esto la burguesía lo llamaba “gimnasia revolucionaria” o los prolegómenos de la toma del poder.

   Cacho tuvo la valentía descomunal de dar a conocer el plan secreto de exterminio  para la Argentina del imperialismo y el papel miserable de la burguesía criolla e informó, antes de marzo del ‘76, sin reparar en los peligros a que se exponía. Dio detalles al activismo y a partidos que lo escucharon. La información provenía de Martínez de Hoz y Massera que cenaban semanalmente con el dueño de El Cronista Comercial. Estos dos buitres, en una cena que Rafael dio en su piso de la Recolecta, frente a La Biela, contaron con detalles cómo se iba a buscar al activismo opositor de noche, para luego hacerlo desaparecer sin que nadie lo note: “Nuestra guerra va a tener otra táctica que la de Pinochet”, decían.

  La valentía de Cacho de anticipar el genocidio, que pocos sabían que se venía, contrastó violentamente con el accionar de periodistas como Mariano Grondona y otros, quienes no sólo encubrieron el horror venidero, sino que además, ocultaron parte de los archivos de la dictadura, descubiertos en el estudio jurídico Klein & Mairal, por una Comisión Investigadora dirigida por el radical Tello Rosas. Las pruebas del genocidio fueron trasladadas a otro escondite. (www.infobae.com 9/5/2019) Con el pseudónimo Guicciardini, Grondona escribió: ‘Nuestra revolución –el golpe criminal- consiste en la aparición de un orden en medio del desorden….” (El Cronista 2/8/1978). 

   Como  sufría de una dolencia permanente en la columna y tenía pocas reservas físicas, Cacho -si seguimos el guion del 601- hizo enormes esfuerzos para no quebrarse en la tortura y “solo habló de quienes ya estaban desaparecidos, o fuera del país” www.ipsnoticias 3/6/1997). Eso eleva aún más su estatura moral frente a los nazis alimentados por todas las expresiones de la burguesía nacional.

   Cacho fue secuestrado el 13/6/76.  Pocos días antes había regresado de México, donde había viajado invitado por el gobierno de ese país. Sus compañeros más cercanos, o estaban en el exilio o desaparecidos; toda la comiosión interna de El Cronista había sido secuestrada. Sin orientación política ni direción, su vuelta fue inútil y resultó fatal.


  (*) Del Partido Obrero Tendencia