El Abu Leo cuenta, que casi no tuvo tiempo para bajar del cielo. El apuro fue debido a que mamá española y papá italiano, llegaron a la Argentina, más precisamente a Villa Diamante, con lo puesto. En aquella época era difícil vivir y para comer había que conseguirse el alimento solo, siendo aún un nene que recién habia aprendido a caminar y a hablar. El cocoliche, mezcla con el italiano de papá, lo obligaba a estar en.la calle acompañando el carrito donde ambos buscaban en «la quema» comidas o cosas para cambiar por ropa, carbón u otros elementos necesarios para subsistir. Alli aprendió a hacer ganarse la vida. Como la necesidad apremiaba y Roquiño (foto) era astuto, pronto aprendió a leer, a escribir y hacer cuentas. Con su «viveza» -que usaba no para engañar, sino aprovechar oportunidades- y sus ganas de trabajar, pronto encontró otras ocupaciones: lustrabotas, botellero, mandadero. Lo que le cambió su destino fue cuando aprendió a boxear, primero para defenderse y luego, aunque era chiquito de estatura pero fornido por su fisico y despierto por su inteligencia, comenzó a pelear como oficio y aprendió a los golpes.
Llegó a ser campeón mundial de boxeo, hizo bastantes amigos y tuvo mucho éxito con los negocios, se casó y tuvo cuatro hijos. En fin, con perseverancia, Horacio Accavallo, ese es su nombre, triunfó. Ahora, con el silencio de su mirada, sonríe a quienes lo visitan como siempre lo hubo hecho.
Leonardo Saphir saphirleonardo@gmail.com