Páginas

domingo, 28 de febrero de 2021

Memorias granates:Carlos y José Volante, rivales y hermanos

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

Entre esos años finales del amateurismo y los albores del profesionalismo van a aparecer en el primer equipo de Lanús dos hermanos bien Granates que protagonizarán, cada uno por su lado, dos de las historias más sorprendentes y singulares de la centenaria vida del club: Carlos y José Volante.
   Don Giuseppe María Volante fue un inmigrante italiano que llegó al país en 1897 y adquirió con muchas facilidades un lote en Villa General Paz, en la calle que por entonces se llamaba General Acha, entre José C. Paz y Margarita Wield, a pocos metros de la Plaza Sarmiento. Allí levantó una típica casa chorizo precedida por un enorme galpón donde llevó a cabo su oficio de


herrero de la compañía de tranvías. En la casa que aún mantiene la misma fachada de los últimos 80 años, don Volante y su esposa Luisa Estevano tuvieron siete hijos. Ángela, la primogénita y abuela del autor de ésta nota, nació en 1900 -vivió 96 años- y una seguidilla de frecuencia vertiginosa trajo a Juan, Luisa, Carlos, Hermelinda, Julio y José. Los cuatro varones en alguna oportunidad vistieron la casaca granate, pero sólo Carlos, que había llegado al mundo el 5 de noviembre de 1905, y José, nacido el 6 de junio de 1911, lograrían jugar en la primera división del club Lanús.
   En 1924, con apenas diecinueve años y en la posición de centro-half, Carlos Martín Volante debutó en la primera de Lanús, cuya divisa defendería en once oportunidades hasta 1926, cuando iniciará un largo periplo sobre el que volveremos más adelante. El menor de sus hermanos, José Norberto, hizo su presentación en Primera en 1928 jugando en la misma posición que Carlos pero dos años después de su partida. Ambos hermanos, uno para Lanús y el otro para Platense, disputaron el domingo 24 de marzo de 1929 el histórico primer cotejo oficial en la nueva cancha de Arias y Acha -allí donde hoy se levanta imponente La Fortaleza- ubicada a dos cuadras y media de la casa familiar de los Volante. En la década del 1920, Villa General Paz estaba en pleno crecimiento pero aún a medio poblar, se vivía a ritmo campestre y todos los vecinos se conocían entre sí. Los clubes se nutrían de futbolistas de la zona, y si bien era común que un jugador de notable calidad y enormes perspectivas como Carlos Volante fuera transferido a un equipo más grande, algo que además era inevitable, en aquellos jugadores del amateurismo todavía reinaba el amor por los colores. En el caso de Carlos mucho tuvo que ver que en 1925 debió cumplir con el Servicio Militar Obligatorio y allí engordó más de 15 kilos, por lo que perdió su lugar entre los once. La colimba lo había sacado del fútbol durante el ‘25 y el ‘26, y recién pudo retornar en el ‘27 jugando para el desaparecido club General San Martín. En el 28 pasó a Platense y se consolidó como gran jugador, a punto tal que fue convocado a la Selección Nacional que se preparaba para disputar el Mundial de 1930.
    Vistiendo la casaca marrón, el histórico 24 de marzo de 1929 tenía que enfrentar al club de su barrio, de su familia y sus amigos, en el que a punto había estado de consagrarse campeón como capitán de la división de reserva en 1923, y en el que había debutado en primera en octubre de 1924. En el equipo Granate, que inauguraba su nuevo estadio, jugaba su hermano menor, José Norberto, que además ocupaba el mismo puesto que él había dejado vacante al partir. El enfrentamiento entre los hermanos Volante fue la comidilla previa de una tarde de por sí muy esperada en el pueblo de Lanús, y sus habitantes ansiosos por asistir al estreno del nuevo estadio ubicado mucho más cerca del centro comercial. Según cuenta el historiador Néstor Daniel Bova en su trabajo “97 íconos de la historia granate” y ratifica el señor Carlos Pezzani, sobrino de ambos futbolistas, se decía que Carlos no quería jugar y que ambos hermanos habían consensuado que no lo hiciera, pero el chimento llegó a oídos de la severa doña Luisa. La madre juntó a los hermanos y ordenó que ambos sean de la partida en su nuevo idioma, un esforzado cocoliche, augurando: “que gane el ma’ mecor”. Por aquellos tiempos, una orden materna no se discutía, ni siquiera siendo un jugador de selección.
   Carlos Volante no estaba muy de acuerdo. Cualquiera fuera su actuación, sabía lo que le esperaba. Apenas iniciado el juego acusó una lesión que según sus palabras “fue un puntapié que me durmió el muslo y me impidió correr con normalidad”. Como era imaginable, aquella tarde que nunca olvidó, ante la mirada celeste de la madre de ambos hermanos, siempre presente cuando jugaba el Grana, a Carlos Volante lo chiflaron de los cuatro costados: los hinchas locales por haberse ido, y los de Platense por no haber dejado todo en pos de la victoria. El Grana se impuso por 5 a 2 y según cuentan los memoriosos, doña Luisa celebraba loca de contenta. Tenía tres motivos: primero porque era fana de Lanús, segundo porque como Granate nunca le perdonó a su hijo mayor haberse ido del club. Y en tercer lugar porque su hijo preferido, el menor, al finalizar el cotejo estaba siendo llevado en andas por los hinchas locales. Al concluir el campeonato de ese año, mientras José Norberto Volante se consolidaba como mediocampista central titular y gran promesa del club Lanús, Carlos Martín Volante pasaba de Platense a San Lorenzo. A mediados del 30 firmó para Vélez Sarsfield, donde jugó hasta1931, cuando fue transferido al fútbol italiano, integrando una de las primeras camadas de futbolistas criollos que emigraron al Viejo Mundo. Su destino fue el Nápoli, el mismo  club que muchos años después tendrá como máximo ídolo a otro argentino llamado Diego Maradona, nada menos.

La vida por Lanús
    Más conocido como Pepe, José Norberto Volante disputó 53 partidos oficiales en la primera de la entidad sureña. En 1930, en un choque con Luís Monti, el consagrado futbolista de San Lorenzo y la Selección, sufrió una fractura de tibia y peroné de la que le costó recuperarse. Luego de una lenta y difícil rehabilitación, y aunque ya no era el futbolista que tanto prometía,  durante tres años más continuó jugando en Ferro Carril Oeste, con el que debió enfrentar al club de sus amores en varias oportunidades. De ojos color del cielo como sus seis hermanos, simpático, emprendedor y de probada honestidad, Pepe Volante volvería al club Lanús en 1951 como entrenador del primer equipo que retornaba a la máxima categoría después del controvertido descenso de 1949, cargo que aceptó con la condición de que fuera honorario -sin percibir remuneración alguna- y que ocupó durante un año calendario, hasta la contratación de Roberto Sbarra. Por entonces el benjamín de la familia Volante desarrollaba una exitosa carrera empresarial como importador de válvulas industriales. El primer contratiempo que tuvo que afrontar fue que a poco del inicio sufrió la partida de Pairoux, a quien pocas semanas después siguieron Moyano y Contreras, los tres se sumaron a la lista de futbolistas que abandonan sus clubes para ir a jugar a Colombia como consecuencia de la huelga de jugadores liderada por Adolfo Perdernera a fines de 1948. No obstante, el equipo realizó una campaña espectacular y culminó la primera rueda encabezando las posiciones con 24 puntos en 16 partidos, y con José Florio como máximo artillero del torneo. Pero en octubre de 1951, a seis fechas del final y con el Grana prendido en la lucha por el título, se produce la millonaria venta de Florio -tras marcar 21 goles en 22 partidos- al Torino de Italia. Finalmente y pese a todo, Lanús obtuvo el 5º puesto, la mejor posición alcanzada por el club en Primera División desde la creación del profesionalismo. Al cumplirse el año, tal como había consensuado y sin haber cobrado ni un solo peso, dejó su lugar y volvió a dedicarse a sus negocios.
   Ocho años más tarde, en los comicios del 27 de febrero de 1959, José Norberto Volante, que no era peronista, pero había sido secretario de Hacienda de la Unión Vecinal Autonomista, el movimiento creado en 1941 que bregó y finalmente obtuvo -el 19 de septiembre de 1944- la autonomía de Lanús como distrito independiente de Avellaneda, y además era presidente del Rotary Club de Lanús, será electo presidente del club Lanús encabezando la lista de la Cruzada Renovadora Granate, agrupación emparentada con el peronismo. Fue un gran triunfo electoral festejado con una multitudinaria marcha por la calle José C. Paz, hoy 9 de julio, desde la estación hasta la sede social de 9 de julio 1660. Volante asumió en un club cruzado por las diferencias políticas y en ese marco poco propicio comenzó a planificar la financiación de las varias obras a realizar en el estadio que había prometido en su campaña,  que pese a las enormes dificultades económicas, terminaría llevando a cabo. Con mucho esfuerzo logró equilibrar una economía que reflejaba las consecuencias de aquella dura derrota del 56 que el público granate no pudo digerir, ya que el intento de la conducción saliente de frenar la inevitable caída resultó en vano. El club debía mucho, sobre todo a los jugadores. Volante se las rebuscó para paliar la crisis. Construyó los codos para completar el estadio, también el piso de cemento alrededor de la cancha, reforzó el alambrado perimetral y se hizo cargo de una necesaria renovación del personal rentado de la entidad, medida que le costó ganarse muchos enemigos. Pese a la Libertadora y el previsible descenso a la “B” del 61, en ese mismo año, Pepe Volante volvió a vencer en las urnas al Círculo de Amigos y resultó reelecto. Con la presencia del gobernador de la Provincia, Oscar Alende, el presidente Granate colocó la piedra fundamental e inició las obras para la construcción de la platea de cemento, que inauguraría en 1962 y que hoy forma parte de la platea oficial.
   Lanús seguía jugando en la “B”, pero esta vez su estadía no sería tan corta ni la vuelta tan sencilla como aquel retorno inmediato del ‘50. A la crítica situación económica y política en la que se encontraba el club, se le suma que el torneo de ascenso era mucho más competitivo que diez años atrás. Durante los campeonatos de la “B” de los años 62 y 63 el Grana no pudo superar la mitad de la tabla. Era evidente que la división política no ayudaba. Los notables del distrito no soportaban la supervivencia del peronismo en el club, sentían que el poder siempre había sido de ellos, y envalentonados por la “revolución libertadora” y el condicionado gobierno de Frondizi querían recuperarlo a toda costa. En las paredes de la ciudad se empiezan a ver pintadas pidiendo el alejamiento del presidente.
   A principios de 1964, cansado de tanto lidiar con la contra, Pepe Volante entiende que hay que poner fin a las divisiones y buscar otro camino: Convoca a Antonio Rotili para que con su prestigio y su vasta experiencia encabece un gobierno de unidad, y una vez logrado el objetivo se aleja definitivamente de la política institucional, aunque nunca dejó de asistir a la cancha, a la platea que había comprado junto con su título de socio patrimonial. Por largos años -hasta que Carlos Babington arribó a la presidencia de Huracán- Pepe Volante fue el único jugador profesional, luego técnico y más tarde presidente que cumplió las tres funciones en una misma institución de la primera división del fútbol argentino, aunque mantiene hasta hoy la exclusividad de ser el único que además enfrentó a su club como futbolista de un equipo rival. Con ese privilegio se fue de este mundo en 1997 dejando un recuerdo inolvidable en quienes lo conocimos.