por Sergio Giacona*
Es innegable, a la luz de los pésimos números que tiene nuestro país en cualquier orden que tomemos, que no existe una sola causa para esos males. Sin embargo, podemos tener una certeza: Darle a la gente cosas gratis no soluciona nada, sino que agrava al conjunto que aporta para mantener eso.
Darles a los chicos educación gratuita en este contexto (no en el de las décadas del 30. 40 o 50, donde ese beneficio era valorado por la población, que debía esforzarse por conseguir todo lo demás) significó resignar calidad, adoctrinamiento, y chicos que no van a clases. Lo mismo en la secundaria y ni hablar en las universidades públicas, donde se subsidia a quien podría pagar un arancel. Lamentablemente los hijos de los obreros no van a la universidad, por más gratuita que sea.
Otorgar salud gratuita significa un sistema colapsado ante la primera emergencia y tener que encerrar a la gente por no poder afrontar la situación. Amén de las calamidades diarias: falta de insumos, de personal, de infraestructura, etc., que ya eran problemas antes de la pandemia.
Otorgar planes, bolsones de comida, tarjetas varias y otros regalos hizo que tengamos 50% de la población, y 65% de los chicos menores de 14 años, en la pobreza.
Regalar jubilaciones a quien no había aportado, hizo inviable el sistema de reparto, y hoy las jubilaciones son paupérrimas para unos y otros. Amén del robo a los aportes privados que fue el
Subsidiar transporte, tarifas de servicios públicos, nafta y demás, supuso destruir el autoabastecimiento y perder divisas en importar productos que generamos aquí, y que demandan dólares que no tenemos. Además de terribles negociados.
Pensar que el trabajo en el sector público es generar empleo de calidad, significa fundir al privado, sobredimensionar estados provinciales que se transformaron en feudos, clientelismo y falta de progreso.
Es obvio que no es ese el camino. Sólo generó pobreza, atraso y falta de oportunidades. Es decir, todo lo contrario a lo que estos “regalos” decían generar. El verso quedó al descubierto. Nada es gratis. Alguien lo paga.
Sin embargo, si nos decidimos a hacer lo correcto, hay esperanza y solución.
Hay que volver a valorar el mérito
Es lógico que un presidente que fue puesto a dedo no crea en eso: Sabe que tres meses antes de ser elegido no lo conocía nadie. Saben sus ministros y Jefe de Gabinete (patético) que no merecen estar ahí. Es lógico que los sindicalistas no quieran dejar los aportes obligatorios de los trabajadores: tendrían que salir a competir con mejores sindicatos para que se afilien. Es obvio que si los gobernadores no recibieran de regalo la plata de la coparticipación no tendrían los empleados públicos que tienen, haciendo inviable el empleo privado al que funden con impuestos. Es más que conocido que la gente, a pesar de tener educación, salud y seguridad gratis, opta por mandar a sus hijos a colegios privados, tener medicina prepaga y seguridad privada.
Las políticas socialistas que aplicaron todos los gobiernos desde la vuelta de la democracia en 1983, son sin duda las causantes de todo esto: Ningún gobierno eliminó el déficit fiscal, ninguno generó condiciones para el empleo privado, ninguno bajó la cantidad o las alícuotas de los impuestos y tasas, todos nivelaron para abajo con el verso del “Estado presente”, “el Estado te cuida” y otras pavadas.Todos destruyeron nuestra moneda. Menem privatizó algunas empresas, pero nunca bajó el gasto, y cuando se le terminó la fiesta, explotó todo, pero no a él, obviamente. Típico de peronista: que la fiesta la pague otro.
Los resultados están a la vista. Son datos, no relato. Nos estamos transformando en una gigantesca villa miseria. Y miramos impávidos esperando que los mismos que nos metieron acá, nos saquen. No va a pasar. ¡No saben o no quieren!
El mérito, la competencia, la capacitación, el estudio, el trabajo, son las armas para salir de esta decadencia. El estado debe ser mínimo para atender a los que lamentablemente queden en el camino, que va a pasar, pero seguro que no en los niveles de hoy. Eso sólo lo propone el liberalismo. Una doctrina que ya se aplicó. Que hizo grande y potencia a la Argentina y que nunca debimos abandonar. Que valora por sobre todo la vida, la libertad y la propiedad privada.
Debemos hacerlo para poner de nuevo la nación en pie, o ya no tendremos nada que defender. O quizás sólo tengamos que defender nuestra vida, que no valdrá nada y que estará en manos de políticos que ni siquiera se bajaron simbólicamente el sueldo en una tragedia mundial como fue esta pandemia.
El futuro será liberal, o no habrá futuro…
(*) Del Partido Libertario de Lanús