lunes, 21 de septiembre de 2020

Memoria Granate: Lanús vuelve a Primera a puro fútbol

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.


En la segunda mitad de la década del 60, en el fútbol argentino apareció el “laboratorio” y surgieron nuevas disposiciones tácticas, la mayoría más defensivas, que atentaron contra
el imperio del 4-2-4, dando paso al 4-3-3 que sobrevivirá hasta fines de  los 70. La suma de todos esos cambios significó un leve declive competitivo de los clubes grandes, que apelaron a medidas desesperad
as como la contratación de extranjeros de dudosa categoría, moda que pomposamente llamaron “el fútbol espectáculo”, un intento que fracasó, permitiendo la aparición de otras instituciones en los podios, como Estudiantes de La Plata de Osvaldo Zubeldía, campeón del Metropolitano 67, Vélez Sarsfield ganando el Nacional del 68, y un sorprendente Chacarita Juniors obteniendo el Metro 69 en la ronda final tras vencer a Racing y River, fueron los primeros clubes chicos que lograron el título de campeón.
    Mientras algunos de esas entidades se codeaban con la gloria, el Club Atlético Lanús seguía forjando su particular historia emparentada con el buen fútbol tanto como con los sinsabores y las injusticias. Poco antes de empezar a transitar su camino al infierno, armará otro equipo inolvidable: el de Los Albañiles, Silva y Acosta. Cuentan testigos presenciales de aquel mítico encuentro entre Ángel Manuel Silva y Bernardo Acosta, que el día del primer entrenamiento que ambos futbolistas compartieron el entendimiento fue inmediato, como si hubieran crecido juntos, y que ahí mismo empezaron a construir las primeras “paredes” que le darían el apodo de Los Albañiles y los llevarían a la consagración como una de las mejores y más célebres duplas ofensivas del fútbol argentino de todos los tiempos.
   Con 21 años de edad, Manuel Ángel Silva llegó a comienzos de 1964. Formado en Chacarita, su debut en primera se retrasaba, su rara estampa no convencía y su carrera se había estancado sin remedio en la cuarta división del Funebrero. El sabio Ernesto Duchini, histórico entrenador de las selecciones juveniles, hombre formado y ligado de por vida a Chacarita, lo había tenido a sus órdenes y confiaba en su calidad, por eso se lo recomendó a los dirigentes Granates que andaban tras los goles de Carlos Meyer, también delantero centro de Chaca. Finalmente se quedaron con los dos. Necesitaban  reforzar un plantel muy golpeado, que  por primera vez jugaba su tercera temporada consecutiva en la B con campañas mediocres, lejos de la posibilidad de ascender. La defensa ya estaba: Rolando Irusta había arribado en 1962 proveniente de Olavarría; Roberto Ávalos, Rogelio Tedesco y Roberto Paz habían llegado de River por el pase de José Díaz a principios de 1963 junto con Parenti y Francisco Bravo, vecino de Lanús Este, había debutado en primera en  1960 y estaba asentado como back central.
    Con unos pocos partidos jugados en 1963, insinuando muy buenas condiciones y olfato goleador, esperaba su chance de ser titular el paraguayo Bernardo Acosta. Pese a no tener demasiadas cosas en común fuera del terreno de juego, del mágico e inmediato entendimiento entre estos dos maravillosos jugadores que no se conocían, Manolo Silva y el Baby Acosta, con el aporte del zurdo Juan José De Mario en la pausa y la pisada, surgió la piedra fundamental y principal argumento ofensivo de un elenco que pasaría a la historia como cultor de un juego ofensivo de toque y devolución de primera, mientras la mayoría de los equipos ajustaban los métodos de marcación y se conformaban a partir de los mecanizados sistemas que habían surgido en Italia luego de varios fracasos mundialistas de la selección Azzurra.
   Al cabo de una sorprendente campaña, Lanús ganó el torneo reducido de Primera B de 1964 en la penúltima fecha derrotando por 4-1 a Deportivo Español en cancha de Huracán y retornó a la máxima categoría desplegando un juego cautivante y efectivo. Con 17 triunfos, 10 empates y 6 derrotas, el recuerdo del título y el ascenso de 1964  vive en la memoria de los viejos hinchas de Lanús con la primitiva formación inglesa, el 2-3-5 que en verdad hacía mucho tiempo que ya no se usaba: Irusta, Bravo y Ávalos; Tedesco, Guidi y Paz; Iglesias, Parenti, Silva, Acosta y De Mario.
   Con la misma alineación del ascenso y la llegada del veterano futbolista de River y la Selección, Martín Pando, el Grana volvió a jugar en  Primera en el 65 y con un justificado optimismo celebró sus primeros cincuenta años de vida. La hinchada granate acompañó al equipo a todos los escenarios donde se presentó, logrando mantener la categoría sin sobresaltos. Los viejos hinchas de Lanús no olvidarán la tarde del 13 de junio de 1965, cuando por la 11° fecha del torneo de primera división, su equipo volvía a recibir a Boca después de tres años en la B, partido que la visita terminó venciendo con lo justo por uno a cero con gol del ex Granate Alfredo Hugo Rojas. Para el Xeneize jugaba Antonio Ubaldo Rattin, para Lanús Quico De Mario. Promediando el primer tiempo de aquel partido, el zurdo Granate recibe de espaldas en campo rival, contra la línea de cal, cerca del viejo túnel. Rattín le va al bulto y se come el primer caño por la pisadita magistral hacia atrás del 11 de Lanús, cambiando la dirección del balón. Rattín clava los frenos antes de chocar contra el alambrado de la platea baja y con odio en la mirada y espuma en la boca vuelve sobre Quico, que lo esperó mirándolo de reojo y tac, el segundo toque del balón por entre las piernas del Rata que despertó la ovación del público granate y la ira del intocable centrojás de la Selección Argentina, quien le tiró una patada feroz que el árbitro José Luis Praddaude no castigó, aunque no faltó la recriminación para el bueno de De Mario por atreverse a faltarle el respeto tamaña gloria del fútbol argentino…
  La figura de los dos grandes delanteros de Lanús le restaba reconocimiento a Quico, quien más que para el equipo, jugaba para el público. Su pisada y su toque de calidad resultaban una especie de burla para sus marcadores y la precisión de su remate con pelota parada era un problema sin solución para los arqueros rivales. Cuando el Grana arribaba al final con ventaja, De Mario la dormía contra el banderín del corner y la hinchada deliraba, no había forma de sacársela. Parenti, una de las figuras del 65, fue adquirido por el Racing Club, en tanto el defensor Francisco Bravo rescindió contrato y Héctor Guidi le dijo adiós al fútbol luego de defender la divisa en 332 encuentros. A partir de 1966, con Pedro Dellacha al frente del plantel, comenzaron a aparecer varios jóvenes valores como Héctor Ostúa, Osvaldo Lorenzatto, Melchor Sabella, Beto Colaciatti, Mario Carnevale, Ramón Echenaussi, Ramón Cabrero y Osvaldo Piazza. Fiel a su historia, Lanús encontraba en su cantera el recambio necesario.
   El 5 de junio de 1966, en un duro encuentro disputado a estadio lleno en Arias y Acha ante el Racing de Juan José Pizzuti, por la 14ª fecha del torneo de primera división, Lanús volvió a ser perjudicado por un fallo arbitral. En un partido atractivo, Racing se imponía por la mínima diferencia cuando a diez minutos del final el árbitro Jorge Álvarez sanciona un penal a favor del local por mano de Roberto Perfumo. Los futbolistas visitantes, desconformes con la sanción, se fueron encima del juez y lo acorralaron durante ocho minutos. Hubo empujones, hubo golpes. El fallo no se modificó y Quico De Mario desde los doce pasos logró el empate. En un clima enrarecido, aprovechando que el arquero de la visita, Luis Carrizo, debió ser atendido durante otros dos minutos, Álvarez, sin anunciarlo previamente, hizo jugar veinte minutos adicionales, hasta que Racing conquistó el segundo gol. Los futbolistas granates sacaron del medio e inmediatamente escucharon el silbato final. La cancha se convirtió en un infierno, volaron piedras, la policía respondió con gases, de manera milagrosa el alambrado perimetral soportó la embestida de los hinchas locales que intentaron invadir el campo, enardecidos contra la figura del árbitro y los futbolistas visitantes. Un auxiliar de Lanús se metió en la refriega blandiendo como lanza el palo de un banderín del corner con el que persiguió al Coco Basile, el más exaltado de los futbolistas de Racing. La prensa se hizo eco de una tarde bochornosa en la que el equipo más humilde fue burdamente perjudicado por el juez del partido en favor del que finalmente sería el campeón, luego de batir el record de partidos invictos con 39 presentaciones consecutivas sin derrotas.
   También en 1966, con la sanción de la Ley 17.381, el club Lanús recibe en carácter de venta, a pagar a futuro, 41.200 metros cuadrados de la empresa Ferrocarriles Argentinos, algo más de cuatro hectáreas, dos de ellas ubicadas desde la cancha auxiliar hasta la calle Almeyra, y el resto partiendo desde la continuación de Purita, detrás del colegio Luis Piedrabuena, limitando con la continuación de Ferré. A partir de la posesión de esas tierras, logradas durante la presidencia de Arturo Illia por gestión del diputado demócrata progresista León Patlis, la nueva comisión directiva encabezada por Bartolomé Chiappara planifica la futura Ciudad Deportiva, obra que llevará a cabo un nuevo organismo creado a tal efecto, la Administración de Obras del Club Atlético Lanús (ADOCAL), a cargo del vicepresidente segundo Osvaldo Ferrari.
   Durante cuatro años y medio, con el Grana afianzado en Primera y haciéndose fuerte en su tradicional estadio de Arias y Acha, Silva, Acosta y De Mario seguirían  jugando juntos. A mediados de 1969 el paraguayo fue vendido al Sevilla, el principal equipo de Andalucía donde aún sigue radicado. Disputó 177 partidos en Lanús, convirtiendo 89 goles, ocupa el cuarto lugar como goleador histórico del club, detrás de José Sand (128), Luis Arrieta (120) y Gilmar Villagrán (112). De Mario, que se fue a Independiente al finalizar ese mismo año tras 162 presencias y 49 anotaciones, hoy vive en la ciudad de La Plata. Silva pasaría en 1970 a las filas Newell’s junto con Ramón Cabrero, que se había convertido en la última figura de un equipo disminuido que ese año no pudo evitar un nuevo descenso. Vistiendo la casaca de Lanús, Manolo jugó 251 partidos y marcó 87 goles, es el quinto goleador de la historia Granate. El 9 de marzo de 2003, luego de participar de un partido de fútbol en Los Polvorines, su corazón le dijo basta cuando apenas tenía 61 años.
   En 1969 Lanús logró inaugurar la Ciudad Deportiva, que se terminó de construir con enorme esfuerzo y de acuerdo a lo prometido, del mismo modo que unos años antes se había logrado terminar la primera platea de cemento. Mientras tanto, Alberto J. Armando, el famoso presidente de Boca de aquellos años, defraudaba a quienes habían apostado al ambicioso y muy difundido proyecto que contemplaba la construcción de otra Ciudad Deportiva, con un nuevo estadio para 140.000 espectadores en terrenos ganados al Río de la Plata, un plan fallido que el tiempo y el abandono transformaron en la reserva ecológica de la Costanera Sur.