viernes, 31 de julio de 2020

Un edificio con historia

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

Desde su fundación y hasta principios de los años '30, el club Lanús había alquilado para su administración distintas locaciones. La última de ellas estaba ubicada en la esquina de Salta y Arias, donde después se construiría la primera cancha de pelota a paleta. En 1933 la joven entidad adquiere su primera casa propia, ubicada en José C. Paz 624/30, donde funcionaba el Casino Español, cuyo costo de $ 30.000 se abonó en 70 cuotas. En 1938, en los fondos de ese solar, se comienza a construir la pileta de natación, que se inaugurará dos años después, el 1º de diciembre de 1940, y que a partir de entonces tendrá un notable impacto social en los veranos de la pintoresca Villa General Paz. En 1942, Lanús adquiere otra gran propiedad sobre la misma calle, que ocupaba las numeraciones 656 al 82, hasta la esquina con la calle Córdoba, por un valor de 90.000 a pagar en 70 cuotas mensuales con un interés del 6% anual. El antiguo edificio de dos plantas ubicado detrás del restaurante de la esquina de 9 de Julio y Córdoba, donde funciona en la actualidad el Museo del club, fue construido en los últimos años del siglo XIX y  perteneció a aquella propiedad anexada en 1942. Un año después, gracias a la buena voluntad de su dueño, el poderoso ex presidente del club Silvio Peri, la entidad incorpora a su patrimonio el solar que estaba en el medio de las dos propiedades ya adquiridas sobre José C. Paz, cuyo costo de $ 30.000 fue abonado con un subsidio otorgado por la Provincia de Buenos Aires. Pasarán ocho años más para que se
inicie la construcción del nuevo edificio de tres pisos, cuyas obras culminarán recién en 1954, con la inauguración del gimnasio cubierto de 800 m2, donde el equipo de básquet del club pronto hará historia, gimnasio que hoy lleva el nombre de otro gran dirigente de la institución, Arturo Rellán. La flamante e imponente sede social contaba con un gran patio descubierto donde se realizaban diferentes prácticas deportivas, y donde durante tres décadas se organizaron los grandes bailes de Carnaval, toda una tradición en la zona, que contó con la participación de las máximas figuras de su tiempo, desde René Cóspito y Oscar Alemán, que animaron las veladas de la primera celebración, el Carnaval de 1946, hasta Leonardo Favio, Roberto Rimoldi Fraga, Camilo Sesto, Roberto Carlos y Joan Manuel Serrat, quienes actuaron en 1975, la última gran fiesta de Carnaval que se recuerda, ya que un año después la dictadura militar que tomó el poder prohibió dichos festejos populares en todo el país. No obstante, pocos recuerdan que durante el invierno del año 1976, con los militares en el poder, el club Lanús organizó un ciclo de rock nacional que se extendió por varios meses, siempre los sábados por la noche, en el que actuaron los mejores grupos del país, los que aún estaban escribiendo las primeras páginas de lo que sería una gran historia: Vox Dei, Invisible con Luis Alberto Spinetta, Pappo’s Blues, Arco Iris, Alma y Vida, Pedro y Pablo, Charly García y La Máquina de Hacer Pájaros, Color Humano y Aquelarre, entre otras grandes bandas, actuaron en el viejo escenario -que ya no está- del gimnasio cubierto, un ciclo que aunque resulte increíble no contó con la presencia multitudinaria que los mismos artistas convocarían algunos años más tarde, cuando al regreso de la democracia tuvieron otra difusión y masividad. Por su parte el Carnaval, pese a los esfuerzos de todos los que lucharon por su regreso, jamás volvió a ser lo que era.
   A partir de la recuperación de la democracia en 1983, radicales y peronistas volvían a regir los destinos del país. Raúl Alfonsín fue electo presidente, y fue su viceministro de Deportes de la Nación, Osvaldo Otero, quien otorgó un indispensable subsidio de $ 800.000 para financiar gran parte de la obra de construcción de un microestadio con capacidad para 10.000 personas, que en principio se iba a levantar en el Polideportivo, pero que ante la crisis económica y la hiperinflación se haría, bastante más chico, en el gran patio deportivo de la sede de 9 de Julio. A la fecha prevista para la inauguración, Otero ya había entregado el 80% del dinero prometido. El microestadio debía estar terminado antes de octubre de 1989, para cuando estaban programadas las elecciones presidenciales, y el viceministro descontaba que a la fiesta asistiría el Presidente, Raúl Alfonsín. Sin embargo, el motín de los carapintadas de Semana Santa de 1987 y la hiperinflación de principios de 1989 precipitaron su final. Alfonsín lo llamó a Carlos Saúl Menem con la intención de adelantar para el mes de mayo los comicios programados para octubre de 1989.
    Oteando el horizonte peronista que se asomaba apareció en escena Manuel Quindimil, quién le pidió a su interlocutor principal con el club, Néstor Díaz Pérez, que necesitaba que quien presidiera esa inauguración fuera el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Antonio Cafiero, que había sido electo en diciembre de 1987. Díaz Pérez no pudo negarse a ese pedido, porque en la cabeza de los dirigentes granates rondaba la idea de pedirle a Manolo la mitad del producto que el Bingo le daba mensualmente al Municipio de Lanús. Pero Otero había pagado el 75% del subsidio, Néstor temía que el ministro se ofendiera y no le entregara la última cuota de $ 200.000 que faltaba abonar del subsidio prometido y acordado, suma que el Banco Tornquist le había adelantado al club para culminar anticipadamente con las obras, préstamo obtenido con la garantía de la casa familiar de Néstor Díaz Pérez, que el club tenía que cancelar a corto plazo. Quindimil le había dicho al dirigente Granate que no se preocupara, que de alguna manera iba a conseguir ese dinero, pero pese a que creía en su palabra, a Néstor esa deuda le quitaba el sueño.
   Las elecciones previstas para octubre se adelantaron para el 14 de mayo de 1989, y debido a eso el microestadio, bautizado con el nombre del tres veces presidente Antonio Rotili, fue inaugurado el 30 de abril de 1989, cuando la próxima llegada de Menem al poder estaba cantada. Aquella noche inaugural, pese a su inminente fin de mandato y su calentura con el club, Otero concurrió, y muy sorprendido y emocionado por el reconocimiento que recibió de parte del mucho público presente, destacó a los dirigentes que habían logrado conducir un salvataje histórico en el club. Fuera de protocolo, Manuel Quindimil, que estaba en el escenario junto Antonio Cafiero, entró en escena para abrazar a Otero, a quien se dirigió en términos grandilocuentes: “Seamos como Balbín y Perón, que se pelearon toda la vida pero que cuando la patria los necesitó juntos, se amigaron para siempre. Hoy vos y yo, después de tantas diferencias, tenemos la fortuna de estar trabajando en común por el bien de una institución social como lo es el Club Atlético Lanús, y yo quiero felicitarte por lo que hiciste desde la función pública tanto por la entidad como también por el deporte nacional” exageró algo teatral Quindimil. Los dos dirigentes se mezclaron en un abrazo sincero. Otero, emocionado, luego se abrazó también con el presidente Néstor Díaz Pérez, quien tomaba la palabra luego de él, y le manifestó al oído: “Gracias, de corazón, Néstor, te perdono por haberme fallado, sé que no fue tu culpa, fue una cuestión política que vos no podías resolver. Nunca me voy a olvidar de esta noche, ni de haber colaborado con este club, estoy orgulloso de ser tu amigo. Pero de la cuota que falta del subsidio, olvidate...”
    Poco tiempo después, Manolo cumplió con su palabra. Por solicitud suya, el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Antonio Cafiero, le entregó al club un subsidio por los $ 200.000 que se adeudaba y canceló el crédito. Y un mes más tarde, en un asado que se llevó a cabo en el quincho de los vitalicios para volver a festejar la inauguración del microestadio, apareció Osvaldo Otero y los socios presentes le cantaron “Otero, Corazón”. El dirigente radical, que poco después sería presidente de Racing, se dirigió a la concurrencia para agradecer tanto cariño, y le entregó a Díaz Pérez el cheque por $ 200.000 que una vez le había prometido. Se había sentido defraudado con justa razón, pero volvía al club para cumplir con su palabra. El más feliz de aquella tarde fue el presidente de Lanús, que siempre destaca la actitud de Osvaldo Otero tanto como la de Manolo Quindimil. Al fin y al cabo, en el término de un mes y algunos días, había logrado la nada despreciable suma de $ 400.000 y había podido superar el entredicho. Su felicidad se iba a empañar 28 días después, el 27 de mayo de 1989, cuando Chaco For Ever le arrebató el título y el ascenso a Lanús en la última fecha del torneo.
    A la inolvidable fiesta de inauguración le siguieron cuatro fechas finales de terror. Lanús recibió a Tigre y empató 2 a 2, y esa misma tarde, el escolta rescató un empate en la difícil cancha de Atlético Tucumán. La persecución se torna dramática, ninguno de los dos puede ganar. Lanús rescata un empate en Santa Fe ante Colón, y For Ever no puede de local ante Defensa y Justicia: ambos partidos terminaron 1 a 1. En la penúltima fecha todo se complica definitivamente: el 20 mayo, Lanús no puede derrotar a Central Córdoba de Santiago del Estero en Arias y Guidi, y aunque con el triunfo se aseguraba el primer puesto, el resultado es empate en uno, mientras Chaco For Ever aplasta sin contratiempos por 3 a 0 a un Temperley ya descendido en la propia cancha del Celeste. La definición fue puro dramatismo: En la fecha de cierre, el hasta ahí todavía líder Lanús, con 53 puntos, que en las últimas 7 fechas pudo apenas ganar 5 puntos sobre 14 posibles, debió viajar al Chaco a jugarse el año contra el escolta, que sumaba 52.
    El 27 de mayo de 1989 el fantasma de Los Globetrotters se subió al micro que viajó a Resistencia para empañar lo que pudo ser una oportuna reacción, una enorme conquista y el retorno a primera que aquel equipo merecía por el juego desplegado durante gran parte del campeonato, que fue perdiendo paulatinamente en el tramo final a causa de lesiones y mermas individuales que lo complicaron hasta ponerlo en la última fecha en la situación más crítica, tener que definir en el norte: al fin y al cabo, sólo tenía que empatarle a su perseguidor, que únicamente con la victoria deba la vuelta olímpica ante su público. Movidos por la pasión  y la esperanza, los más de dos mil granates que emprendieron la travesía para acompañar al equipo se encontraron con un estadio repleto y mucha hostilidad. Pero aún algo quedaba de aquel Lanús desgraciado y perseguido: el pronóstico no podía augurar otra cosa que una derrota, cosa que finalmente ocurrió, aunque de manera muy ajustada, y con un arbitraje abiertamente localista de Juan Carlos Loustau, que sancionó un penal muy dudoso con el que Felipe Di Marco abrió el marcador en la etapa inicial. Luego de un trámite luchado y confuso, a minutos del final, Gilmar Villagrán tuvo en sus pies el empate que consagraba a Lanús, en uno de sus proverbiales tiros libres que esta vez, estaba escrito, no iba a ser gol. El rebote de la pelota en el travesaño del arco del local aún retumba en la memoria de aquellos granates que fueron al norte argentino por un sueño de ascenso que no fue, que no podía ser, que presenciaron con dolor la vuelta olímpica de los futbolistas de Chaco For Ever, campeón con 54 puntos contra 53 del Granate, y que emprendieron la lenta travesía del retorno a casa -una vez más- con las manos vacías y el corazón roto pese a que aún le quedaba una segunda chance de ascender, en la que después de la derrota casi nadie creía. La frustración fue un golpe duro para Lanús, que luego de la caída ante Colón en la fecha inicial del decagonal por el segundo ascenso -derrota en la ida por 2 a 0 y empate en uno en la revancha- se quedó prácticamente sin jugadores profesionales y, por supuesto tampoco Roberto Rogel siguió al frente del equipo.
     Al abrir su transmisión del domingo 28 de mayo desde Avellaneda, donde el ya consagrado campeón Independiente recibía a River Plate por la última fecha, el gran relator del fútbol argentino, Víctor Hugo Morales, tuvo palabras de aliento para el club Lanús: “Una enorme tristeza nos llega desde acá nomás, de un barrio muy popular, donde el viejo y querido Lanús acaba de sufrir una enorme decepción. Increíblemente se le escapó el campeonato en la última fecha en el Chaco. Fuerza, Granate, que hace bastante que anda por el buen camino. Muy pronto tendrá revancha, no tengo dudas…”