Nilda, Aydeé y Gorrini |
El defensor del pueblo actúa
Es una historia para contar desde el principio, sin respetar demasiado las formas periodísticas. Seré muy breve.Nilda Toledo Guma, prestigiosa escultora y escritora de Lanús, es una mujer muy solidaria. Hace unos años le abrió su casa a Aydeé, su vecina de 93 años, quien tiene casi nula movilidad. Por sus dolencias el médico de PAMI indicó a esta última internación domiciliaria y consignó el tratamiento que debía seguir, con visitas de profesionales a domicilio (ver foto). Presentaron la documentación en Pami hace cuatro meses y les siguen respondiendo que deben esperar.
Nilda, con quien nos une un mutuo aprecio, me contó lo mal que les responden cuando envían a la apoderada a las oficinas de la calle Illia, en Lanús este (y que ya no tienen medios para pagar a un kinesiólogo particular, al que acuden cuando juntan el valor de la visita). Ha ido a reclamar muchas veces desde que hicieron la presentación de los certificados médicos y las planillas. Con bastante indignación me pregunté a quién podía recurrir para ayudarla en su situación. Pensé en Alejandro Gorrini, el Defensor del Pueblo de Lanús. Lo llamé, le conté y me dijo que se pondría a disposición de la damnificada. Así fue que al día siguiente las visitó en su domicilio, atento a los problemas de movilidad de la anciana, escuchó sus demandas, revisó la documentación existente y se dio cuenta que además del incumplimiento de Pami respecto de la atención de Aideé, en los recibos de su jubilación había descuentos bancarios indebidos. Les prometió ayuda.
Poco después de esa entrevista recibí dos llamados: uno de parte de Gorrini, que estaba muy conmovido por la situación y prometió acompañarlas en todas sus demandas, y otro de
Nilda, que, muy agradecida, no podía creer que un funcionario hubiese ido a su domicilio para hacerse cargo de su situación.
Esto sucedió ayer. La historia es chiquita y parece de poca importancia. Ahora hay que esperar el resultado de las gestiones que Gorrini pueda realizar. Pami tiene la obligación de dar la asistencia necesaria y el banco deberá dar explicaciones o, si corresponde, devolver el dinero que le quitó. Mientras tanto sólo pienso que si cada uno, del lugar que ocupe, puede hacer algo para aliviar el sufrimiento de los demás, bien vale la pena esforzarse.
No dejemos que nos usen los pícaros ni los políticos de turno pero seamos solidarios. Porque siempre hay con quien.
Marta Santos