por Omar Dalponte*
omardalponte@gmail.comEl peronismo tiene territorio. En cada rincón de nuestro país hay presencia peronista. En cada lugar donde se eligen representantes del pueblo existe una estructura partidaria que arma las listas y propone candidatos. En otros tiempos, cuando el Movimiento Nacional Peronista contaba con la conducción de Perón y funcionaban sus ramas femenina, política y sindical, el partido político, que después de distintos nombres terminó siendo el Partido Justicialista (1) cumplía su rol –principalmente- como dispositivo electoral. Para la década de los años setenta, por su poder de movilización y en razón de su fuerte participación en la escena nacional, la Juventud Peronista, un sector de suma importancia del Movimiento, constituyó, de hecho, su “cuarta rama” sumada a las tres tradicionales aunque no fuera incorporada como tal al Consejo Superior. El PJ, luego del período que ocupó la última dictadura militar entre 1976 y 1983, una vez recuperado el derecho de elegir gobiernos constitucionales, a través de los años fue un factor de importancia en la construcción de frentes electorales. En su más reciente participación funcionó como eje del denominado Frente de Todos que derrotó al macrismo en las elecciones de octubre de 2019 y llevó a la presidencia al Dr. Alberto Fernández.
Hasta 2001 en la escena política nacional jugaron un papel central protagonistas que sin dudas fueron “gente de partidos”: Duhalde, Alfonsín y tantos otros. Esas presencias, en gran medida, garantizaban la existencia de los partidos y su funcionamiento de acuerdo a los formatos tradicionales. Luego del “que se vayan todos”, desaparecidos los liderazgos, desprestigiada la política al máximo, dichas entidades, como instituciones de la Constitución, se fueron debilitando tanto cuantitativamente como cualitativamente. Los partidos Comunista, Humanista, Socialista, Intransigente, MID, Demócrata Progresista, Demócrata
Cristiano y otras expresiones que, por tradición o como socios menores de otras organizaciones en acuerdos de coyuntura aparecían en los medios televisivos, radiales o impresos, ya no truenan ni suenan y quedaron relegados a la intimidad de los locales que pudieron conservar. Algunos de ellos casi han desaparecido y unos pocos sobreviven refugiados en sus clubes de nostalgia esperando la oportunidad que les permita ligar alguna carta. Ninguno de ellos tiene, hoy en día, alguna incidencia en la política grande de la Argentina. Como estructuras partidarias importantes por su número y por tener referencias en todo el país quedan el Justicialismo y el radicalismo, este último al servicio el neoliberalismo y con una crisis interna de alto voltaje.
A partir de 2003 con Néstor Kirchner como “rara avis” en la escena nacional despertando inquietudes, recuperando la dignidad presidencial, estimulando la participación de los jóvenes en política y haciendo notar la amplitud y generosidad del peronismo, se avivaron pasiones, abundaron los oportunistas, despertaron ambiciones, florecieron sellos por doquier y sobraron los aventureros políticos. Las palabras “transversalidad” y “concertación” se establecieron con fuerza, lo cual permitió a no pocos trepar hasta donde pudieron, descalificar al PJ y plantar sus carpitas en algunas parcelas. Un sector del radicalismo –vía Julio César Cleto Cobos- aprovechó la volada para alzarse nada menos que con la vicepresidencia de la Nación. Así nos fue. Tambaleamos en 2008 y 2009. Por entonces Kirchner advirtió la importancia del Partido Justicialista y asumió su presidencia, pero circunstancias adversas lo hicieron renunciar al poco tiempo. Nos recuperamos en 2011 con el triunfo aplastante de Cristina con el 54 % de los votos.
Luego del traspié de 2013 y la derrota de 2015 levantamos cabeza en 2019 y se encendió nuevamente la luz de la esperanza. Menos en Lanús, donde aún para el peronismo reina la oscuridad. En la actualidad, con la nueva gestión, encabezada por Alberto Fernández, se inició un turno que muchos anhelamos sea el camino hacia un futuro esperanzador. El éxito del nuevo gobierno dependerá, en buena medida, de la organización política que lo respalde y por ello es absolutamente necesario tomar conciencia respecto a la importancia que en este proceso tiene el Partido Justicialista.
En lugares como Lanús, donde hemos sido derrotados y en la base militante hay demasiado malestar, la tarea por poner de pie al PJ es ineludible e imprescindible. Aquí la realidad muestra a la militancia opositora al gobierno municipal como un archipiélago en el que en cada isla abundan las mejores intenciones pero faltan acciones que apunten decididamente a la unidad de todos. Como fuerza principal el Partido Justicialista, deberá asumir su responsabilidad histórica y ser el gran convocante para construir esa unidad opositora al oficialismo local, proponer un programa de acción política, una plataforma de gobierno municipal y proponer a sus mejores elementos para representar a los vecinos. Carecemos de grandes figuras y para colmo, desde nuestras filas, no surgen los mejores ejemplos de conductas rectas y actitudes éticas que causen una buena impresión a la sociedad lanusense. Pero esto no lo superaremos si el PJ queda anclado en el puerto de la inacción o resignado a vivir en el territorio de las disputas pequeñas y la desesperanza. Es hora de despertar. Es tarea para quienes deseamos vivir en un Lanús mejor construir la organización política que permita recuperar para el pueblo nuestro distrito. Y el Partido Justicialista es un elemento central para concretar esa construcción.
(*) De Iniciativa Socialista
(1) El término “justicialismo” fue sugerido por el jurista Eduardo Stafforini y adoptado por Juan Perón como designación de su doctrina.