Páginas

lunes, 9 de diciembre de 2019

En Lanús la derrota duele más

por Omar Dalponte

omardalponte@gmail.com

En política (tomado el término en sus definiciones más conocidas) se miente, se mistifica y se traiciona. Para los pueblos, tan desagradable, lamentable y nefasta como esta dura realidad, es la degradación que la política ha sufrido en todos sus otros aspectos a través de los tiempos, aquí y en todas partes del mundo. El territorio de la política a nivel mundial es la gran mansión de la inmoralidad y la mediocridad donde funciona el laboratorio en el cual, a contrapelo de los avances de la ciencia y de la tecnología se impulsa el atraso y se sume a gran parte de la humanidad en la más extrema miseria. ¿Es mala la política? La política, actividad que debería ser la más noble de todas las actividades, existe desde que existe la humanidad. Según se dijo, el ser humano “es un ser político”. Desde tiempos remotos, mediante el manejo de sus resortes más oscuros, hubo minorías que supieron someter a la inmensa mayoría de los habitantes del planeta, decidieron conquistas aberrantes y la realización de guerras extraordinariamente crueles. Así fueron pasando los siglos hasta llegar a la actualidad, momento de enormes desigualdades. Desde los grandes filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles, pasando por Carl Schimitt, Maurice Duverger, Max Weber , Maquiavelo o Gramsci hasta los pensadores del presente, la política ha sido definida e interpretada de varias y diferentes maneras. En definitiva se ha explicado hasta el cansancio lo que significa la palabra “política”, pero probablemente no se ha dicho con claridad que, no como ciencia o teoría que permite la relación entre gobernantes y gobernados, sino como actividad realizada por personas que en su inmensa mayoría se mueven en función de intereses personales o de grupo, la política ha sido siempre el vehículo utilizado para producir catástrofes mayúsculas. La política no se construye sola. No es algo que flota en el aire sobre y aparte de todo lo demás. Se trata de una actividad que llega a todo el mundo, que está en todas partes y en la cual, de una manera u otra, intervenimos todos. Todo lo que ocurre constituye un hecho político. Repetimos la pregunta:
¿Es mala la política? Ni mala ni buena. Es inevitable.
En la vida de los pueblos la política implica la disputa del poder. El dominio del Estado. La conducción de los países, para bien o para mal. Aqui estamos. Hasta aquí llegamos. Ya entrado el siglo XXI en medio de una realidad mundial irritante donde el hambre y las necesidades extremas castigan a más de mil millones de seres humanos. ¿Hacia dónde va la humanidad? Crece la miseria en un mundo cada vez más tecnificado en el que los imperios avanzan a sangre y fuego destruyendo países enteros y donde se agrede sin miramientos lo que debe ser la casa de todos: el Planeta. Los argentinos somos parte de este mundo y también cargamos con la responsabilidad de que en nuestro país, sobre una geografía súper generosa, habite un pueblo que en su gran mayoría no alcanza a cubrir, plenamente, sus necesidades esenciales. Los últimos cuatro años de gobierno neoliberal cuya titularidad ejerció Mauricio Macri fueron devastadores. La aventura macrista dejó como saldo la friolera del cuarenta por ciento de pobres y un país endeudado y quebrado cuyo futuro se percibe como altamente complicado. Agosto y octubre, afortunadamente, fueron meses en que el pueblo decidió colocar las cosas en su lugar y resolvió desalojar al conservadurismo del gobierno mediante el voto popular . En momentos de cerrar esta nota se apresta a asumir la conducción de la República un nuevo gobierno encabezado por Alberto Fernández, respaldado por el denominado Frente de Todos como dispositivo político. Se iniciará una nueva etapa y en el horizonte nada asoma como sencillo. De manera que el nuevo gobierno deberá afrontar un compromiso sumamente difícil pero ineludible. Aquí se trata de resolver lo más rápidamente posible problemas fundamentales como la extrema miseria en los sectores humildes, el hambre en gran parte de la población. Y este nuevo gobierno no tiene lugar para excusas de ningún tipo. Porque para eso ha procurado alcanzar el poder. Y porque tratándose de una expresión compuesta mayoritariamente por el Peronismo la prioridad siempre debe ser el bienestar del pueblo argentino.
Sabemos que la cosa no será fácil. El Frente de Todos es una herramienta electoral concebida como FRENTE dentro de la que habrá que compatibilizar pensamientos diferentes y donde existen contradicciones que, más tarde o temprano aflorarán y causarán turbulencias. No es una organización en la cual reinará la concordia, la paz y el amor entre iguales. Antes bien este será un gobierno en disputa pues en él se darán cita distintas ideas e intereses. Además, no hay que perder de vista el contexto internacional en el que soplan vientos antidemocráticos, que el enemigo sigue siendo muy poderoso, con poder de fuego como para hacer daño y que, por extraño que parezca, conserva un apoyo considerable en importantes sectores de la sociedad. Por fin la derecha ha logrado contar con una base electoral no menor que, por ahora, le permite no tener que recurrir a golpes militares u otras linduras como en el pasado, esas “patéticas miserabilidades” abundantemente registradas en nuestra historia. Lejos estamos de ser agoreros. Pero para muestra, como decían las abuelas, sólo basta con un botón. En Lanús no podemos disfrutar en plenitud el categórico triunfo sobre el macrismo a nivel nacional y sobre María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires. Fuimos derrotados por el actual intendente Néstor Grindetti y, sabido es que las derrotas en Lanús se sufren por partida doble. Por ser un bastión peronista. Y por ser el único distrito en este sector del Conurbano en que el amarillismo puede afianzar su cabeza de playa.
Pero más allá de la derrota electoral donde perdimos la partida y una oportunidad histórica, preocupa seriamente que a poco andar haya habido diferencias profundas en el seno del Frente de Todos y principalmente en el bloque de concejales. Que tempranamente hayan ocurrido esas diferencias significan un hecho político gravísimo, de enorme magnitud. Mal nos fue en Lanús. Mal continuamos. Esperamos que nuestra dirigencia local tome conciencia de la gravedad de estos sucesos y sea capaz de tomar el rumbo que la militancia y quienes apoyaron al Frente de Todos creyeron (creímos) era el correcto. Cuando la ética se aleja de la práctica política y algunos desprecian el valor de los acuerdos e incumplen con la palabra empeñada la descomposición se apodera de las instituciones. No seamos los lanusenses, en otros tiempos ejemplo de lucha y sostenedores leales de las banderas del Peronismo, quienes toleremos que en nuestras filas se tire la honra a los perros.
   (*) De Iniciativa Socialista