por Lisandro Martínez*
Martin Scorsese está sumergido desde la década de los ‘70 en una obra monumental, un fresco de ficción pero con rasgos profundamente documentales que se compone de varios de sus mejores films. Martín muestra que siempre estuvieron presentes en la historia de Estados Unidos los orígenes de manejos espurios y mafiosos y que la actualidad de ese gran coloso está imbuida y condenada a transcurrir en la misma clave. Esto es “el pecado original” de esa gran nación, donde las corporaciones han desenvuelto todos los maravillosos adelantos industriales y tecnológicos para hacer del capitalismo no el “sueño americano” sino un ejemplo de miserias humanas, crímenes y conspiraciones a niveles prodigiosos, con el que se mantiene una clase social parasitaria salida de las más graves denuncias de la pluma de Upton Sinclair.En El Irlandés -estrenada en Neflix y sólo en dos cines de Argentina- como en Pandillas de New York (otra historia de irlandeses), el relato histórico milimétrico apunta a derribar toda la épica bobalicona tejida en la ignorancia por los grandes medios hacedores del ideario público. La historia de Pandillas de New York, está ubicada en 1863 en NY, en lo que luego se convertiría en “La gran manzana”. La ciudad estaba entonces -como ahora- dominada por la corrupción política más atroz y la guerra entre bandas provocaba muertos y disturbios entre los “nativos”, xenófagos, y los inmigrantes, la mayoría irlandeses. Un drama de absoluta vigencia y que para destrabarlo era y es necesario ejercer la más alta organización política que imponga una salida que en general todavía no se da en favor de la justicia.
En Taxi Driver, 1976, Scorsese ante la hecatombe de la ciudad de Nueva York corrompida hasta el tuétano le hace decir a su personaje central, un ex soldado de Vietnam profundamente perturbado: “Ojalá una lluvia cayera sobre esta ciudad y limpiara toda esta escoria”.
En El Irlandés se pinta un retrato de la familia Kennedy que estuvo involucrada desde antes
Al Pacino y Robert De Niro en una escena del film |
El anticomunismo estaba muy bien para la mafia que se había hecho en gran parte del poder de los sindicatos yanquis e impulsaba la delación del activismo obrero revolucionario, lo que en muchos casos significó no solo despidos y cárcel sino también la muerte lisa y llana entre los años ‘40 y los ‘50. Los Kennedy cometieron un error garrafal que les costaría la vida a John y a Robert, cuando decidieron hacer una cruzada de moralidad para instalar la figura del fiscal Robert Kennedy persiguiendo a Jimmy Hoffa. Esto fue el fin del clan que sin haber resuelto el problema Cuba, cargó contra la burocracia sindical y ésta puso en pie de guerra a los clanes mafiosos que se pasaron con armas y bagajes a la tienda de los republicanos desencantados con los ex contrabandistas de alcohol y aportaron enormes sumas –de dinero negro- ahora a la figura de Richard Nixon. El entrelazamiento de la burocracia sindical, la mafia y las figuras presidenciales en EEUU es muy fuerte, Hoffa investigado por el fiscal fue condenado en 1967 y en 1971 debido a sus lazos profundos con Richard Nixon recibió el indulto presidencial para que tratara de recuperar el sindicato de camioneros.
El irlandés pone de manifiesto el rol de las burocracias sindicales en la lucha de clases en forma didáctica y simple y con cuatro pinceladas destaca el papel infame de la justicia burguesa incapaz de impartir cualquier grado de arbitraje imparcial debido a los intereses que están en juego.
El film es parte de un gran puzzle armado por un libro documental excepcional de un ex fiscal de EEUU, Charles Brandt, titulado I Heard You Paint Houses (Me enteré que pintas casas), guionado por Steven Zaillian quien también guionó Las pandillas de New York.
Es importante destacar que cuando pasan todos los títulos continúa un “documento especial”, donde el director y los protagonistas conversan sobre la filmación y relatan anécdotas.
Estamos en presencia de una película memorable de tres horas y media que selecciona trozos de cinco décadas de la vida política de EEUU y no obstante es fresca, didáctica y entrañable, realizada por cuatro dinosaurios, verdaderos maestros en el arte del diálogo con argot mafioso, de entre 75 y 80 años a los que -¡celebremos!- no les llegó la renovación generacional y nadie en su sano juicio reclamaría porque les llegue.
(*) Del Partido Obrero Tendencia