por Alejandro Chitrangulo
En la actualidad, la comunidad científica observa atónita el advenimiento de ciertas teorías, carentes de toda lógica y basamento científico, que, sin embargo, reclutan miles de adeptos entre el público.Para muestra podemos mencionar un congreso que se realizó en marzo pasado en la municipalidad de Colón al norte de la provincia de Buenos Aires, de terraplanistas, movimientos antivacunas y de personas que predican terapias médicas alternativas como la Nueva Medicina Germánica, la cual asegura que las enfermedades son producidas por el cerebro. La comunidad científica y médica argentina, se conmovió con la noticia y respondió con cierto temor, por el crecimiento de este tipo de prácticas en la sociedad. Ellos aseguran que estas son pseudociencias y pseudotarapias, que no tienen bases científicas reales y que, si no se controlan, “matan”. En Colón, durante el evento, también hubo una diatriba feroz contra las vacunas. Se dijo que producían autismo, cáncer e infertilidad en las mujeres.
La iniciativa española
Este fenómeno no sólo afecta a la Argentina, en realidad es un asunto mundial. Los ministerios de Salud y de Ciencia de España buscan llevar información veraz sobre pseudociencias y para ello han puesto en marcha un afanoso plan para detectar y demostrar la inutilidad muchas terapias alternativas para mejorar la salud, que hoy se comercializan y difunden como muy exitosas pero que en la realidad no presentan efectos demostrable científicamente. Los realizadores del proyecto ya han definido 73 y hay otras 66 en estudio, entre ellas homeopatía, acupuntura y osteopatía.
La campaña de comunicación frente a las pseudoterapias dirigida a la sociedad, lleva por eslogan #coNprueba y tiene como objetivo concienciar a la ciudadanía de la necesidad de recurrir sólo a terapias con evidencia y huir de las pseudociencias y de los abordajes no
recomendados por la comunidad médica y sanitaria.Una iniciativa para acercar a la población información veraz y accesible.Algunas de las terapias alternativas que integran esta lista son la hidroterapia del colon, el Feng shui, frutoterapia, grafoterapia o el masaje tibetano. También están en la lista biocibernética, cirugía energética, coaching transformacional, constelaciones sistemáticas, cristales de cuarzo, cromopuntura, cuencos de cuarzo, cuencos tibetanos, diapasones, digitopuntura, esencias marinas, espinología, fascioterapia, feng-shui, flores del alba, frutoterapia, gemoterapia, grafoterapia, hipnosis, iridología, masaje en la energía de los chacras, masaje metamórfico, masaje tibetano, medicina antroposófica, medicina de los mapuches, medicina ortomolecular, metaloterapia, numerología, oligoterapia, orinoterapia, oxigenación biocatalítica, piedras calientes, pirámide vastu, plasma marino, psicohomeopatía, radioestesia, terapia bioenergética, terapia biomagnética, terapia de renovación de memoria celular (cmrt), terapia floral de bach, masaje ayurvédico, medicina naturista, medicina natural china, quiropraxia, reflexología, reiki,vacuoterapia, visualización, yoga de polaridad, yoga y muchas más.
Hay otras, entre las que está la homeopatía, acupuntura o aromaterapia, que están actualmente en proceso de evaluación, ya que sus límites científicos son mucho más difusos.
Por otra parte, una macroencuesta realizada también en España arrojó que, el año pasado, dos millones de españoles sustituyeron un tratamiento médico por terapias alternativas.
Frecuentemente, esas teorías se enmascaran mediante el uso de una jerga científica, que otorga la falsa impresión de que están respaldadas por investigaciones de laboratorio y evidencia empírica. Es común escuchar a “expertos” respaldando sus “teorías” a través de testimonios de adeptos que apelan a la emocionalidad sin aportar datos concretos y prometiendo un 100% de resultados positivos.
La iniciativa del ministerio de Ciencia de España también consiste en trabajar con las universidades sobre recomendaciones para verificación de títulos oficiales en el ámbito sanitario: “Con estos informes podremos excluir todas las enseñanzas sobre prácticas que no sean defendibles y se consideren no válidas”. Una primera labor de este tipo “ya se ha hecho con másteres sobre ciencias del deporte”. Sostiene el ministro.
Con respecto a la oferta de estos tratamientos en centros particulares, España plantea la regulación de la publicidad engañosa en la que también trabajan Sanidad y Ciencia. En principio, si un centro no sanitario ofrece pseudoterapias diciendo que curan o ayudan a mejorar síntomas patológicos o enfermedades, la regulación podría intervenir y prohibirlos, aunque este punto aún no está claro.
La creencia en lo indemostrable
La pregunta es: ¿Por qué en una era donde la tecnología y la ciencia dominan la vida cotidiana, cada vez más gente se ve seducida a creer que la Tierra es plana, que las vacunas dañan o que el cáncer y el alzheimer pueden curarse por “medicinas alternativas”?
Nicolás Viotti, antropólogo investigador del Conicet, opina que en el fondo de este fenómeno cultural y social hay un sentimiento “antisistema”. “La relación entre la ciencia y la sociedad siempre fue conflictiva”, dice. Y ve como foco del problema la velocidad con la que avanza la tecnología y el cambio radical en la forma de comunicarnos. “Hay un acceso tan grande a la información que es muy difícil clasificarla. Internet y las redes sociales ponen en el mismo nivel la información científica y la más irracional. Las dos tienen el mismo nivel de visibilidad”, explica. También asegura que hay una “crisis de creencia en las instituciones”, de “desconfianza”. Piensa, además, que desde hace tres décadas existe “una idea tan individualista que pone en peligro el bien común”.
La preocupante difusión internacional de creencias que afirman que las vacunas causan autismo -y que en solo un año ha provocado que se cuadrupliquen los casos de sarampión a nivel mundial, lo que se convirtió en un serio problema de salud pública- es un claro ejemplo del daño que las pseudociencias pueden causar en el campo de la medicina. Otro caso similar es el de los pacientes oncológicos que rechazan continuar el tratamiento tradicional de quimioterapia y optan por la homeopatía, lo que frecuentemente desemboca en muertes que hubieran sido evitables. Cabe destacar que la homeopatía contra el cáncer puede ser perjudicial aun cuando los pacientes opten por ambos tratamientos (el tradicional y la pseudoterapia), dado que quienes se inclinan por esta práctica alternativa tienden a mostrar una menor adherencia al tratamiento tradicional, al abandonarlo o renunciar a algún procedimiento.
Esto se da porque existe lo que se conoce como sesgo cognitivo. Mediante este se selecciona evidencia que apoya las ideas previamente tomadas como válidas y se ignoran los datos que las contradigan. Ese mecanismo perpetúa la ignorancia. Por otra parte, como sostuvo Charles Darwin, la ignorancia engendra confianza. Cuanto menos conozca uno de un tema más se percibirá a sí mismo como un experto. A la inversa, cuanto más se sepa, más se dudará de la propia competencia. La ignorancia genera una superioridad ilusoria.