por Alejandro Chitrangulo
La afirmación: “La crisis se siente en el cuerpo” es una frase común, que supone que los problemas generales de la sociedad afectan a la salud. Esta afirmación parece una falacia, pero cuando se desata una crisis de tal magnitud que pone dolorosamente en cuestión las esperanzas más básicas, no sólo las depositadas en el futuro sino también en el presente más inmediato, el clisé adquiere otra sustancia. Y cada persona responde como puede, o desde donde puede, para sobrevivir a la zozobra.“Esta última semana, con la corrida cambiaria y el aumento del dólar, hemos visto un incremento de las consultas en psiquiatría, reagudizaciones de pacientes que ya estaban en tratamiento, un incremento de atenciones en las guardias médicas por crisis de pánico, crisis de ansiedad y cuadros psicorgánicos como diabetes, hipertensión, gastritis, migraña, vinculados también a un proceso crónico de desgaste, de saturación de los sistemas de reacomodamiento frente a la realidad económica, social”, aseguran desde la Asociación Argentina de Salud Mental.
Directo al corazón
Por su parte, el cardiólogo y presidente de la Asociación Santafesina de Cardiología, Guillermo Lerman, señala que “las crisis sociales y económicas inciden en la salud cardiovascular”. Según el profesional, hay numerosos trabajos que así lo demuestran. “El doctor Enrique Gurfinkel investigó 1.000 casos. Comparó el número de muertes e internaciones que hubo en el período de abril de 1999 a diciembre de 2001, con las registradas entre enero de 2003 y septiembre de 2004, y demostró el vínculo entre la crisis económica y la evolución de los pacientes cardíacos en hospitales argentinos. Los pacientes que se internaban por problemas cardíacos se complicaron mucho más y aumentó la mortalidad durante el período de crisis, en comparación con los años posteriores que se utilizaron como control”, mencionó Lerman y dijo que se trata de una de las investigaciones
más representativas sobre el tema.
También señaló que la imposibilidad económica de acceder a prácticas de alta complejidad como el intervencionismo cardiológico, entre otros, aumentó la carga de mortalidad según ese estudio.
En coincidencia con ello Jorge Tartaglione, presidente de la Fundación Cardiológica Argentina publicó en marzo de 2019 un artículo en el que enumera otros estudios gracias a los cuales, según él, “ya no quedan dudas de la relación que existe entre estrés agudo y crónico con la situación que atraviesa el país, y particularmente entre los períodos de crisis y los infartos. Estamos en condiciones de afirmar que las crisis económicas son un claro factor de riesgo cardíaco”.
En el trabajo ”Las crisis se repiten y el que sufre es el corazón”, Tartaglione describió como si se tratara de una premonición el escenario actual. “Estamos atravesando una difícil realidad marcada por el aumento del desempleo, la pérdida del poder adquisitivo, una inflación que parece poco controlada y un sistema que excluye más de lo que incluye. Todo esto lleva a un descontento generalizado que impacta directamente en nuestra calidad de vida”, dijo en julio pasado.
La crisis y el estrés
La situación de crisis económica, política y social que se vive en nuestro país desde hace unos años se traduce en factores persistentes de estrés. Entendiendo “estrés” como el proceso de interacción entre los elementos del entorno y las capacidades que tenemos todos para responder desde nuestras funciones cognitivas, emocionales y desde nuestro cuerpo.
Las demandas diarias son tantas que se perciben o experimentan como excesivas. Muchas veces los recursos no alcanzan interrumpiendo el normal funcionamiento social y ocupacional. La inestabilidad, la incertidumbre social y económica de estos años afectan paulatinamente la calidad de vida. Además de la problemática diaria aparecen otras preocupaciones vinculadas al empleo, a cómo pagar el alquiler, a cómo afrontar el costo de vida.
El consumo constante de medios de comunicación y redes sociales, recrudecen y retroalimentan lo anterior. La exposición permanentemente a un sinfín de información o mala información, tendenciosa, a través de las redes sociales o la televisión, acrecientan la angustia y la incertidumbre. Las personas se preguntan qué pasará con el futuro y muchos ven frustrados sus proyectos familiares y personales.
Vivir en la incertidumbre
Vivir en medio de esta incertidumbre sobre el futuro del Gobierno afecta principalmente a las personas con personalidad neurótica. Un estudio de la Universidad de Toronto explica que los ciudadanos con rasgos neuróticos son más propensos a ser temperamentales y experimentar sentimientos de ansiedad, preocupación, miedo, celos o soledad frente a situaciones extremas.La inestabilidad emocional que afecta a los ciudadanos se vive también en eventos como situaciones de violencia, desastres naturales y dictaduras.
La recomendación, de los autores del estudio, dice que para las personas con personalidad neurótica, lo principal es evitar la exposición a estas noticias. Entre los síntomas más comunes de estrés crónico están el dolor de cabeza, cólicos abdominales, irritabilidad, insomnio, sensación de debilidad y altos niveles de agresividad. El apoyo psicológico es vital: las personas deben reconocer las diferencias entre los problemas que tienen solución y las que no. ”Para aquellos con más altos niveles de neurosis, es fundamental esperar el devenir de los acontecimientos, manejar el medioambiente personal en vez de desesperarse por cosas que no pueden solucionar. De esta manera la persona con más riesgo de ser afectada, podrá navegar en estas épocas de incertidumbre con menor daño a su salud mental”, afirmaTartaglione.
Evitar el estrés es lo más importante.
La vida continúa después de la crisis.