por Omar Dalponte*
omardalponte@gmail.comSi con la elaboración y presentación de un libro simple, de recuerdos, con alguna crítica no demasiado severa y en un tono amable, Cristina causó semejante revuelo, imaginemos lo que sucedería si a esta mujer un día se le ocurre decirle a la muchachada que vaya a tirar piedras por todos lados. De manera que el macrismo, sus cómplices y ese sector del mediopelaje que lo acompaña tienen una deuda de gratitud por el silencio, la calma y la prudencia de la ex presidenta durante estos trágicos años que sufrimos. Cristina se limitó a hablar con la firmeza que la caracteriza, en el ámbito del Congreso Nacional donde funge como Senadora.
Convengamos que prudencia y calma parecidas, tal vez demasiadas para una central de trabajadores, tuvo y tiene aún la CGT a cuyo frente permanecen Héctor Daer y Carlos Acuña. Tampoco nadie puede decir que el Partido Justicialista haya promovido acciones directas que alteren –seriamente- la paz de los argentinos. Así es que el macrismo, con tanto daño que ha causado en más de tres años ocupando la Casa de Gobierno, algunas gobernaciones y no pocas intendencias, ha podido demoler gran parte de nuestro país –hasta ahora- con total impunidad.
Entramos en la recta final y en pocos días se resolverán las alianzas y las candidaturas para las elecciones primarias de agosto y generales de octubre. Respecto a estos temas, en sucesivas notas hemos dado nuestra opinión con absoluta claridad y de la misma manera dijimos qué instrumentos y personas preferimos para afrontar tamaño compromiso. También señalamos que es lo que no queremos, que las botas de potro no son para cualquiera, y como dice Cristina en alguna parte de su libro publicado recientemente, para gobernar “hay que saber”.
En poco tiempo más las cartas estarán echadas, sabremos en que dispositivo electoral
participar y a quienes habremos de apoyar procurando llevarlos a la victoria para sacar del medio al neoliberalismo amarillo, causante de las actuales desgracias que padece nuestro pueblo.
Mientras tanto van ocurriendo cosas a las que quienes se dicen opositores y se proponen como candidatos no deben dejar pasar. Días atrás el macrismo desafió a la oposición con una lista de diez puntos con pretensiones de “plan” que revelan su ideología de clase y de derecha. La intención es pactar con el peronismo camino a las elecciones y seguir haciendo humareda para distraer a la opinión pública. Algunos dirigentes, entre otros Sergio Massa, Daniel Scioli y Roberto Lavagna respondieron verbalmente o por escrito pero ninguno tuvo la viveza y el coraje de plantarse frente a los ocupantes de la Casa de Gobierno aceptar el convite pero exigiendo que Macri, no un lenguaraz de su tribu, se disponga a discutir, públicamente, con cada uno de los principales dirigentes que dicen ser adversarios, frente a las cámaras de televisión para que el pueblo pueda enterarse de que se trata.
Ante esta oportunidad no es cuestión de declaraciones individuales ni de papelitos que vayan y vengan. El que quiere ser tiene la obligación de mostrarse frente a la gente. Los liderazgos se ganan y se sostienen con inteligencia y coraje. Y en este país cada día que transcurre queda menos espacio para las esquivadas y los “versos”.
A Cristina Fernández se le presenta una gran ocasión para provocar un debate anticipado y poner al desnudo frente a millones de televidentes al ocupante de la Casa de Gobierno. A ella le sobran condiciones y argumentos para enfrentar una situación como la que proponemos. ¿Cuál sería la respuesta de Macri? La tendremos si nuestra Cristina se anima. Muchos estamos esperando que de una buena vez se ponga lo que hay que poner para que, definitivamente, lo blanco sea blanco y lo negro sea negro. Con medias tintas y transitando siempre entre grises la política irá de peor en peor.
Nuestra compañera Cristina concluye su libro diciendo que aquí y ahora “se requiere algo más profundo y rotundo. Un nuevo y verdadero contrato social con derechos pero también con obligaciones, cuantificables, verificables y sobre todo cumplibles”. Casi al final agrega “Ese nuevo contrato social exigirá también la participación y el compromiso de la sociedad, no sólo en los grandes temas, sino en la vida cotidiana”
Cristina es abogada. Conoce el significado de las palabras. Contrato es acuerdo. ¿Cómo y entre quienes concretaremos ese acuerdo? Hay que explicarlo. Quien escribe esta columna tiene derecho a pensar, en lo que se refiere a “la participación y el compromiso de la sociedad”, de qué forma se puede lograr esa participación. Y le resulta difícil imaginar un acuerdo, o contrato, entre explotadores y explotados. Entre Techint y un quiosco de Caraza; entre un albañil de Monte Chingolo y la Cámara de la Construcción. Buenos son los grandes títulos y enunciados como valor de comunicación para la vocinglería periodística o el aplauso fácil. No para mucho más. Por eso vendría muy bien que nunca falte el cómo, cuándo y con qué hacer las cosas. Si es que se pretende que la mayoría del pueblo crea en quienes le hablan. En estas amargas horas que nos toca sobrevivir es conveniente no dejarse encandilar por luces fugaces, no entusiasmarse demasiado con episodios gratos a los ojos y los oídos, ni confundir con sucesos revolucionarios momentos de fervor que no transforman para nada la triste y dramática realidad nuestra de cada día. Tres milones de seres que no comen están esperando a la intemperie las soluciones a sus padecimientos. Ante esto, menos pirotecnia y más hechos que acaben con la miseria. La cabeza está para pensar. No para que el cuerpo termine en punta. Pensemos y demandemos. Los peronistas sabemos hacerlo. Siempre lo hemos hecho.
(*) De Iniciativa Socialista