por Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmaiil.comAlgunos se empeñan en decir que en el fútbol está todo escrito, que el paso del tiempo no influye, que siempre todo fue igual. Sin embargo hace dos décadas, a la hora de preparar un compromiso eliminatorio, los entrenadores no tenían la posibilidad de contar con las nítidas grabaciones, con tomas de varias cámaras de los errores cometidos últimamente por el rival a enfrentar. No es poca diferencia con el fútbol de ayer nomás.
El último día de marzo, Belgrano perdía la categoría al ser vencido claramente por Lanús en el Néstor Díaz Pérez. El 3-1 final indica que el mayor poderío individual y la contundencia ofensiva exhibida por el equipo de Zubeldía fueron más valiosos que las muchas ventajas defensivas que dio, las mismas que viene dando últimamente. Esa tarde Lanús superó a todos sus perseguidores, con lo que volver a jugar la Copa Sudamericana pasó a depender de sí mismo, con una fecha por disputarse. Habiendo estado muy cerca de la zona del descenso, conseguir ese lugar tenía ribetes de hazaña. Eso sí, había que ganarle a Vélez en Liniers, uno de los mejores equipos del momento. Y allá fue Lanús, soñando con ganarle al que más le cuesta ganarle, sobre todo en su reducto, donde el Grana ha perdido esperanzas varias veces.
Después de 15 minutos de lucha por la posesión, y de otros 15 de dominio parcial de Lanús, con buenas incursiones ofensivas, que se extendió hasta el minuto 34, el de jugada imposible pero real que se transformó en el primer gol local, de la que ya hemos hablado. A partir de ahí, la persistencia de errores defensivos en algunos casos grotescos hizo lo demás. El resultado final fue un reverendo 4 a 0. Y una sensación frustrante en el rostro de Zubeldía, que de la Boca para acá viene perdiendo la sonrisa y algo de aquella convicción en la mirada que trajo del Paraguay, cuando dijo siempre listo para sacarnos del pozo.
Caprichos del destino, 13 días después de aquella victoria en Cabrero y Guidi con que
empezamos la nota, y el paso trunco por Liniers en el medio, Lanús se volvió a ver las caras con Belgrano ya descendido y sin entrenador, el pasado sábado 13 de abril, iniciando en Córdoba la 1ª llave de la Copa de la Superliga, el torneo creado para completar el programa del semestre. Sin muchas alternativas, los dirigentes cordobeses optaron por el DT de la 4ª división, un tal Julio Constantín, un mozo simpático y bonachón, ex ayudante de campo de otro tal Ruso Zielinsky. ¿Te suena, no? El que devolvió a Belgrano a Primera hace apenas ocho años, el día que mandó a River a la B. Como quién te alquila un caballo manso, con una sonrisa noble y sin pose alguna, Constantín declaró luego del partido: “Zielinsky me llamó y me dio unos consejos sobre cosas de Lanús que él había visto”, dijo, más contento que perro con dos colas. En Córdoba las falencias granates se agravaron, y los errores cometidos tuvieron gran aprovechamiento del rival. Tres goles convertidos mediante envíos aéreos cruzados, cabeceados más cerca de Ibáñez que del punto penal fueron escenas muy fuertes de ver. Y Lanús perdió 3 a 2 porque cerca del final, Belgrano también se descuidó en las alturas y Quignón cabeceó al gol en soledad. Pudo haber sido mucho peor. Pero queda la sensación de que la confianza colectiva se hubiera resquebrajado.
La imagen final de Zubeldía, desencajado, pateando un micrófono y retando a Torsiglieri a grito pelado por haber pasado al ataque en la jugada final expresa un nerviosismo que en las horas más difíciles, las tres derrotas iniciales, el DT Granate no tenía. Después de la goleada en Liniers la paciencia con algunos futbolistas parece haber terminado, tanto en él como en muchos de los hinchas e incluso algunos socios: el pedido de refuerzos ‘de jerarquía’, vieja y desteñida bandera de los exigentes, inunda las redes sociales, las tertulias y los oratorios de la ciudad: “Hijos de puta. Compren cinco refuerzos de categoría que somos un desastre. ¿Qué piensan hacer con toda la guita que entró el año pasado?” Mientras a la tesorería del club llegan tarifas imposibles, los socios no pueden pagar su cuota, la TV muestra jubilados hambreados que se suicidan, las calles del país se inundan de familias enteras de desocupados, los hinchas piden cinco o seis refuerzos de categoría, como si en casa, porque se quemó una bombita, cambiaran el velador, las cortinas y la mesa ratona.
Cuando se trabaja bien en el aspecto audiovisual -una materia que Constantín, con machete de Zielinsky, rindió con holgura- y se logra que cada uno del plantel ejecute un libreto acordado sin poner peros ni caras de culo, cuando algo que se intenta se consigue, cuando aparecen las certezas y el entendimiento producto del ensayo de alternativas, cuando el todos para uno y uno para todos es posible, la victoria siempre estará más al alcance. Las fallas las tiene que resolver con trabajo en el presente semestre. Otra, por ahora no hay.
En la Copa de la Superliga, Lanús está a tiro de un gol: si le gana 1 a 0 a Belgrano mañana en el Néstor Díaz Pérez, pasa de ronda. Obtener la clasificación servirá para que Zubeldía intente ajustar el funcionamiento defensivo, tanto de pelota parada como en acción, ventajas que viene dando que de tan claras se ven de lejos. No hay dudas de que Lanús puede y debe vencer al Pirata cordobés. El tema es que aunque parezca mentira, la siguiente llave es con Vélez, lo que puede ser un gran peligro o una inmejorable oportunidad de revancha. Antes vendrá Belgrano a jugar por los colores. No será sencillo. Ganar y seguir, o perder y poner el GPS.