Cuando Ramiro entró a su casa en Gerli, el jueves al mediodía, se encontró con dos chorros adentro. Lo golpearon, lo ataron y se robaron lo que quisieron. Fue el cuarto asalto que sufrieron otras tantas casas en esa misma manzana -A. France, Bolaños, O’Higgins y Blanco Encalada- en la misma semana.
“Esto suena claramente a zona liberada. Ya no alcanzan rejas, alarmas, cámaras ni nada. Uno trabaja, tributa... para qué? ¿Para ser rehén de esta calaña? ¿Para que la policia mire para otro lado?”, reflexiona Corina, la madre de Ramiro. Y relata que ni se bajaron del móvil los policías que concurrieron a la llamada de auxilio. Se limitaron -¡desde adentro del patrullero!- a decirle a Corina que haga una lista de las cosas que le faltaban. Cuando fue a llevar la lista a la Comisaría 2ª, al otro día, le preguntaron si había “movido las cosas”. Cuando ella les repreguntó que cómo iba a inventariar lo robado, y cambiar las cerraduras y alarmas si no “movía” las cosas, le respondieron que entonces ya no podían investigar nada...
“Conclusión: Ramiro se va del país. Está cansado ya que no es la primera vez que sufre esto”, señala Corina.