por Lisandro Martínez*
Aristóteles definió a la mujer como una versión incompleta del cuerpo masculino, que a la hora de engendrar, es un receptáculo pasivo del embrión, por lo tanto el semen del varón es todo y la mujer es solo la portadora.Las tres principales religiones monoteístas discriminaron y discriminan violentamente a las mujeres. Desde la Antigüedad hasta hoy, los religiosos siguen pensando que todas las mujeres son hijas de Eva como encarnación del mal.
Esta conclusión necia tuvo su correlato a la hora de establecerse el Código Romano (que todavía nos atormenta con su cuerpo de leyes) donde trataron a las mujeres como seres inferiores, mentalmente inaptas, distintas a los varones, débiles no sólo de estructura corporal sino siguiendo la opinión del senador romano Veleyano, que determinó que las mujeres eran “imbecilita sexus”: imbéciles por naturaleza, y que por su desarrollo intelectual debían ser equiparadas a niños o a tarados (disposición senatorial aparecida en el año 46 d.C.)
El “imbecilita sexus” fue aprovechado por los señores feudales hasta 1791 cuando tronó la revolución burguesa y Olympe de Gouges -parte del Comité Revolucionario de Mujeres- escribió la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana. Pero las reivindicaciones de las mujeres trabajadoras tuvieron que esperar la llegada del capitalismo y sus brutales métodos de explotación hasta los últimos días del siglo XIX principios del siglo XX.
En 1908, en marzo, 130 obreras ocuparon la fábrica Cotton de Nueva York donde trabajaban reclamando por una jornada laboral de 10 horas, salarios iguales a los de los hombres y contra las pésimas condiciones de trabajo. La cerrada negativa de la patronal que todavía se basaba en “imbecilita sexus” y sus derivaciones: “son débiles, no rinden
como hombres”, provocó que las mujeres se negaran a desocupar. La patronal ordenó cerrar las puertas y provocar un incendio para atemorizar a las obreras. Murieron todas.
Pasados dos meses, el 3/5/1908 en el teatro Garrick de Chicago, se organizó un acto denominado por el Día de la Mujer, presidido por destacadas socialistas como Corinne Brown y Gertrude Breslau-Hunt.
En 1909, la mayoría de los trabajadores textiles de NY eran extranjeras, con malas condiciones de trabajo y salarios muy bajos. Eran 30 mil mujeres la mayoría de Europa del este e Italia que trabajaban hacinadas en departamentos de edificios cerrados donde se les impedía salir durante las 11 horas diarias de trabajo y los 7 días de la semana. No se pagaban horas extras ni en el trabajo nocturno.
En este cuadro, en julio de 1909, hubo una serie de huelgas espontáneas en distintas fábricas de blusas y otras textiles de NY.
El 22 de noviembre, la Liga Nacional de Sindicatos de Mujeres de América en la Universidad de Cooper Union realizó una asamblea, para debatir sobre el paro que llevaban adelante miles de trabajadoras textiles. Entre los presentes, había hombres de la American Federation of Labor cuyo presidente, era Samuel Gompers, un burócrata defensor de los intereses patronales. Gompers habló para que a las obreras no siguieran con la huelga general.
Clara Lemlich, una ucraniana de 23 años que trabajaba en la Textil Leiserson y que en esos días había sido brutalmente reprimida -con costillas rotas- dio un apasionado discurso en yidis y propuso ganar las calles, con una huelga general que hiciera público el hacinamiento laboral y la diferenciación salarial de las mujeres que cobraban entre u$s 3 y 4 mientras los hombres por las mismas tareas u$s 7 o 12. El apoyo del público fue total y esa misma noche marcharon a la plaza Union Square, de Manhattan, en NY.
La huelga de las camiseras (New York shirtwaist strike of 1909), también se conoció como “el levantamiento de las 20 mil” (Uprising of the 20.000). La huelga fue dirigida por Clara Lemlich y apoyada por la Liga Nacional de Sindicatos de Mujeres de Estados Unidos (National Women's Trade Union League of America - NWTUL).
El 23 comenzó la huelga y el 24 se lanzaron a las calles 20 mil mujeres y un puñado de hombre, otros dicen 30 mil. La huelga duró 11 semanas hasta que los patrones cedieron, firmando un acuerdo del que participó el 85% de las patronales textiles que aceptaron una jornada laboral de 52 horas semanales, equiparación salarial, vacaciones pagas y herramientas de trabajo provistas por las empresas.
En 1910 en Copenhague se convocó la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas y allí la alemana Clara Zerkin propuso que en memoria de las trabajadoras incineradas por la patronal en NY todos los 8 de marzo se conmemorara el Dia de la Mujer Trabajadora.
Con la llegada de inmigrantes, en la Argentina (1870- 1930), un grupo de mujeres anarquistas y socialistas se lanzaron a conquistar derechos que no les eran reconocidos: “Igual salario igual trabajo”, la remoción de la inferioridad civil (“Imbecilitas Sexus”) mayor educación, auxilio a madres desvalidas y el sufragio universal. Las anarco/socialistas de la época dirigían sus críticas, básicamente, al estado “como único orden de opresión existente”. Aparecen dos periódicos de género: La Voz de la Mujer (1896/97) dirigido por Virginia Bolten, y Nuestra Tribuna (1922/25) bajo la batuta de Juana Rouco Buela. Estas publicaciones eran escritas por y para mujeres. Hubo muchos periódicos combativos y de género en toda América latina
La legalización del aborto es un reclamo de larga data. En los ‘50 Eva Perón fundó el Partido Peronista Femenino para asegurar con el voto de las mujeres la continuidad del gobierno de Juan Perón.
Dora Coledesky, abogada militante volvió a la Argentina con el retorno de la democracia y convocó a un grupo de mujeres a organizarse para impulsar durante el alfonsinato la creación de una comisión, con la consigna: "Anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir" (lema de las italianas). Esa fue la fundación de la campaña por el aborto, legal y gratuito. Hoy conocida como “La Campaña” que incluye más de 300 grupos. El primer proyecto de ley de anticoncepción y aborto fue presentado en 1992.
En la agenda de las mujeres movilizadas por sus derechos sigue vigente: “Ni una menos”, “no es no”, la legalización del aborto y el acceso gratuito y seguro a los servicios de salud para abortar. Esta demanda unifica a millones de mujeres, una asignatura pendiente que sólo una lucha a fondo hará realidad.
Este 8 de marzo todos a la movilización por los reclamos de la mujer.
(*) Del Partido Obrero