martes, 6 de noviembre de 2018

Granates, más allá de la justicia

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com



Lanús empezó la jornada recibiendo el aliento de su gente, algo que viene ocurriendo desde la llegada de Luis Zubeldía, y el equipo tomó la iniciativa. Huracán salió a jugar su juego: esperar como hace mucho que no se espera a un rival, cederle la pelota y el terreno en la salida, y comenzar la presión en el campo propio. Como suele jugar un equipo del ascenso ante uno de Primera en la Copa Argentina, donde de no ocurrir nada definen por penales, y en los penales las diferencias de categoría no siempre influyen.
  Zubeldía había llegado a una conclusión: Sus laterales aportan más en ofensiva que a la hora de marcar, y la inseguridad defensiva de ambos le provocaba desequilibrio por las bandas. Con la línea de cinco defensores podía solucionarlo. El reparto de las marcas y las posiciones salió muy bien durante todo el primer tiempo. La postura de Huracán, defendiendo sin culpa ni vergüenza, a la manera de los clubes del ascenso cuando enfrentan a los grandes en la Copa Argentina. El Globo no llegó al arco de Ibáñez, y Lanús llegó poco, pero tuvo dos claras que no pudo convertir: el remate de media distancia del
Toto Belmonte, y el gran enganche de Lautaro para cambiar de pierna que se fue cerca del segundo palo.
  Huracán acertó un pleno en el inicio del complemento, en una jugada que el local defendió mal, el toque contra su valla de Thaller convirtió en gol una pelota sin destino de tal. De ahí en más, al local lo fue ganando la impotencia y el nerviosismo. Mientras el Globo ni se acercó a lo de Ibáñez, el Grana tuvo tres chances más: buen centro pasado de Di Plácido, empujón de Mancinelli a Ribas en el área chica, claro penal no cobrado; el cabezazo del Laucha en el primer palo que no encontró un compañero en el segundo y el remate de lejos de Quignón que se fue besando el vertical izquierdo de Marcos Díaz. Huracán, poco y nada. La nota de la jornada fueron los silbidos del final al presidente del club.
  Hoy, que el dólar ronda los cuarenta, basta imaginar que el club le hubiera hecho un nuevo contrato al Pepe Sand, y que así hubiera procedido con todos los demás futbolistas que condicionaban su contratación al pago en  moneda extranjera. Eso era lo que la gente pedía, y por eso ya lo insultaban al presidente al principio y también a mitad de este mismo año. La cuenta se hace rápido: si la comisión directiva de Lanús cedía al pedido de muchos de sus propios socios e hinchas, el club se hundía en un semestre, y se ponía al borde del quebranto a fin de año. La comisión directiva, de la que Nicolás Russo es un integrante más, no cedió a esa presión. Después se podía acertar o no en los refuerzos, está claro que no muchos dieron frutos, pero lo que no debía era salirse del plan de austeridad ni del presupuesto destinado. Un tal Bill Clinton, un par de años antes de que se conozca lo de la becaria, bien supo expresarlo: “Es la economía, estúpido”.
   En diciembre cierra un año en el que la mayoría de los clubes quedan al borde del colapso financiero, y Lanús lo cierra con un saldo millonario a favor. Que los hinchas lo culpen y lo putean por la muy mala campaña deportiva, es lo normal. El problema es que las puteadas vienen de la platea de socios. Pero como el desconocimiento y la ignorancia impera en el fútbol argentino, donde una gran parte de los socios sólo se acerca el día del partido, aquel que quiera llevar a un club al lugar en el que está Lanús debe saber muy bien lo que tiene que estar dispuesto a soportar. No es para cualquiera.
   El error, lo que indudablemente salió muy mal, fue la contratación de Carboni. Hay que sacar conclusiones, parece ser que no es factible fabricar entrenadores de Primera. Todo indica que la experiencia debe hacerse en otros clubes, en otras categorías profesionales, e ir subiendo escalones. No se puede pasar a un ex jugador, por más querido que fuera, de dirigir la Sexta o la Cuarta a hacerse cargo de la Primera. La sabiduría se logra trabajando y creciendo paulatinamente, cumpliendo objetivos con cautela, con paciencia. Dos veces salió mal. Lo recomendable es no volver a intentarlo por ahora. Esto de dirigir a Lanús, donde la vara está más alta que nunca, tampoco es para cualquiera. Por suerte, Zubeldía estuvo a la altura de lo que uno espera de un deportista agradecido e identificado con la entidad.
   A los hombres se los juzga por su obra, no por su carisma o su simpatía. Y el socio e hincha de Lanús del futuro no se va a confundir a la hora de evocar este largo tiempo de economía floreciente y gloria deportiva.  En la historia centenaria de los clubes de primer nivel del fútbol argentino, la victoria o la derrota forman parte del juego. Se gana y se pierde: River e Independiente han descendido. Pero la quiebra, el embargo de bienes e inmuebles, la cesación de pagos y el peligro de desaparición, los viejos socios de Lanús -como también los de Boca, Racing, San Lorenzo, Huracán y varios más- muy bien lo sabemos, no se olvidan nunca.