por Omar Dalponte
omardalponte@gmail.comSi vemos que nuestra casa se derrumba y se nos viene encima, no es conveniente recurrir a un tratado de filosofía para averiguar de qué se trata eso del “conocimiento de las cosas por sus causas”. Algo hay que hacer para salvar el pellejo y luego reconstruirla. La argentina toda está derrumbándose y si no se hace algo urgente la gran mayoría de nosotros quedará sepultada bajo los escombros. Con excepción de los ricos protegidos por la banda que hoy ocupa la Casa de Gobierno, parapetados en las altísimas plataformas del poder y del dinero, alguien que a lo largo de toda su vida pudo hacer algo para vivir dignamente hoy ve que lo que tiene vale poco y nada. Con el agravante de que su capacidad de ahorro no existe y no tiene ninguna oportunidad de mejorar porque las puertas de acceso al progreso están cerradas. De seguir esto así, gran parte de quienes se consideraban integrantes del medio pelo de la sociedad y creyeron, estúpidamente, que podían nivelar para arriba despreciando a los de abajo, ya no están en condiciones de usar el automóvil, pagar la cochera, las tarjetas de crédito, el colegio privado, afrontar las expensas, mantener las prepagas, comerse una pizza afuera en familia y tomarse quince días de vacaciones. Su necedad histórica los puso al borde del abismo y bajo el reinado del macrismo, por más que soplen globos amarillos, su destino, inevitablemente, es treparse a los colectivos, dejar el automóvil en la calle, estar acogotados por los bancos, recurrir a la escuela del estado, sentirse acorralados por las administraciones de los consorcios, hacer cola en los hospitales públicos, amasar los bollos con harina y darse, si pueden manotear unas monedas, mandar a los pibes a la pileta del club del barrio o arreglarse con la de lona
en el patio de casa. Si éstos, como decían nuestros paisanos en un tiempo pasado, “se han venido abajo como la lana negra”, ni que hablar del pobrerío que, después del respirito peronista de diez o doce añitos de mediana alegría, hoy no alcanzan a comprar el pan, comen salteado, se enferman con facilidad, se mueren tempranamente, no pocos tienen sus dormitorios en los umbrales y están condenados a la ignorancia de por vida. Que quede claro: el neoliberalismo es incompatible con la democracia, enterrador de enormes porciones de nuestro pueblo, rematador de nuestras riquezas, entregador de la soberanía y absoluta garantía para los intereses de los monopolios y de los usureros internacionales.
Estamos ante a una disyuntiva que nos exige definiciones y acciones concretas y rápidas. Si nos tragamos el verso de que hay que esperar tranquilamente el próximo turno electoral estaremos fritos. Frente a quienes nos atacan y nos someten a una tortura permanente habremos de ejercer el derecho que tienen los pueblos a defenderse. Ya no queda espacio para hacer el juego a los embrollones de las roscas políticas que tienen todo el tiempo para las transas (con s y no con z) cuyo único objetivo es asegurarse un conchabo político. Dentro del campo popular, y particularmente en el seno del peronismo, sabemos muy bien quienes son los dirigentes confiables. La Mesa de Acción Política de nuestro Partido Justicialista, con la conducción de don José Luis Gioja, está procediendo acertadamente ampliando el nivel de unidad y de participación de importantes referentes de diversas expresiones peronistas, tanto del sector político como del espacio sindical. Es un dato interesante la incorporación reciente a ese organismo de conducción, de Felipe Solá (ex Frente renovador) y Héctor Daer (CGT) Aparentemente, sobre la carpeta de la política las cartas están echadas. Lo cual no significa que no vaya a haber reacomodamientos, idas, vueltas, enojos y reconciliaciones. A esta altura, discutir sobre quien es o no peronista o acusar de traidor a tal o cual dirigente no tiene ningún sentido. Es perder tiempo por gusto, pues ninguna de esas discusiones o caracterizaciones van a alterar absolutamente nada. Cada sector, con sus referentes a la cabeza, irá armando lo que prefiera y lo que pueda. Alguna separaciones no son definitivas, y determinadas uniones son imposibles. Ciertas cosas están claras: Los que siguen a Pichetto o Urtubey y no quieren a Cristina difícilmente cambien de opinión. Por su parte, aquellos que aman a la ex presidenta, ante algo que huela al senador o al gobernador salteño sienten que sus estómagos se dan vuelta. Así que entre unos y otros, probablemente, no haya posibilidad de compartir ni siquiera una misa. Donde no hay problemas internos serios - a pesar de los chimentos que propaga el grupo de tareas periodístico y que en realidad no son otra cosa que cortinas de humo - es en el oficialismo. El macrismo permanece sólido. Tiene el poder, una conducción indiscutida, el respaldo de los poderes económicos, de las altas finanzas y el apoyo del imperio. Es decir: en sus manos están las cuarenta del maso y juega de mano. De manera que no estamos frente a un enemigo fácil de masticar. Puede ser que sufra algún drenaje si, por el lado del radicalismo, Ricardo Alfonsín abandona la nave amarilla y arrastra a algún capitanejo radical para compartir una canoa con margarita Stolbizer y lo que va quedando del socialismo santafecino.
En el peronismo y otras fuerzas amigas se dan situaciones cruzadas que todo el mundo tiene a la vista. Partido Justicialista, Unidad Ciudadana, Frente para la Victoria residual, Intendentes de uno y otro lado y organizaciones como el recién creado Frente Patria Grande, todavía están preparando la mezcla pero aún no se deciden a construir las paredes para la casa de todos. La ausencia de un liderazgo capaz de conducir al conjunto es uno de los problemas más serios que debe resolver este espacio variopinto. El Frente Renovador de Sergio Massa, un poco debilitado por la fuga de Felipe Solá y de otros cuadros políticos importantes, aparece boyando en aguas de ríos diferentes y habrá que ver qué lugar de la pista ocupará cuando se encare la recta final.
El frente sindical opositor, es en estos momentos, la punta de lanza más efectiva de los trabajadores para parar los embates del macrismo. A esta dirigencia de los gremios es necesario rodear, apoyar e incorporar a un frente electoral a fin de que haya en el futuro una fuerte representación del sindicalismo en los concejos deliberantes, legislaturas, en el Parlamento y en un probable gobierno que sepamos elegir para superar la tragedia neoliberal. Para esta tarea de construcción política desde las bases es conveniente rescatar experiencias que fueron positivas en el pasado. Y volver a poner en el centro de la escena fórmulas que, en la actualidad, tienen plena vigencia: Unirse desde abajo. Organizarse luchando.