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martes, 16 de octubre de 2018

Ramón Cabrero, nuestra propia historia

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com


Con el debido respeto a las opiniones de dos colegas que admiro y respeto, como Omar Dalponte y Marta Santos, tanto como la mirada del dirigente Radical Alberto Cusano, aporto mi parecer a este rico intercambio.
  El centro de Lanús Este es el casco urbano de Villa General Paz, pensado a fines del siglo 19 por el notable Guillermo Gaebeler, que compró un predio de 47 manzanas y lo loteó a partir de 1888. Hombre allegado a Bartolomé Mitre, bautizó cada una de las calles, y lo hizo influido por un sentimiento patriótico y nacionalista. Esas calles de Lanús honran, en su mayoría, a grandes batallas de la lucha por la Independencia, como la de Salta y la de Tucumán, y triunfos notables obtenidos en condición “de visitante”, como las batallas de Las Piedras, frente a los españoles, e Ituzaingó, contra el ejército del Imperio de Brasil, triunfos gloriosos que no alcanzaron su cometido: mantener a la Banda Oriental en
territorio argentino.
  Los desvelos patrióticos de don Guillermo no tenían límites: dos de las principales calles de la Villa de su autoría rendían homenaje a dos de las derrotas más catastróficas del Ejército del Norte, y no por casualidad fueron  las dos primeras arterias en ser rebautizadas: Ayohuma, después José C. Paz, la actual 9 de Julio, y Vilcapugio, el límite sur del loteo, que luego pasó a llevar el nombre de un general conservador que fue gobernador de la Provincia de Buenos Aires, José Inocencio Arias, y que de ahora en más se llamará Ramón Cabrero.
   Llama la atención que una de las calles del primer loteo lleve el nombre de una mujer: Margarita Weild. No era algo habitual en 1888. Es cierto que Margarita fue la esposa del Gral. Paz, y fue la heroína de la increíble historia  que comenzó cuando el general estaba en cautiverio, y ella le declaró su amor. Era 23 años menor que él, en su corta vida fue compañera inseparable del veterano militar, madre de sus ocho hijos. Margarita Wield, que falleció a los 33 años, era su sobrina, la hija de la hermana del Manco Paz.
   Está claro que repasar la historia argentina es hablar de sangre derramada, y que es muy fácil juzgar los comportamientos del pasado desde la mirada exigente del futuro, pero es innegable que Arias, independientemente de las virtudes que seguramente habrá tenido, combatió cinco años en la guerra de la Triple Alianza, un genocidio en sí misma, y también sirvió como general en la Patagonia durante el exterminio de los pueblos originarios llevada a cabo 1870 y 1878 por cuenta y orden de la creciente, despiadada y voraz burguesía criolla.  
  En el límite sudeste de la Villa bautizada con el nombre del militar más admirado por Mitre y Gaebeler, José María Paz, el vencedor de Facundo Quiroga en la batalla de Oncativo –mentada en otra de las calles céntricas de la Villa- y genial estratega victorioso en Caaguazú -batalla que recordaba la avenida que era el límite norte de la Villa, y que hoy se llama Eva Perón- se destacaban los nombres de cuatro generales de aquellos tiempos de guerras civiles: Madariaga, Acha, Ferré y Paunero, hoy rebautizada como Guillermo Gaebeler, los cuatro eran miembros de un ejército diferente al de la Independencia, más conservador y menos popular, expertos en guerras civiles, confluían en la arteria del sur, la original Vilcapugio, luego Gral. José Inocencio Arias, el linde de la Villa General Paz con el extenso territorio del Ferrocarril Sud, que vaya coincidencia, en 1948 pasará a llamarse General Roca. Sí, el mismo. Hasta allí llegó para quedarse el club Lanús en 1928 como muestra elocuente del poderío económico y las relaciones políticas de algunos de sus primeros socios. De un descampado alquilado en Margarita Wield y San Lorenzo se mudó a ese terreno repleto de vagones viejos y tornillos que con el tiempo le fue cedido definitivamente, y allí se está escribiendo la más apasionante de las historias de todos y cada uno de los clubes pioneros del fútbol argentino.
   El club Lanús nació en 1915 como la entidad de los niños bien del comercio y la política crecidos en los pagos que loteó Gaebeler, ciudad obrera convertida en cabecera de distrito en 1943 durante la prehistoria del peronismo, de la cual el club Lanús es el corazón social y deportivo. Así como Héctor Guidi representa y conecta a los dos equipos más famosos de la antigua historia del club, Los Globetrotters y Los Albañiles, Ramón Cabrero es el modelo ideal para explicar la transición de la entidad, de chico a pretencioso, de perdedor a victorioso, de víctima a victimario de los clubes grandes, Ramón fue el último crack del Lanús de Los Albañiles, que emigró en 1970, y que 37 años después, como Director Técnico, consiguió el primer título del club en Primera División en la tarde inolvidable del 2 de diciembre de 2007, cuando Lanús dio la vuelta olímpica en la Bombonera, televisado en vivo y en directo para todo el país. Cabrero se transformó en estampita viviente del barrio, y nunca, ni en la hora más gloriosa, perdió la humildad. Lamentablemente se nos fue antes de tiempo, pero su perfil está grabado a fuego en el corazón de tres generaciones de lanusenses. ¿No merece ocupar el lugar de José Inocencio Arias, del mismo modo que el Nene Guidi ocupó en 1972 el del Gral. Mariano Acha, el entregador de Dorrego? ¿No merecen la gesta del club Lanús y sus vecinos más destacados seguir reemplazando a los nombres de la historia de la patria, historia siempre controvertida, siempre sanguinaria, siempre mal contada? Como la de Juan Madariaga, que luego de la derrota sufrida en Concepción del Uruguay logró escapar en barco, dejando a su tropa ahogándose en el rio.
   En Lanús vivieron el poeta José María Contursi, el humorista Pepe Biondi, el músico Oscar Alemán, el dibujante José María Cao, el compositor Don Fabián, el docente Héctor Montero, el escritor Juan Carlos Marchesi, el abogado Alfredo Genovesi y los hacedores del Lanusazo, uno de ellos, el amigo Omar Dalponte. Es hora de honrar nuestra propia historia en las calles perfumadas de malvones de un barrio de vida social y futbolera, de vivencias emotivas y vecinos destacados, calles pintadas de Granate desde siempre y para siempre.