Páginas

viernes, 12 de octubre de 2018

Canción del elegido

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com


Sorprendido por la gravedad de las fallas defensivas de su equipo, resignando gran parte del capital ofensivo, Zubeldía le puso a Lanús el botón de emergencia. Ya había resignado un jugador de ataque al volver al viejo y -para él- querido doble cinco, y el vendaval de River en el segundo tiempo lo llevó de cabeza a la defensa de cinco. Cinco abajo, más el doble cinco, siete que defienden y tres que hacen lo que pueden. Sin embargo en su visita a Tucumán, Lanús corrigió algunos de sus defectos defensivos, aunque desnudó sus limitaciones ofensivas. Lautaro no encuentra el nivel que supo tener, Ribas no encuentra nada. Marcelino, Pereyra Díaz, Bruno Vides, Gastón Lodico, Maciel, Mugni, Barrientos, Sara pierden lugar, Ibáñez, Di Plácido, Herrera, García Guerreño, Thaller, Pasquini, Belmonte, Quignón, Di Renzo tienen su chance, y algunos se consolidan. Preocupado porque no gana, Luis Zubeldía se entusiasma. Está en su salsa. La  coyuntura
que sufre Lanús, lo que lo obliga a arrancar de cero, es el terreno que a él más le gusta para desarrollar su trabajo. La construcción de un equipo y la formación final de algunos futbolistas del club, son su maestría, y el agregado de una luz de esperanza llamada Pedro de la Vega, el desafío personal de terminar de moldear a un futbolista de esas condiciones, una llama encendida en medio de las sombras de la lucha por la permanencia en la que sorpresivamente el club está metido.
    Por ahora su cuerda dura un tiempo, poco más, poco menos, pero durante ese tiempo saca la diferencia. Sus rivales no lo pueden agarrar. No sólo es hábil para despegar, también lo es para desmarcarse. Cuando encuentra espacios se hace inalcanzable, cuando le cruzan la pierna mete el enganche y cambia el perfil, o mete el freno y vuelve a arrancar. Rápido para decidir, igual de rápido para ejecutar, los adversarios no se animan al cierre. No parece ser un obstáculo para él su marcador. Lo esquiva con la misma seguridad con la que aquel que vivió toda la vida en la misma casa esquiva las macetas. Y siempre tiene una chance de gol. Minuto 43. Di Plácido rechaza corto y De la Vega se desprende de su marca para dar cuatro pasos hacia su propio arco, tomar el balón  y girar a trancos largos hacia el arco de enfrente. La agarra por ahí, en campo propio, a la altura de donde Maradona recibió el pase del Negro Enrique ante los ingleses, y gira como Diego: su rival se cae al piso, y él arranca. Cuatro futbolistas locales inician el retroceso con él, pero sin encimarlo, lo rodean, corren a su par, pero nadie atina a cruzarlo. El Pibe la lleva con gran decisión, con dominio absoluto atraviesa la cancha. Cuando perfila para su derecha, el Pelado Mercier intenta acercarse, pero ya es tarde: antes de pisar la medialuna, De la Vega saca el remate desde afuera, y esa pelota con destino de gol, desviada por Luchetti, se va apenas por arriba del travesaño. De haber terminado en la red, la imagen del Zorrito daba la vuelta al mundo.
   Con un calor infernal, ante un equipo que está viviendo su hora más gloriosa, con un Pulga Rodríguez imparable mientras tuvo resto y un montón de muy buenos jugadores, El Decano celebraba su mejor participación internacional. Y si la fiesta no fue completa se debe a que el local no pudo con el Grana; que terminó siendo empate en cero justo y más valioso para la visita. La emergencia no permite mucho análisis crítico sobre la cuestión estratégica. Zubeldía no tiene la culpa. El equipo fue armado para Carboni, ido Carboni, a su juego lo llamaron: nadie mejor que él para luchar contra la adversidad, para encontrar el mejor encastre de las piezas. En Tucumán logró corregir la defensa superpoblándola, aunque haciendo más esporádicas sus excursiones ofensivas. Todavía habrá que tener paciencia y esperar los frutos de su trabajo. Zubeldía es el elegido de Ramón Cabrero, parte muy importante de la consagración del Apertura 2007, ícono granate que superó a la adversidad aprendiendo a ser entrenador en el club que lo supo contener, por eso y muchas cosas más, Luis Zubeldía se ha ganado holgadamente el respaldo de los socios Granates.
   En quince días, en La Fortaleza cita en la flamante calle Ramón Cabrero, Lanús tiene un partido clave ante Patronato, rival directo en la lucha por la permanencia. La jornada tendrá la emoción por el recuerdo de Ramón, un héroe granate mitológico, tribunas pobladas, partido clave. Hay que incentivar, generar convocatoria. Esa victoria que tanto tarda en llegar es el objetivo a conseguir. Volver a ganar como sea, si es que no puede ser jugando bien al fútbol, que sea con siete defensores y tres atacantes. Nada importa. Volvamos a ganar. Y una vez que ganemos todo será más sencillo, más natural, y eso hará que empecemos a ganar más seguido, afuera y en casa, como venía siendo últimamente, hasta esta complicada situación deportiva que nadie esperaba.  Y cuando estemos a salvo, recién ahí, volvamos a hablar de gustos futbolísticos y de diferencias políticas. Históricamente, los Granates de todos los tiempos hemos salido de éstas luchando codo a codo, acompañando al equipo y alentándolo incondicionalmente. El fútbol cambia, la vida vuela, pero para el hincha de verdad, la pasión y el amor por la divisa sigue siendo incondicional, como lo fue durante todo el siglo XX: El club, primero.