por Omar Dalponte*
omardalponte@gmail.comMuchas veces las desgracias unen. O por lo menos ayudan a que se produzcan hechos que contribuyan al reencuentro de quienes por distintas razones se hallen separados. Pasa con los amigos. Pasa en las familias. Pasa en política e infinidad de veces ha ocurrido en el Peronismo. Sobre la Argentina pesa una desgracia mayúscula: el macrismo. Que la banda que hoy ocupa la Casa de Gobierno haya escalado posiciones a lo largo del tiempo fue una maniobra exitosa pensada hace años y ejecutada con absoluta precisión por quienes mueven las palancas de la economía y de las finanzas dispuestos a impedir que las políticas de inclusión y beneficios para los sectores populares siguieran en ascenso por el camino iniciado en el año 2002 con Duhalde y continuado por Néstor Kirchner y Cristina Fernández. En la escalada macrista hacia el poder no jugaron un papel menor los aparatos periodísticos hegemónicos que pusieron en los medios un grupo de tareas especializado en desfigurar la realidad y difamar a todo aquel que pretendiera trabajar por el bienestar del pueblo y la soberanía de nuestro país. La avasalladora demonización del kirchnerismo por los medios oligopolistas impactó fuertemente en determinadas capas de la población, alimentó odios, muchos fueron convencidos de las bondades neoliberales, e influenciados por tanto mensaje retorcido no faltaron quienes, empeñados en derrotar a Cristina, hicieran como aquel marido enojado que para castigar a su mujer se pegó un tiro en los testículos. Hoy, una buena porción de aquellos que con su voto se metieron dentro de la picadora de carne humana del conservadurismo amarillo, tal vez por vergüenza no confiesan su arrepentimiento pero, seguramente, estarán pasando mil peripecias para sobrevivir en una realidad en que sólo hay lugar para los privilegiados.
Todo tiene que ver con todo. Mientras el campo popular perdió tiempo de candombe en candombe, ellos trabajaron con precisión de relojería. En el año 1995 en que Carlos Menem
fue reelegido presidente de la Nación, Mauricio Macri asumió como presidente de Boca Juniors. A partir de allí los elogios y cambios de favores que ambos se brindaron, indicaban que quienes manejaban las hilos de estas marionetas habían elaborado un guión para la obra que, en varios capítulos, culminaría a todas luces años después. Menem hizo más que un esfuerzo para incorporar a Macri a la política partidaria y no fracasó en el intento. Mauricio fue elegido diputado nacional en 2005 y su paso por el Congreso registra asistencia perfecta únicamente para cobrar la dieta. Como miembro del cuerpo concurrió a dormir una siesta a poco más de la mitad de las sesiones y sólo estuvo presente en 36 de las 280 votaciones en las cuales debía haber participado.
En 2007, cuando fue elegido Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos aires, Macri dio su tercer gran paso en camino hacia la ocupación de la Casa de Gobierno. En esa oportunidad su triunfo fue facilitado por la enorme estupidez, egoísmo e incapacidad del peronismo porteño que lo enfrentó dividido y con la candidatura de un perdedor consuetudinario: Daniel Filmus. Lo demás es historia muy reciente: 2015, dudoso triunfo frente al cual nos entregamos sin chistar, provocación payasesca en el balcón de Perón, endeudamiento con los usureros internacionales, atropellada sin límites contra los trabajadores y llegada a una situación límite dentro de la que, para la mayoría del pueblo, es imposible llevar una vida más o menos digna.
El enemigo planifica a largo plazo. Tardaron veinte años pero lo consiguieron. Alzarse con el poder mediante el apoyo de la mitad de los votantes, afianzarse y no ceder ni el blanco de una uña en la tarea sistemática de destrucción de nuestro país. De nuestro lado no todos fueron aciertos. Más de doce años de gobierno se nos fueron como agua por un colador. Llenamos plazas, estadios y calles donde la alegría parecía no tener fin. Se creyó que con canto y baile el porvenir estaba asegurado y no se tuvo la prevención de organizar una fuerza política disciplinada que funcionara desde los barrios hasta los niveles más altos de conducción y viceversa, para garantizar la acción transformadora que posibilitara, por fin, resolver problemas de fondo y superar muchas de las injusticias impuestas por el capitalismo salvaje. El fallecimiento de Néstor Kirchner produjo un vacío enorme y progresivamente perdimos fuerza y pasión. Se nos alejó del movimiento obrero organizado, otra estética se impuso sobre nuestros símbolos tradicionales, se descuidó nuestra doctrina, quedamos sin la clásica mística peronista y sin figura con capacidad de liderazgo sobre TODO el peronismo.Entre empujones y caprichos afrontamos compromisos electorales debilitados y divididos. Aún así Daniel Scioli, en 2015, obtuvo la mitad de los votos. Mansamente entregamos el gobierno y aquí estamos. En un país barranca abajo, muy cerca del fondo del precipicio. Por suerte la capacidad del peronismo para salir de terapia intensiva no está perdida del todo. Recientemente, durante la conmemoración del 17 de octubre, podemos decir que el balance resulta positivo pues, de manera unánime, desde los diversos lugares donde se realizaron los actos llegó el reclamo de unidad por parte de la dirigencia que parece comprender que ese es el camino para lograr triunfar en 2019.
Juan Manzur, en el acto más númeroso efectuado el Día de la Lealtad, en la provincia de Tucumán, dejó un mensaje claro: “el peronismo debe ir unido con los mejores hombres y mujeres que nos permitan recuperar el gobierno”. Alberto Rodríguez Saá, desde San Luis, señaló que “algunos dicen que los peronistas están desunidos, pero todos estamos festejando lo mismo y en todos los actos hay un único lenguaje: que tenemos que estar unidos. Ésa es la forma. Todos unidos”. Gildo Insfrán, desde Formosa se expresó en términos similares. El ex jefe de Gabinete del kirchnerismo, Alberto Fernández, quien felizmente cambió de posición y de discurso, advirtió que “detrás de Cristina está el 80 por ciento de los votos”. Luego de su experiencia como armador del "randazzismo", sus opiniones favorables a la ex presidenta no son un dato menor.
Héctor Daer, uno de los oradores en Tucumán, acompañado de importantes dirigentes sindicales afirmó: "Venimos a ratificar nuestras convicciones, nuestra lealtad a los trabajadores. Queremos un país diferente, que se desarrolle. El movimiento obrero, las 62 Organizaciones y la CGT le dijimos que sí al gobernador Manzur que se puso al frente para volver a juntar al peronismo y dar un signo de unidad. Esto es lo que necesitamos, un llamado humilde y generoso para encontrar un rumbo diferente". "No sea cosa que de vuelta, por diferencias internas, nos ganen por el 1% y terminemos como estamos, con un país desbarrancado". Si más allá de las palabras y del fervor en las tribunas, verdaderamente hay voluntad de unir al peronismo, contamos con fechas que bien pueden servir como un nuevo punto de encuentro que nos permita reorganizarnos y desempeñar un rol central en la conformación de un frente patriótico que nos libere de la opresión neoliberal. Una de esas fechas es el 17 de noviembre, denominado acertadamente como Día del Militante. En Lanús si diez o doce referentes importantes peronistas se ponen de acuerdo, la unidad es posible y también es altamente probable la recuperación del municipio por el peronismo. Quienes personalmente no buscamos puestos ni candidaturas de ninguna naturaleza estamos dispuestos a seguir luchando por esa unidad. El 17 de noviembre tiene que servir para el gran reencuentro. Declaremos a nuestro distrito, una de las cunas del peronismo, capital del abrazo peronista. Unámonos en la propuesta. No se trata solamente de un convite simpático. El abrazo tiene en el peronismo una gran significación política. Realizarlo en el día del militante sin duda ayudara a acercarnos y unirnos.
(*) De Iniciativa Socialista