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viernes, 7 de septiembre de 2018

¿Por qué es difícil pedir perdón?

por Alejandro Chitrángulo

¿Te cuesta pedir perdón cuando intername

nte reconocés que estás equivocado? ¿Sos de esas personas que realmente se sienten mal pidiendo perdón? ¿Tenés un amigo o una pareja a quien le cuesta manifestar un “discúlpame me equivoque”?  Hoy me gustaría compartir con los lectores de La Defensa las explicaciones de Guy Winch, en un artículo publicado en Psychology Today, sobre las extremas dificultades que algunas personas presentan a la hora de pedir disculpas.
  Winch dice que aunque pedir perdón es una de las primeras cosas que se nos enseña de niños, algunos adultos se niegan a pedir perdón, incluso cuando están equivocados. Decir “lo siento” parece ser una de las frases más difíciles de verbalizar.
Generalmente se suele interpretar este tipo de reacción como una forma de orgullo o de terquedad, sin embargo, esta incapacidad a menudo esconde motivos más profundos. Cuando una persona muestra dificultades en pedir perdón o en reconocer su parte de error o de responsabilidad en una dinámica relacional, lo que ocurre es que en realidad está desplegando una serie de esfuerzos para proteger una frágil
percepción de su propio yo.
   El significado de una disculpa puede variar considerablemente según la situación. Disculparse cuando uno choca contra otra persona en la calle por ejemplo, resulta más fácil ya que no implica un auto-cuestionamiento de sí mismo, sino que se trata más bien de una simple respuesta educada. Sin embargo, pedir disculpas cuando existe una mayor carga emocional, por ejemplo después de discutir con una persona significativa, es mucho más complicado, y en particular para las personas con un “yo” poco sólido Así, para algunos, decir “lo siento” tiene repercusiones psicológicas que van mucho más allá de lo que estas dos palabras significan inicialmente. Despiertan en ellos miedos profundos -tanto conscientes como inconscientes- que viven como una amenaza para su persona. De ahí que traten desesperadamente evitar disculparse.
    Winch expone algunos motivos, para explicar el por qué algunas personas se muestran tan reticentes a la hora de pedir perdón o en reconocer parte de su responsabilidad en un conflicto:
   1. Admitir sus errores puede vivirse como una gran amenaza para estas personas porque les cuesta separar sus acciones de su personalidad. Es decir, si se les señala que han hecho algo mal, se lo toman como si estuviéramos insinuando que son malas personas. Si descuidan a alguien en un determinado momento, deducen que es porque deben de ser fundamentalmente egoístas e insensibles. Si se equivocan, entonces deben de ser ignorantes o estúpidos. Y así continuamente. Generalizan el significado de su comportamiento a su personalidad. Por esta razón, disculparse representa una gran amenaza a su sentido básico de identidad y autoestima.
   2. Para la mayoría de la gente, pedir perdón está asociado a sentimientos de culpabilidad. Sin embargo, para las personas con un “yo” frágil, el hecho de disculparse va ligado a sentimientos de vergüenza. ¿Qué implica esta diferencia? Que mientras la culpabilidad nos hace sentir mal respecto a nuestras acciones, la vergüenza nos hace sentir mal respecto a nuestra identidad, lo que convierte la vergüenza en una emoción mucho más tóxica que la culpabilidad.
   3. En vez de considerar las disculpas como una oportunidad para resolver conflictos interpersonales, las personas con dificultades para pedir perdón tienen la creencia de que si reconocen sus errores, la otra persona inevitablemente aprovechará la oportunidad para sacarle en cara acusaciones y errores pasados.
   4. Estas personas también suelen tener una visión bastante polarizada, de tipo: “todo blanco o todo negro”, con pocos matices intermedios. Es decir, temen que si se disculpan, tendrán que asumir plena responsabilidad mientras que el otro saldrá exento de cualquier culpa.
   5. El hecho de negarse a pedir perdón constituye una forma de manejar sus emociones. A menudo estas personas experimentan el ser vulnerable como algo extremadamente amenazante. Tienen miedo de que si bajan la guardia, todo se vendrá abajo, dejándoles sin control y con una herida incurable.
   6. Estas personas suelen sustituir sus disculpas por explicaciones. Lo que no parecen entender es que el daño no está en la cabeza. Aunque uno consiga entender racionalmente las intenciones o circunstancias del otro, si éstas no van acompañadas de una disculpa sincera, no se produce un efecto reparador a nivel emocional. Decir “lo siento” es una expresión de empatía por el dolor del otro, independientemente de nuestras intenciones. Poco importa que nos parezca razonable o no, lo que cuenta es que el otro se haya sentido ofendido o herido por nuestras acciones. Solamente una vez que hayamos validado la experiencia del otro, nuestras explicaciones podrán ser recibidas. 
A veces también piensan que hacer como si nada hubiera pasado o compensar con un favor o gesto bonito, les absolverá de tener que expresar arrepentimiento. Y cuando sus seudo-esfuerzos de arreglar el conflicto no son recibidos como ellos esperan, es probable que terminen culpando al otro de ser incapaz de perdonar u olvidar. Esto hará que aumenta la distancia y rencor en la relación.
   7. Para las personas con un “Yo” frágil, la preservación de su sentido interno de auto-cohesión es tan sumamente fundamental que cuando sienten que sus imperfecciones están siendo expuestas, lo primero que les preocupa es enmendar su propio auto-concepto o imagen de sí mismo, aunque sea en detrimento de la validación del otro en la relación.
En todas las relaciones pueden ocurrir malentendidos, desencuentros, conflictos, etc. Ninguna relación terrestre humana se salva de ello. Incluso es necesario y deseable porque gracias a estas dificultades aprendemos y crecemos como personas. Nuestra psique necesita tensión para desarrollarse. La gran diferencia radica en la capacidad para reparar el daño causado. Permitirse ser vulnerable ante una persona a la que queremos denota una gran fortaleza interna, un “Yo” fuerte, a pesar de lo que muchas personas creen. Cuando una persona se muestra defensiva, no es por nada, es porque precisamente siente que tiene que defenderse de algo que le hace sentir inseguro. Y cuando mirar dentro de uno mismo resulta demasiado aterrador, la tendencia será atribuir la responsabilidad al exterior, llegando incluso a veces a tener ideas paranoides sobre los demás. Sin embargo, si estas personas pudieran bajar sus defensas, mostrarse vulnerables y reconocer sus errores, permitirían una cercanía emocional y confianza mucho más profunda con las personas que les rodean. Pedir perdón tiene un efecto curativo casi instantáneo, entonces: ¿por qué no utilizarlo con más frecuencia?