lunes, 9 de julio de 2018

“Si malo es el gringo que nos compra, peor es el criollo que nos vende”

por Omar Dalponte

omardalponte@gmail.com

  El título es una de las célebres citas de Arturo Jauretche. 
Ni más ni menos. Si desde afuera, en su afán de dominación, hacen los máximos esfuerzos por colonizarnos, quienes les abren las puertas para que destruyan nuestra industria, pudran nuestra cultura y nos condenen a la ignorancia son sin ninguna duda entreguistas y traidores a la patria. Hoy, aunque utilizando miles de artilugios se pretenda engañarnos todo el tiempo, las cosas están a la vista y sólo siendo idiotas no veríamos la realidad. Al macrismo se le cayó el relato. Ya no convence a nadie pintando un panorama a su gusto y la inmensa mayoría de los argentinos nos damos cuenta de que quien ocupa la Casa de Gobierno no es más que un pícaro socio de los monopolios locales y empleado de los grandes centros de poder internacional que actúan como gendarmes de la economía mundial. La entrega de nuestro presente y de nuestro futuro a los usureros internacionales es un claro ejemplo de traición a la Patria y en algún momento deberá ser castigado con los dispositivos que, como pueblo, sepamos construir en un proceso de liberación nacional y social a desarrollarse más temprano que tarde pues, alguna vez, habremos de decidirnos a cambiar las estructuras sociales de producción y distribución de las riquezas. Hoy no hay autoridad presidencial en la Argentina. Desde el mismo momento en que el macrismo y sus cómplices radicales decidieron entregarnos atados de pies y manos, quedamos a merced de la voracidad del Fondo Monetario Internacional. Ni bien cometido ese acto de enorme
indignidad, el FMI, en tanto siniestra organización de dominación al servicio de quienes manejan las palancas de la usura internacional, es quien gobierna  nuestra dolorida Argentina imponiendo la implementación de medidas cuyas gravísimas consecuencias nos sepultarán en la miseria y  destruirán definitivamente nuestra condición de país soberano.
Mauricio Macri, y quienes con él ejecutan políticas que sólo sirven para hacer sus propios negocios, no merecen el mínimo respeto de parte del pueblo argentino. Por lo tanto es necesario actuar en legítima defensa de los intereses de la Nación realizando una oposición efectiva, muy diferente al “verso” de la politiquería tan común en quienes disfrazan sus intenciones espurias, su cobardía y complicidad con la falsedad de presentarse como “oposición racional”. Es este un tiempo de definiciones: o se está a favor o en contra de la dignidad nacional. Resulta inadmisible que se digan oposición los que navegan en dos aguas y, como los teros,  “en un lado pegan los gritos y en otro tienen los huevos”.  Los dirigentes y principales referentes de las organizaciones políticas, sociales, empresarias y sindicales, todos aquellos que no tengan temor de abrir los ojos para ver que realmente la Patria está en peligro, deben comprender que la situación adonde nos ha llevado el macrismo es insoportable y  no da para más. Aquí y ahora las repuestas tienen  que ser contundentes porque hay millones de personas en la pobreza, seres que pasan hambre y muchos hundidos en la desesperación por haber sido echados de sus trabajos. Simultáneamente a la construcción de un frente patriótico opositor hay que impulsar acciones de desobediencia civil comenzando por el desconocimiento liso y llano de Macri como presidente de la Nación demostrando que ante la prepotencia de quienes gobiernan,  la fuerza del pueblo es invencible cuando se decide a pelear por sus derechos y por una existencia digna.
La muestra más clara de desobediencia civil en nuestra ciudad, la logramos exitosamente con “El lanusazo”, heroica jornada del 24 de noviembre de 1982 en la que pudimos echar al intendente de la dictadura militar de entonces. Aquella acción colectiva es el espejo en el cual debemos mirarnos de la misma manera que es bueno tener presentes los ejemplos de tantas luchas ocurridas  aquí y en otras partes del mundo. Ya, el lúcido militante popular de izquierda y compañero en la tarea periodística, Lisandro Martinez, ha mencionado en una de sus valientes notas a grandes personalidades que en su tiempo fueron impulsores y protagonistas de acciones desobedientes que hicieron temblar a los poderosos.
También fue un justo  desobediente el General Manuel Belgrano cuando el 27 de febrero de 1812 enfrentó al  poder central  y mandó izar por primera vez la bandera que nos identificaría. Fue una genial desobediencia la del General San Martín al no acatar en 1819 la orden de reprimir a las montoneras dada por el Director Supremo Pueyrredón. Fue una insigne desobediente Rosa Parks, la mujer negra que en 1955 desafió la prepotencia racista al negarse a  ceder su asiento a un blanco que se lo exigía en un autobús público de Alabama.  Rosa Parks impulsó el fin de la segregación racial en EE.UU. Otra valiente desobediencia significó la “rebelión de las escobas” protagonizada por nuestras mujeres y niños en 1907 contra el aumento de impuestos y los alquileres en los conventillos, Fue ésta una magnífica rebeldía iniciada en Buenos Aires y extendida a varios puntos de la Argentina.
Sería importante que los cobardes adocenados que aviesamente  procuran presentar a justas  rebeldías cómo el “golpismo” al estilo de radicales, conservadores y militares realizados contra gobiernos constitucionales de otras épocas, reconozcan su complicidad y su servidumbre con el neoliberalismo de los vendepatria actuales. Tomen nota también quienes festejaron las ridiculeces del ocupante de la Casa de Gobierno y convalidaron con su presencia y su silencio las mentiras y los atropellos cometidos por este personaje, que ya iniciamos la campaña por un millón de firmas solicitando el juicio político a Mauricio Macri.   
   (*) De Iniciativa Socialista