lunes, 18 de junio de 2018

“¡Que falta de respeto, que atropello a la razón!”

por Omar Dalponte*

omardalponte@gmail.com

Sin dudas la media sanción a la legalización del aborto en la cámara de Diputados constituye un hecho trascendental en la vida parlamentaria de la Argentina. Ahora habrá que ver que resuelve el Senado de la Nación. El episodio ha causado revuelo en los medios de comunicación, las enormes movilizaciones a favor de la sanción de esta ley, y las también numerosas (pero no tanto)  en contra de la despenalización, no han sido un tema menor. Aparentemente, según dicen quienes generalmente con buena información acostumbran a contar los porotos, en el Senado se daría sanción definitiva a dicha ley y después, como ocurrió en otras oportunidades con temas polémicos, muchos espíritus recobrarían la calma. Parece ser, de acuerdo a ciertas publicaciones, que Cristina Fernández quien alguna vez  pudo haber sostenido una posición diferente, ahora daría su voto favorable. No faltan quienes se preguntan si esta actitud afectaría la relación amistosa que a la distancia mantiene con el Papa Francisco y por carácter transitivo con la iglesia local. Se sabe que cuando la Iglesia perdona no produce grandes conmociones. Pero también es conocido que cuando castiga suele colocar a los condenados muy cerca de las hornallas del infierno. En nuestra política de cada día, los humores de los hombres de sotana se tienen muy en cuenta.  
Claro que sin dejar que nos aturdan los ruidos del momento, en lo que deberíamos estar de acuerdo es en que, quien tenga que recurrir, por la razón que fuere, a un lugar para practicar un aborto, lo haga en las mejores condiciones que pueda ofrecer la medicina responsable, que nadie muera por ponerse en manos de irresponsables, inescrupulosos o comerciantes del dolor, y que todo se pueda realizar en libertad, a la luz de la legalidad y sin
temores agregados. De todas maneras, para poner las cosas en su justa medida, convengamos que esta cuestión no es la principal preocupación de la inmensa mayoría de nuestro pueblo y, luego de reavivarse en el Senado, disipada la polvareda, en pocos días pasará a ser algo más de nuestra vida cotidiana como alguna vez lo fue la ley de divorcio o la ley 26.618 de matrimonio igualitario. 
Lo que sí permanece y duele  todas las horas de cada día es la terrible situación que vivimos gran parte de los argentinos, víctimas de la tragedia producida por obra de la maquinaria neoliberal que va demoliendo todo lo que tiene que ver con nuestros valores nacionales y arrasando las posibilidades de una vida digna para nuestro pueblo. Que muchísimas familias no puedan acceder a comprar un kilo de pan es algo que nunca  vimos, como nunca vimos antes semejante desorden, incapacidad, desfachatez y corrupción. El barullo parlamentario de estos días anteriores  fue, de alguna manera, un cortinado que tapó cosas negativas, muy gruesas, como el veto de Macri a la ley contra el tarifazo o las oscuras maniobras financieras que permitieron  la disparada del dólar facilitando grandes negocios a los amigos del poder.
En medio de este brutal ataque al bolsillo y al estómago de millones de seres, asistimos al kilométrico “debate” parlamentario sobre el tema de la despenalización del aborto (asunto al que nadie niega su seriedad e importancia) que mostró, en varias ocasiones, la falta de capacidad, sentido común, coherencia y honestidad de diputados y diputadas para atender debidamente a las  necesidades y deseos de quienes los votaron. Así vimos coincidir a José Luis Gioja, presidente del Partido Justicialista, con la acérrima antiperonista Elisa carrió; a Daniel Lipovetzky de Cambiemos abrazándose con fervientes kirchneristas, y a Agustín Rossi aplaudir a la diputada del PRO Silvia Lospennato. O sea la Biblia junto al calefón demostrando que los partidos políticos no funcionan de acuerdo al rol que –suponemos- deberían jugar de acuerdo a sus declaraciones de principios que –creemos- son las que deberían garantizar cierta coherencia en la conducta de sus afiliados y dirigentes. Las diferentes posiciones deben ser dirimidas internamente hasta hallar los comunes denominadores que permitan finalmente llevar y sostener un criterio unificado frente a la sociedad en el ámbito parlamentario. Si quienes fueron elegidos en una lista común respaldada por una plataforma, luego, en el lugar que les toque ocupar, hacen y dicen lo que se les ocurre, la organización política a la que pertenecen se convierte en algo así como un reñidero en que cada uno pelea por sus propios intereses y no por el bienestar colectivo. La maratónica sesión que trató la ley de despenalización del aborto durante la cual alguien comparó el embarazo de una perra con el de una mujer, por momentos fue grotesca. Reconociendo excepciones que las hay y muy valiosas, de nuestro parlamento podemos decir que es un ámbito acorde con la chatura política y moral que, en general, existe hoy  en nuestro país. El término “parlamento” deriva del francés "parlement", que a su vez deriva del vocablo "parler" (hablar - charlar) de manera que, siguiendo a nuestro recordado maestro Juan José Hernández Arregui, no es descabellado afirmar que se trata del lugar donde se reúnen los charlatanes, encima muy bien pagos por todo el pueblo que, en gran mayoría pasa las de Caín.
Ante el gobierno encabezado por Mauricio Macri que está destrozando a nuestro país en medio de un monumental saqueo y de un revoltijo ignominioso;  viendo y escuchando los discursos vacios  de diputados y diputadas que, como tantos, otros servirán únicamente para que cada uno de los oradores y oradoras pueda compartirlos con su familia a la hora del té y nada más, cabe cerrar la nota con un fragmento de “Cambalache”, emblemática letra de tango del gran Discepolín: “Que falta de respeto, Que atropello a la razón; Cualquiera es un señor, Cualquiera es un ladrón. Mezclaos con Stavisky* van Don Bosco y la Mignón*, Don chicho* y Napoleón, Carnera* y san Martín Igual que en la vidriera irrespetuosa De los cambalaches Se ha mezclao la vida, Y herida por un sable sin remaches ves llorar la Biblia contra un calefón”

*)Serge Alexander Stavisky (20 de noviembre de 1886-8 de enero de 1934) fue un famoso estafador
*) la Mignon: imagen figurada que representa a una prostituta
*) Don Chicho se llamaba en realidad Juan Galiffi conocido mafioso italiano de actividad delictiva en los años 20/30 en la ciudad de Rosario.
*) Primo Carnera (25 de octubre de 1906-29 de junio de 1967) también era italiano. Boxeador campeón de peso pesado y luego en su decadencia luchador de “catch”
Datos de una nota de Clarin Ciudades del 06/08/2012 -