por Omar Dalponte*
omardalponte@gmail.comFrente a la dramática situación de nuestro país y al desquicio en el que estamos inmersos, la alternativa para que esto no derive en la disolución nacional es la unidad de todos los sectores democráticos en un Frente Patriótico que con los mejores hombres y mujeres a la cabeza levante y aplique un programa de salvataje para la República Argentina. El macrismo nos ha llevado a un límite en que el sufrimiento de grandes sectores de nuestro pueblo es insoportable. ¿Cómo son las noches de quienes en la más terrible pobreza se acuestan sin comer sabiendo que al día siguiente no habrá trabajo ni pan? ¿Cómo son los días de aquellos que forman ese sufrido ejército de desocupados que deambula por las calles de ciudades y pueblos en busca de lo que saben no conseguirán? ¿Cómo nos sentimos los que siempre soñamos vivir en un país digno, al comprobar que nos han atado a una deuda eterna y que somos víctimas de la feroz voracidad de las clases dominantes locales y de los grandes usureros internacionales?
El oleaje de las necesidades y de la desesperanza golpea fuertemente contra la mayoría de los hogares argentinos. Este momento nos recuerda épocas que habíamos superado y a las que ahora retornamos por la acción devastadora de un gobierno insensible con los humildes y brutal en la aplicación de políticas antipopulares. Nos acercamos peligrosamente a situaciones límite de otros tiempos en que el entonces cardenal Jorge Bergoglio, en el Tedeum del 25 de mayo de 2002 decía: "El peligro de la disolución nacional está a nuestras puertas". En aquella oportunidad (según nota de Clarín del 26/5/2002) “Bergoglio alertó implícitamente, incluso, sobre la posibilidad de que la profundización de la crisis derive en
violencia y cargó con severidad contra ciertos dirigentes, a los que acusó de ya no saber "cómo mentir y contradecirse para mantener sus privilegios, su rapacidad y su cuota de ganancias mal habidas". Y agregó: "un triste pacto se ha fraguado en el corazón de muchos con consecuencias estremecedoras: la culpa de sus trampas acucia con su herida y, en vez de pedir la cura, persisten y se refugian en la acumulación de poder, en el reforzamiento de una telaraña que impide ver la realidad cada vez más dolorosa. El sufrimiento ajeno y la destrucción que provocan tales juegos de los adictos al poder y a las riquezas, resultan para ellos mismos apenas piezas de un tablero, números, estadísticas y variables de una oficina de planeamiento. A medida que tal destrucción crece se buscan argumentos para justificar y demandar más sacrificios escudándose en la repetida frase ''no queda otra salida'', pretexto que sirve para narcotizar sus conciencias". En aquella contundente homilía Bergoglio fue más lejos y consideró que "tal chatura espiritual y ética no sobreviviría sin el refuerzo de aquéllos que padecen una enfermedad del corazón: la incapacidad de sentir culpa”. Y denunció a: “Los ambiciosos escaladores, que tras sus diplomas internacionales y su lenguaje técnico, por lo demás tan fácilmente intercambiable, disfrazan sus saberes precarios y su casi inexistente humanidad".
También aludió a "oscuras complicidades de adentro y de afuera que se convierten en coartadas de actitudes irresponsables que no vacilan en llevar las cosas al límite sin reparar en daños: negocios sospechosos, lavados que eluden obligaciones, compromisos sectoriales y partidarios que impiden una acción soberana, operativos de desinformación que confunden, desestabilizan y presionan hacia el caos". Todos los dichos del hoy Papa Francisco pronunciados hace 16 años, sirven para describir la actualidad nacional y a quienes detentan el poder.
El macrismo pudo haber creído que habría festejos amarillos hasta la consumación de los siglos sin tener en cuenta que el dolor de millones suele transformarse en descontento primero, en rebeldía después y que esta suele desembocar en situaciones que, de la noche a la mañana, transforman la realidad.
Seguramente, no mucho tiempo atrás, pocos macristas habrán imaginado que apenas cumplido un poco más de la mitad de su mandato, Mauricio Macri no podría asistir a un acto patriótico por temor al repudio colectivo. O que estaría condenado a deambular en soledad en fechas fundamentales como tuvo que hacerlo el pasado 25 de Mayo. Dentro de pocos días se cumplirá un nuevo aniversario del paso a la inmortalidad del General Juan Domingo Perón. Hoy, colocar en el centro de la escena nacional el pensamiento de Perón es una importante contribución para el renacimiento del peronismo, la reconstrucción del Movimiento Nacional y el futuro de la Patria. Levantar la figura de Perón, explicar su obra y difundir las ideas del más grande hombre argentino del siglo pasado y lo que va del presente, es una tarea fundamental para que las nuevas generaciones no sean víctimas de quienes procuran negar nuestra historia y el rol de nuestros próceres. Hoy las batallas deben darse en todos los terrenos y principalmente en el territorio de las ideas, parapetando a las grandes personalidades y a nuestros emblemáticos acontecimientos nacionales de las mentiras y de las maniobras de ocultamiento practicadas por los principales factores de poder que pretenden convertirnos en una republiqueta colonizada sin símbolos ni dignidad.
(*) De Iniciativa Socialista