por Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.comMientras el fútbol argentino mira con desconfianza el panorama previo de la Selección ante el inminente inicio del Mundial de Rusia –la falta de competencia, las dudas a la hora de elegir a los futbolistas, la absurda goleada sufrida ante España, el papelón internacional del frustrado amistoso de Jerusalén- hay coincidencia de que pese a que va a contar con Messi, no hay caso, al subcampeón del último Mundial no le alcanza para ser candidato. Son los desatinos cotidianos de una AFA sin elegancia ni honor los que le bajan el precio ante los ojos de la prensa internacional al equipo de Sampaoli, un entrenador que se hizo cargo en las peores condiciones de trabajo, sin tiempo e incluso corriendo el riesgo de no clasificar, y que no da indicios de estar a la altura. De todos modos, a nadie puede sorprender una consagración argentina, como tampoco una actuación para el olvido y una pronta eliminación.
El fútbol europeo quedó en stand by con la final de la Champion League; el argentino con el título cantado obtenido por Boca y las siempre apasionantes definiciones por los ascensos. Después de una tensa espera, hoy comienza el Mundial y ya nadie hablará de otra cosa. No tanto los hinchas férreos de los clubes. Más bien todos los demás, los que ignoran la Superliga, que cada cuatro años se juntan, y según termine siendo la suerte del equipo, se embanderan dispuestos a ir al obelisco si hay consagración, tanto como a defenestrar a los jugadores sociales si son vencidos. La mayoría de los futboleros de verdad ya estamos extrañando el folklore dominguero. Incluso algunos preferimos seguir el evento planetario con cierta distancia y, en lo posible, que pase rápido para volver a los colores nuestros de cada día.
Mientras los clubes de todo el mundo fuman y esperan que la pelota empiece a rodar en
Moscú, Lanús comenzó a reclutar los refuerzos prometidos al finalizar el semestre. Nada del otro mundo: Jorge Pereyra Díaz y Sebastián Ribas, delantero de categoría pero de recorrido irregular, Fernando Coniglio, atacante suplente en Huracán después de haber tenido dos buenas campañas en Chacarita (11 goles en 21 partidos en el primer trimestre de 2016) y en Olimpo (12 en 29 en 2016/17). También llegó Lucas Mugni, volante ofensivo de gran actuación en 2014 en Colón, pero que viene de no adaptarse a sus tres equipos siguientes: Flamengo, que en enero de 2015 lo pagó 1.250.000 dólares más un 10% de una futura venta que nunca se realizó, puesto que su cotización se hundió y su carrera siguió sin pena ni gloria en Newell’s y en el Everton de Chile. En los últimos tres años jugó poco más de 40 partidos sin recuperar aquel brillo. Tiene una nueva oportunidad, y seguramente es consciente de que puede ser la última. Falta cerrar la llegada de un central zurdo y tal vez un par de jugadores más, pero está muy claro que la austeridad y la cautela, en el marco de una nueva y amenazante crisis económica nacional, privarán sobre las apuestas arriesgadas y las locuras presupuestarias.
El verdadero nivel de Lanús partirá de la seguridad de Andrada, si no llega por él una buena oferta; de la consolidación de Herrera y Pasquini, de la recuperación definitiva de José Luis Gómez y del central zurdo que no parece sencillo de encontrar. El vuelo futbolístico de un mediocampo veloz pero escaso de pausa dependerá del crecimiento de Belmonte, Maciel y Lodico, con la vuelta de Gabriel Ramírez, de buen último semestre en Quilmes, otro pibe del club que regresa del préstamo y que tendrá una chance más. Y arriba dependerá de las asociaciones que puedan generar Marcelino, Lautaro, Vides y Di Renzo, con los recién llegados Pereyra Díaz, Ribas, Coniglio y Mugni. El primer compromiso será frente al Junior de Barranquilla, un adversario grande a vencer para seguir en la Copa Sudamericana, una llave que arrancará en Lanús el 17 de julio y se cerrará en Barranquilla el 23. El choque con Douglas Haig para acceder a octavos de final de la Copa Argentina está programado para el 30 de julio, y habrá que esperar para el torneo local, que comenzará recién después del 10 de agosto. Hoy empieza el Mundial, y nada de eso cuenta.
“E il mondo in una giostra di colori, e il vento accarezza le bandiere…”, dice la más hermosa canción de la historia de los mundiales, una secuencia que, si no hay guerra, se repite cada cuatro años sin arrojar sorpresas. Y si bien es cierto que hubo campeones inesperados, como Uruguay en el 50, Italia en el 82 y Argentina en el 86 -algo discutible, porque Uruguay tenía un gran equipo que poco antes había superado a Brasil, porque Italia ya había ganado dos mundiales, y porque Argentina tenía a Maradona- generalmente levanta la Copa alguno de los candidatos.
Los especialistas señalan a Brasil, España y Alemania. Lejos de éstos en lo que respecta a orden y organización, la Argentina, sobre todo porque tiene a Messi y a algunos otros futbolistas de calidad, se ubica en un segundo escalón junto a Francia, Bélgica, Inglaterra, Uruguay y tal vez el país organizador, que con frecuencia suele meterse entre los cuatro mejores. “El campeón va a ser uno de esos tres, los demás no tienen chances” afirman los que saben. ¿Será posible que alguna vez se produzca un verdadero batacazo? ¿Seremos testigos de una final donde uno de los grandes animadores deba enfrentar a un país sin una historia futbolística destacada? Por si esto ocurre, como eterno admirador de un estilo de juego de inalterable belleza pese al paso del tiempo, yo apuesto por Perú, que vuelve a la competencia luego de 36 años de ausencia. ¿Vos ya elegiste tu candidato sorpresa?