por Juan Pecoraro*
No es la primera vez que el Partido Justicialista es intervenido, ocurre por las recurrentes crisis que los propios dirigentes generan, los apresuramientos y la toma de atajos por parte de aquellos que proclaman unidad, no tienen consenso porque no hay credibilidad, son muchos los errores y apetencias personales que, hoy, la institución partidaria no está a la altura de los acontecimientos, las luchas internas impiden encontrar las variables adecuadas a estos tiempos. La brecha es tan profunda que “el árbol no deja ver el bosque”. El fanatismo profundiza la separación de los grupos internos que, carecen de gestos de grandeza entre otros tópicos no menos importantes. No reconocer los errores es algo que no se condice con el accionar de la militancia quienes en primer término deberían dar el ejemplo no sólo a sus compañeros de ruta, sino a la ciudadanía toda. No reconocer que los tiempos son otros y, que es necesario aún a costa de sacrificios implementar consensos internos que fortalezcan las bases de la institución, para que pueda albergar a todos aquellos que sientan la necesidad de ser parte de un partido y de un movimiento que no puede existir el uno sin el otro. No reconocer la necesidad de ser parte de un sistema democrático, ser respetuosos de las normas vigentes y de los derechos y deberes que cabe a cada argentino, significa que, lo único que importa son los pequeños problemas personales, sin importar a quien se perjudica. No reconocer que para la unidad es necesario un llamamiento amplio a toda la militancia, incentivar una nueva afiliación, impulsar fechas de comicios con sentido lógico con el tiempo adecuado para que todos sean partícipes y lograr de una buena vez tener autoridades naturales, como primer paso para generar una transformación que tanto necesita el partido y no desaparecer en el intento de persistir en el pasado o de las(*) Tiitular de Proyección Justicialista