por Omar Dalponte
omardalponte@gmail.comTal vez, a veces, algunos que por nuestra actividad periodística y militante tenemos la obligación (y la costumbre) de informar y opinar respecto a temas políticos, aparecemos como sujetos pesimistas. Puede ser que así sea. O no. También puede ocurrir, como dijo Mario Benedetti en una de sus magníficas frases que “un pesimista es sólo un optimista bien informado”. A lo que podríamos agregar: Si alguien, por comentar la realidad con toda crudeza parece pesimista y no lo es, puede ser que, además de ser un tipo bien informado, tenga la cabeza para pensar y no para que el cuerpo le termine en punta.
No encandilarse con vidrios de colores ayuda a la objetividad del análisis político, mostrar la realidad con claridad, por más dura que sea, y mantener una conducta recta es mucho más digno y más sano que plegarse a esa manada de martilleros del periodismo que se arrastran para recibir pagos por endulzar los oídos y favorecer los planes de los enemigos del pueblo.
Hoy, desde donde uno pueda emitir opiniones es necesario hablar con toda claridad. Más aún si esas opiniones cobran estado público mediante la prensa radial, televisiva o escrita. Quienes hablamos y escribimos a partir de nuestra pertenencia – el Peronismo- no debemos ignorar la realidad ni mirar para otro lado que no sea el que debemos estar: El lugar de la lucha por la defensa de la Patria, de los trabajadores y de los sectores más humildes.
En el Peronismo, actualmente, se da una situación difícil pero a la vez apasionante. La existencia de muchos campamentos peronistas es un problema serio porque al no haber unidad es muy complicado planificar una acción de conjunto. Para colmo la malévola y hasta
ridícula intervención del Partido justicialista por parte de la jueza María Romilda Servini de Cubría suma un ingrediente negativo a un proceso de unidad que, al parecer, comenzaba a desarrollarse con posibilidades de éxito. Pero estas burdas maniobras leguleyas provengan de donde provinieren, todavía, y por mucho tiempo, no podrán tapar el mar con un pañuelo y evitar que el Peronismo sea y siga siendo por bastante tiempo, la expresión política por excelencia que representa el sentir y las necesidades de los pobres. Esta situación difícil del Peronismo no significa, en modo alguno, una crisis terminal ni mucho menos. Es nada más que un momento de dolores de parto que –tal vez- anuncie el nacimiento de algo nuevo. En un futuro no tan lejano veremos si nació un ángel o un descendiente del diablo. Uno nunca sabe que puede ocurrir cuando en este enorme Movimiento en el cual es posible ver cómo, a pesar de todos sus avatares, subsiste la desorganización organizada meten mano los de afuera e irritan sus ánimos (perdón por el oxímoron)
Hay algo seguro: muchos de quienes últimamente se afiliaron al Partido Justicialista creyendo que podían ser los mosquitos que transmitirían inteligencia al elefante, estarán viviendo en un estado de confusión y desencanto. No pocos de los recién llegados, dueños de “experiencias revolucionarias” adquiridas tomando té con masitas finas en los atardeceres porteños, están comprobando que no es sencillo transitar los senderos peronistas y que, hacerlo, es algo así como caminar descalzos sobre el pedregullo. También es indudable, recordando viejos episodios del Peronismo, que cada vez que nuestro PJ se halló frente a la adversidad salió fortalecido. Y en esta ocasión no tiene por qué ser diferente. Párrafo aparte merece don José Luis Gioja quien, con toda su “cancha” de veterano formado en los mostradores políticos, estuvo a la altura de las circunstancias. Fue un acierto haberlo designado presidente del Justicialismo a nivel nacional. Lo dijimos infinidad de veces: los liderazgos se ganan y consolidan en los frentes de lucha y principalmente cuando se pone el pecho contra vientos desfavorables. Ante la intervención dispuesta por una jueza anciana que, en tiempos de jubilarse, decidió una medida irracional contra el funcionamiento de una importante fuerza política de la democracia, don Gioja supo cumplir con sus deberes de dirigente.
Fue una pena que Cristina Fernández, con todo lo que representa, no haya sumado su repudio al ataque judicial que significa la intervención al PJ dispuesta por Servini de Cubría. Con su palabra, la ex presidenta habría ayudado mucho a restañar heridas internas y al proceso de unidad iniciado en el Peronismo. No visitar a nuestros presos, no solidarizarse con los compañeros hostigados por el neoliberalismo y no salir en defensa de las herramientas institucionales peronistas, desilusiona grandemente por no responder a las expectativas que uno tuvo siempre respecto a quien consideramos una extraordinaria figura del movimiento nacional argentino.
Lo bueno es que la historia nunca se detiene en un punto y mucho menos en la política, territorio donde las cosas fluyen y se dinamizan vertiginosamente. En la actividad política, los hechos y los personajes aparecen y desaparecen con la velocidad de la luz. Al calor de las intenciones actuales orientadas a conformar una oposición sólida, representada por figuras en las que el pueblo pueda depositar confianza, en el firmamento peronista comienzan a brillar algunas esperanzas. Nadie espera que alguien, como en una conocida película, tire un hueso al aire y que éste se convierta en una nave espacial. Como dijimos, los liderazgos, en política, se obtienen poniéndose al frente de las batallas que se libran cotidianamente, mostrando coherencia, coraje y proponiendo soluciones a los graves problemas que padecemos. Una dirigente que asoma con capacidad, carisma, experiencia en la gestión y con un discurso preciso y valiente es la actual intendenta de La Matanza, Verónica Magario. Entre otras cosas, declarar la “emergencia tarifaria” en su distrito y reclamar la “emergencia social y laboral” impulsando la sanción de leyes en el Parlamento Nacional la muestran como una dirigente que, lejos de discutir sobre el sexo de los ángeles o dedicarse a las “roscas” de comité, se ocupa de atender temas que hacen a la calidad de vida de la gente. Por presencia, formación y capacidad de gestión (su distrito de dos millones de vecinos supera en número de habitantes a cinco provincias: San Luis, La Rioja, Catamarca, Santa cruz y La Pampa) tiene méritos más que suficientes como para triunfar y recuperar la provincia de Buenos Aires disputando la gobernación con María Eugenia Vidal o con quien fuere candidato del oficialismo. Esperemos que Verónica sea tenida muy en cuenta en el momento de elegir los candidatos del Peronismo. Si es que realmente se quiere competir con posibilidades de ganar.
(*) De iniciativa Socialista